Palabra de Nelson Mandela
¡°No creo que nada haya suscitado tanta repugnancia en la ¨¦poca moderna, con la excepci¨®n de las atrocidades contra los jud¨ªos, como el 'apartheid'¡±, aseguraba el l¨ªder sudafricano en una entrevista de 1998
Nelson Mandela posee la sonrisa m¨¢s famosa del mundo entero. Desde que sali¨® de la c¨¢rcel, el 11 de febrero de 1990, un mill¨®n de fotograf¨ªas han captado su expresi¨®n tranca y alegre. Sin embargo, cuando se est¨¢ sentado ante ¨¦l y se le hace una pregunta, su rostro se transforma en una m¨¢scara p¨¦trea. Los ojos fijos en un punto lejano, los labios fruncidos con obstinaci¨®n, toda su cabeza tan inm¨®vil como la del busto de un emperador romano. Intimida. Para empezar, no se sabe si est¨¢ prestando atenci¨®n a la pregunta. Pero hay algo mucho m¨¢s desorientador e intimidatorio, la sensaci¨®n de hablar con un monumento, una imagen de la eternidad; una sensaci¨®n acentuada por la seguridad de que el hombre que est¨¢ delante es el coloso moral de nuestra ¨¦poca, un individuo cuyo ejemplo va a seguir inspirando a la humanidad para siempre.
Pero Mandela escucha. Con inmenso alivio, el entrevistador descubre, al terminar de balbucir su pregunta, que lo que parec¨ªa una estatua abstra¨ªda es un modelo de concentraci¨®n tan absoluta que podr¨ªa estallar una bomba y el ni siquiera parpadear¨ªa. Habla animadamente, gesticula con las manos, abre mucho los ojos para subrayar lo que considera una gran verdad y los cierra casi por completo cuando intenta hacer hincapi¨¦ en un punto concreto de su argumentaci¨®n. Y, aunque podr¨ªa esperarse que, a sus 80 a?os, al final de una vida extraordinariamente dura, sus facultades estuvieran algo mermadas, lo cierto es que habla con energ¨ªa, claridad y notable precisi¨®n en los detalles, tanto hist¨®ricos como contempor¨¢neos. Sonr¨ªe una sola vez durante la hora de entrevista en su espl¨¦ndida residencia presidencial, situada en una colina de Pretoria y, en otro tiempo, el baluarte del Gobierno dictatorial blanco. No s¨®lo sonr¨ªe, se r¨ªe como si estuviera contando una broma sobre s¨ª mismo cuando recuerda el momento en el que ley¨®, durante el famoso proceso de Rivonia de 1964, las ¡°intranquilizadoras¡± informaciones de que quiz¨¢ no iban a sentenciarle a cadena perpetua, como result¨® al final, sino a la horca.
Por lo dem¨¢s, est¨¢ serio, porque el tema del que se habla no invita a demasiadas frivolidades. Se trata de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos, un documento cuyo esp¨ªritu ¨¦l encarna m¨¢s que ninguna otra persona viva. En octubre del presente a?o demostr¨® su fidelidad a dicho esp¨ªritu, en especial su pasi¨®n por la justicia y el imperio de la ley, cuando se enfrent¨® a su propio partido, el Congreso Nacional Africano, y expres¨® su apoyo a la labor de la admirable Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n de Sur¨¢frica (CVR). La Comisi¨®n ha dedicado tres a?os a investigar 31.000 casos de violaciones de los derechos durante los a?os del apartheid, y en el mes de octubre public¨® un informe de un mill¨®n de palabras que pasar¨¢ a la historia ¡ªde forma muy oportuna, en el a?o del cincuentenario¡ª como uno de los documentos m¨¢s ejemplares de este siglo.
La declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos se convirti¨® en una Biblia que cit¨¢bamos contra el 'apartheid' ¡±
Cuando el CNA, la organizaci¨®n a la que Mandela ha permanecido fiel a lo largo de toda su vida pol¨ªtica, present¨® una demanda contra el informe en los tribunales, con el fin de impedir que se publicara, ¨¦l no dud¨® en mostrar su desacuerdo, ya que pensaba que el trabajo era un ejercicio de catarsis necesario cuyos beneficios para la naci¨®n eran superiores a cualquier mezquino inter¨¦s partidista.
Desde entonces, varias voces dentro de su propio partido han pedido al Gobierno que ignore el llamamiento de la Comisi¨®n para que se presenten cargos contra quienes cometieron las violaciones de los derechos humanos y se negaron a aparecer ante ella para confesar sus cr¨ªmenes. Dichas voces exigen que se conceda una amnist¨ªa general, algo que Mandela rechaza por completo en esta entrevista.
¡ªNaciones Unidas proclam¨® ante el mundo la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos en 1948. Una iron¨ªa hist¨®rica, dado lo que ocurri¨® en Sud¨¢frica ese mismo a?o, el a?o en el que el Partido Nacional lleg¨® al poder y, bajo la etiqueta del apartheid, empez¨® a dar al racismo categor¨ªa de ley. ?Le afect¨® de alguna forma el documento de Naciones Unidas en aquella ¨¦poca?
¡ªLa Declaraci¨®n recibi¨® enorme publicidad, sobre todo teniendo en cuenta la pol¨ªtica sudafricana, porque el Gobierno del Partido Nacional lleg¨® al poder s¨®lo tres a?os despu¨¦s del final de la Segunda Guerra Mundial; una guerra que se libr¨® para destruir el fascismo y que elev¨® las esperanzas de los negros ¡ªsobre todo en este pa¨ªs¡ª de que su participaci¨®n en la lucha contra un mal que destacaba la superioridad racial, junto a las atrocidades cometidas contra los jud¨ªos, iban a producir cambios en nuestra naci¨®n. Era, adem¨¢s, una ¨¦poca de descolonizaciones, por lo que las expectativas eran muy altas. La Declaraci¨®n nos lleg¨® con esos antecedentes, y sobre todo gracias a la contribuci¨®n que hizo la India. Esta pa¨ªs ten¨ªa todav¨ªa fresca la tinta de su nueva Constituci¨®n cuando decidi¨® ocuparse del tratamiento que recib¨ªan las personas de origen indio en Sud¨¢frica y luego ampli¨® su labor a toda la gente que sufr¨ªa bajo el r¨¦gimen del apartheid. Gracias a la intervenci¨®n de la India conocimos la Declaraci¨®n. Pero, sobre todo, mientras el mundo avanzaba hacia una nueva organizaci¨®n en la que los factores ¨¦tnicos tendr¨ªan menos importancia, las personas ser¨ªan tratadas como iguales, Sud¨¢frica retroced¨ªa,y la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos se convirti¨® en una Biblia que cit¨¢bamos para condenar la pol¨ªtica del apartheid.
¡ªVoy a plantearle una pregunta ligeramente provocadora. Acaba de mencionar la India. En aquellos primeros tiempos de su trayectoria pol¨ªtica, a finales de los a?os cuarenta, cuando estaba en el movimiento juvenil, era lamoso por tener una posici¨®n muy africanista y no simpatizar, en absoluto, con la idea de que los no africanos participaran en la lucha de liberaci¨®n. ?No cree que quiz¨¢ actuaba usted, en aquella ¨¦poca, de forma algo contradictoria con la Declaraci¨®n?
Hemos exhumado tumbas en las que hab¨ªa personas asesinadas porque osaron enfrentarse a los blancos¡±
¡ªEn parte era cuesti¨®n de falta de madurez pol¨ªtica, sobre todo porque la comunidad india estaba formada por personas con una capacidad absolutamente incre¨ªble y ten¨ªa muchos m¨¢s recursos que nosotros. Cre¨ª que para nosotros ser¨ªa un error juntar nuestras fuerzas con las suyas porque inmediatamente se har¨ªan con el mando v nuestra contribuci¨®n pasar¨ªa inadvertida. Al mismo tiempo, tenia contactos con destacados intelectuales indios con quienes sostuve numerosas discusiones. Pronto me di cuenta de que estaba equivocado, porque lo importante no era el color de un hombre, sino los ideales que defend¨ªa. Se dirig¨ªan a cada uno, como individuo, y le dec¨ªan: ¡°Luchamos contra la opresi¨®n racial. ?Por qu¨¦ tenemos que luchar entre nosotros? ?Qu¨¦ tienes contra nosotros?". Eran muy astutos, porque entonces yo no ten¨ªa ninguna bandera clara y, cuando te atacan y est¨¢s rodeado de gente, intentas defenderte, pero, cuando est¨¢s solo y alguien te dice: "Luchamos contra el mismo mal que t¨², ?qu¨¦ tienes en nuestra contra?¡±, te encuentras totalmente desarmado. Y acabaron convenci¨¦ndome de que mi opini¨®n estaba equivocada. Y tuve que hablar con los miembros de mi organizaci¨®n y decirles que hab¨ªa que revisar nuestra postura.
¡ªUsted es un estudioso de la historia: en cierta ¨¦poca de su vida dispuso de mucho tiempo para leer... Me refiero a los 27 a?os que pas¨® en la c¨¢rcel. Quiz¨¢ sea una pregunta dif¨ªcil de responder. pero ?d¨®nde colocar¨ªa usted el apartheid en la escala de las atrocidades del siglo XX?
¡ªCon la excepci¨®n de las atrocidades cometidas contra los jud¨ªos durante la Segunda Guerra Mundial, no hay ning¨²n crimen que haya recibido una condena tan generalizada del mundo entero como el apartheid. Y lo peor es que una comunidad ¡ªuna minor¨ªa que decidi¨® suprimir a la abrumadora mayor¨ªa del pa¨ªs¡ª utiliz¨® el nombre de Dios para justificar las barbaridades cometidas contra la mayor¨ªa de la poblaci¨®n; no creo que haya en la ¨¦poca moderna nada que haya suscitado tanta repugnancia, con la excepci¨®n de las atrocidades contra los jud¨ªos, como ya he dicho.
¡ªSin embargo, existe un matiz importante, en el sentido de que, si se tienen en cuenta las violaciones de los derechos humanos a escala t¨ªsica, tangible, no solo el fen¨®meno institucional del apartheid, la experiencia sudafricana no fue tan terrible como, por poner ejemplos de la historia reciente, las de pa¨ªses de Latinoam¨¦rica como Chile, El Salvador o Argentina.
Ahora tenemos una Constituci¨®n que consagra el imperio de la ley, y todo el mundo est¨¢ sujeto a ella¡±
¡ªNo puede decirse que sea as¨ª, en vista de las revelaciones hechas ante la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n. Hemos exhumado tumbas en las que hab¨ªa personas asesinadas s¨®lo porque osaron enfrentarse a la superioridad de los blancos; hombres, mujeres, ni?os, ancianos. Un solo muerto es ya demasiado. Pero, si oye las atrocidades que se cometieron aqu¨ª contra personas inocentes, no har¨¢ esa distinci¨®n. Fue horrible, y no es m¨¢s que parte de la historia. Hubo demasiado sufrimiento para mucha gente, y hay ocasiones en las que la agresi¨®n f¨ªsica no es tan grave como la opresi¨®n psicol¨®gica que padeci¨® la poblaci¨®n negra durante el apartheid. Es una tortura psicol¨®gica imposible de expresar con palabras. Es indescriptible.
¡ªEl arzobispo Desmond Tutu ha destacado el valor de limpieza y purificaci¨®n que tiene la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n. ?C¨®mo lo interpreta? Se trata de un fen¨®menos complejo, psicol¨®gico y colectivo. ?C¨®mo entiende ese proceso de limpieza que ha logrado llevar a cabo, esperemos, la CVR?
¡ªEn mi opini¨®n, no debemos considerar la curaci¨®n de Sud¨¢frica como un hecho, sino como un proceso, y la Comisi¨®n ha contribuido de forma magn¨ªfica a dicho proceso, porque ahora las familias de las v¨ªctimas de las atrocidades saben lo que les ocurri¨® a sus seres queridos, y algunos de ellos se han mostrado magn¨¢nimos: han sido capaces de escuchar las confesiones de los agentes del apartheid y han replicado que les perdonan. Por supuesto, otros tienen tanta amargura que les resulta imposible olvidar el dolor de perder a quienes quer¨ªan. Pero creo que. en general, la Comisi¨®n ha hecho un trabajo maravilloso y nos ha ayudado a alejarnos del pasado para concentrarnos en el presente y el futuro, y Desmond Tutu ha realizado una labor incre¨ªble. con todas las imperfecciones de la CVR.
¡ªMuchas personas de todo el mundo creen que, como ha dicho usted, el informe de la Comisi¨®n es espl¨¦ndido. Sin embargo, en Sud¨¢frica corren rumores sobre la posibilidad de que haya una amnist¨ªa general. Se han suscitado debates sobre el asunto, y podr¨ªa decirse que tiene cierta l¨®gica pol¨ªtica. Pero quienes est¨¢n en contra de la posibilidad aseguran que ser¨ªa una burla del trabajo de la Comisi¨®n. Los t¨¦rminos de la ley parlamentaria en virtud de la cual se cre¨® la CVR dispon¨ªan que los criminales que no confesaran sus cr¨ªmenes y solicitaran el perd¨®n serian procesados. ?Tiene algo que comentar sobre la cuesti¨®n?
Ni hablar de amnist¨ªa general; me opondr¨¦ con todas mis fuerzas. Los que deseen perd¨®n deben solicitarlo¡±
¡ªNo, es un debate totalmente futil. Ya hemos analizado la cuesti¨®n y la hemos desechado. Durante una de las primeras reuniones de nuestro Gobierno descubrimos que De KJerk hab¨ªa concedido a unos 3.000 miembros de la polic¨ªa de seguridad una amnist¨ªa general por sus actos. Decidimos anular dicha amnist¨ªa. Todos los que deseen un perd¨®n deben solicitarlo a t¨ªtulo individual. Con arreglo a las instrucciones de la Comisi¨®n, establecimos que todo el mundo ten¨ªa que declarar qu¨¦ crimen hab¨ªa cometido y entonces decidir¨ªamos si concederle la amnist¨ªa, y no podemos cambiar esa forma de actuar ahora. Todos deben solicitarla personalmente; por lo que a mi respecta, ni hablar de amnist¨ªa general; me opondr¨¦ con todas mis fuerzas. No podemos hacerlo. Todos tienen que pedirla.
¡ªLa Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n ha propuesto que se enjuicie a varias personas que no se han presentado a declarar. Pero ?las realidades pol¨ªticas no hacen m¨¢s complicada la labor de la justicia?
¡ªCuando ¨¦ramos un movimiento que luchaba por la liberaci¨®n todo lo que ten¨ªamos que hacer era movilizar a las masas de nuestro pa¨ªs y concentrar nuestras fuerzas contra la supremac¨ªa blanca. En cambio, desde que somos Gobierno hemos asumido una actitud diferente. Ahora tenemos una Constituci¨®n que consagra el imperio de la ley, y todo el mundo est¨¢ sujeto a ella. No s¨®lo eso: hemos adoptado medidas para garantizar que esa Constituci¨®n no sea un papel mojado, que puede romperse en cualquier momento. La hemos convertido en un documento vivo. Hemos creado estructuras que hacen que incluso el Gobierno est¨¦ atado por la Constituci¨®n y no pueda hacer lo que quiera aunque algo no le guste. Disponemos de un Protector P¨²blico [Defensor del Pueblo], al que puede acudir cualquier ciudadano ofendido para quejarse y buscar amparo. Poseemos una Comisi¨®n de Derechos Humanos, formada por los sudafricanos m¨¢s notables. Sobre todo, tenemos el Tribunal Constitucional, que ha anulado, por ejemplo, acciones del Gobierno. El Parlamento me dio poderes para emitir una proclamaci¨®n a prop¨®sito de las elecciones en el Cabo Occidental, que es una provincia gobernada por el Partido Nacional. Hernus Kriel. su primer ministro, me llev¨® ante el Tribunal Constitucional, que anul¨® mi acci¨®n; menos de una hora despu¨¦s hice una declaraci¨®n p¨²blica en la que afirmaba que el Tribunal Constitucional es el ¨¢rbitro definitivo en materia constitucional: ¡°Ten¨ªan ante s¨ª una cuesti¨®n delicada; han tomado una decisi¨®n un¨¢nime. Nuestro deber es respetar esa decisi¨®n¡±. Y ped¨ª al pa¨ªs, sobre todo a mis partidarios, que dieran ejemplo de c¨®mo obedecer a las instituciones que hemos creado en virtud de la Constituci¨®n. En otra ocasi¨®n, un juez me cit¨® para que me presentara ante el tribunal. Nuestra gente ¡ªmiembros del Gabinete, mis asesores legales¡ª se opusieron y dijeron que legalmente pod¨ªa negarme a acudir, pero respond¨ª: ¡°No, no vamos a hacerlo. Vamos a hacer las cosas de otro modo. Vamos a obedecer a las instituciones que hemos creado. Puedo cuidar de mi mismo, fuera y dentro del tribunal¡±. Hice lo que hab¨ªa que hacer. Acat¨¦ la decisi¨®n del juez, a pesar de que ten¨ªamos serias rese?as. Obedecimos, porque quer¨ªamos instituir el imperio de la ley. Y lo hemos hecho. Por eso no nos resulta dif¨ªcil respetar las decisiones de la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n, porque es otra instituci¨®n que hemos creado tambi¨¦n nosotros. No podemos crearlas para desafiarlas a continuaci¨®n, y, por cierto. la acci¨®n del CNA no fue un desaf¨ªo; cualquiera que sienta que se han violado sus derechos est¨¢ cualificado para acudir a los tribunales. La oposici¨®n ha apelado al Tribunal Constitucional para bloquear varias leyes aprobadas en el Parlamento. A veces han perdido, y otras han ganado. Nadie les critica por buscar amparo en los tribunales. Y eso es lo que hizo el CNA. Esa acci¨®n demuestra que el CNA se considera independiente del Gobierno. Ellos hicieron una declaraci¨®n y yo hice otra distinta, en calidad de presidente de la naci¨®n. El CNA no intent¨® quemar ese informe, lo que demuestra que son muy ecu¨¢nimes, aunque se les critique por ir a los tribunales. La Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n es una instituci¨®n muy respetada, los hombres y mujeres que la constituven hicieron una labor maravillosa en circunstancias dif¨ªciles y, en mi opini¨®n, debemos respetarles a todos, sin excepci¨®n, por lo que han hecho por el pa¨ªs.
¡ªEn el Reino Unido, cuando llego al poder Tony Blair, dijo que iba a emprender lo que denomin¨® una ¡°pol¨ªtica exterior con criterios ¨¦ticos¡±; no pretendo que haga ning¨²n comentario sobre el Reino Unido en concreto, pero estoy seguro de que le gustar¨ªa pensar que Sud¨¢frica tambi¨¦n tiene una pol¨ªtica exterior guiada por la ¨¦tica, vinculada a la Declaraci¨®n Universal. Sin embargo, en ocasiones, ciertos intereses nacionales, como la necesidad de comercio e inversiones exteriores, ensucian las aguas y hacen que sea m¨¢s dif¨ªcil, para alguien que est¨¢ en el Gobierno, mantener un compromiso tan puro en materia de derechos humanos como en la oposici¨®n. ?Qu¨¦ opina sobre este dilema? ?Es un dilema, o no?
¡ªNo creo que sea un dilema. Cuando fui a Estados Unidos por primera vez, durante la rueda de prensa que dimos George Bush y yo despu¨¦s de nuestra entrevista, ¨¦l dijo: ¡°No s¨¦ por qu¨¦ tienen ustedes que colaborar con Cuba y Libia. En segundo lugar, no s¨¦ por qu¨¦ deben emplear la violencia¡±. A la pregunta de la violencia respond¨ª: La historia del mundo muestra que son los opresores quienes determinan los m¨¦todos de acci¨®n pol¨ªtica que utilizan los oprimidos. Si el opresor; por ejemplo, el r¨¦gimen del apartheid?en nuestro caso, utiliza el di¨¢logo, la persuasi¨®n y la critica. el pueblo oprimido no pensar¨ªa jam¨¢s en recurrir a la violencia. Pero cuando el opresor cierra todos los cauces de comunicaci¨®n, de expresi¨®n, endurece la opresi¨®n y utiliza la violencia. le est¨¢ diciendo al oprimido: "Si deseas cambiar de posici¨®n, si deseas acabar con la hegemon¨ªa blanca, emplea los mismos m¨¦todos que nosotros". Esa es la lecci¨®n de la historia. Es la lecci¨®n de Estados Unidos de Am¨¦rica, de su historia. Y, por lo que concierne a Cuba y Libia, ning¨²n luchador por la libertad que presuma de tener principios y al que, cuando estaba solo, en sus peores momentos, le hayan ayudado ciertos pa¨ªses, ser¨ªa capaz luego, en v¨ªsperas de la victoria, de olvidarse de esos aliados siguiendo el consejo de quienes ayudaron al enemigo. Usted no podr¨ªa confiar en m¨ª si lo hiciera, porque podr¨ªa hac¨¦rselo a usted mismo. Me niego. Lo rechazo. Mis amigos son mis amigos, tanto si lucho por la libertad como si estoy en el Gobierno. Tengo principios, y no voy a abandonar a mis amigos s¨®lo porque, gracias a su ayuda, ya he ganado la batalla y ahora estoy en el Gobierno. No voy a hacerlo. Y cuando Estados Unidos protest¨® porque acudiera a Libia, respond¨ª que pod¨ªan retirar su ayuda. Ning¨²n pa¨ªs, por muy poderoso que sea, va a dictar mi pol¨ªtica exterior. Lo que la determina es el pasado. Las relaciones que he tenido con ese pa¨ªs, las aportaciones que han hecho a nuestra lucha. No voy a dejarles s¨®lo porque unos sudafricanos que estaban en el otro bando consideren ahora que no deber¨ªa mantener relaciones con pa¨ªses como Libia. No voy a hacerles caso. Las relaciones exteriores se rigen por la historia com¨²n con cada pa¨ªs, en el pasado y en el presente. Y. si se mira desde el punto de vista del propio inter¨¦s, el inter¨¦s del propio pa¨ªs, Cuba nos ha ayudado enormemente en la lucha. Yen la actualidad nos ayuda con la formaci¨®n de nuestra gente en varias ¨¢reas. Nos env¨ªan m¨¦dicos. ?Por qu¨¦ voy a cortar mis relaciones con ellos? ?Ni lo pienso!
La pena de muerte es un reflejo del instinto animal que sigue presente en los seres humanos¡±
¡ªNaciones Unidas aprob¨® recientemente, por amplia mayor¨ªa, la creaci¨®n de un nuevo organismo, el Tribunal Penal Internacional, con el fin de perseguir a quienes violan los derechos humanos en todo el mundo. Resulta curioso que Estados Unidos fuera uno de los que votaron en contra.
¡ªS¨ª. Muy curioso.
Admiro a Clinton; ha transformado el rostro de la pol¨ªtica norteamericana¡±
¡ª?Tiene usted algo que opinar sobre esta aparente contradicci¨®n, dado lo que Estados Unidos considera que representa?
¡ªHay pa¨ªses, con raz¨®n o sin ella, que pretenden controlar los organismos internacionales, y para un tribunal penal, un tribunal penal internacional, si queremos que obtenga la aprobaci¨®n de varios Estados antes de ponerlo en marcha, esa pretensi¨®n seria la muerte. Por eso se rechaz¨® la actitud de Estados Unidos, y nosotros estuvimos en primera l¨ªnea de ese rechazo, al afirmar que el Tribunal debe ser totalmente independiente de cualquier pa¨ªs para poder desempe?ar sus obligaciones. Y lo logramos. Ahora bien, yo quiero mantener relaciones armoniosas con todas las naciones. incluido Estados Unidos, sobre todo por la contribuci¨®n personal del presidente Clinton. Antes de que ¨¦l llegara a la presidencia nos entrevistamos en varias ocasiones y me ayud¨® enormemente. Y a¨²n m¨¢s desde que es presidente. Tengo gran respeto por ¨¦l. Ha transformado el rostro de la pol¨ªtica norteamericana. Cuenta con el respaldo de los negros, las minor¨ªas, las mujeres, los discapacitados. Es una novedad en la historia de Estados Unidos, y ¨¦l me agrada. Cuando vino aqu¨ª plante¨® una cuesti¨®n muy importante. Dijo: ¡°Los norteamericanos, en nuestra pol¨ªtica exterior, hacemos preguntas equivocadas. ¡®?Qu¨¦ podemos hacer por ?frica?' era una pregunta equivocada. La pregunta que hay que hacer es ¡®?Qu¨¦ debemos hacer con ?frica?¡±. Se gan¨® el apoyo de mucha gente con esas manifestaciones. De modo que tengo gran respeto por ¨¦l, pero no voy a permitir que Estados Unidos dicte nuestra pol¨ªtica exterior.
¡ªCuando usted sali¨® de la c¨¢rcel, la Rep¨²blica Sudafricana, como Estados Unidos, era uno de los Estados con mayor n¨²mero de ejecuciones legales. Cuando lleg¨® al poder, una de las primeras cosas que hizo fue abolir la pena de muerte. Es sabido que, de vez en cuando, con el elevado ¨ªndice de criminalidad que existe en Sud¨¢frica, hay personas, incluso dentro de su propio partido. que alegan entre protestas que habr¨ªa que restaurarla para combatir el crimen con mas eficacia. ?Podr¨ªa exponer su postura?
¡ªSoy contrario a la pena de muerte porque es un reflejo del instinto animal que sigue presente en los seres humanos. No hay pruebas de que la pena capital haya hecho descender el ¨ªndice de delincuencia en ning¨²n sitio. Lo que lo disminuye es que los?criminales sepan que, si cometen un delito, acabar¨¢n en la c¨¢rcel. En otras palabras, lo que hace falta es un sistema policial eficaz, capaz de detectar el crimen. Por eso hemos tomado precauciones para mejorar la capacidad de nuestra polic¨ªa, hemos pedido ayuda al FBI, al Servicio Exterior brit¨¢nico, hemos creado una academia de detectives -algo que hasta ahora no exist¨ªa en este pa¨ªs-, con el fin de mejorar la capacidad de investigaci¨®n de nuestros distintas polic¨ªas. Nuestra polic¨ªa mejora d¨ªa a d¨ªa, de modo que la pena de muerte no es la respuesta. La respuesta es mejorar la capacidad de la polic¨ªa.
¡ªVoy a insistir un poco m¨¢s en el tema de la pena de muerte. Me da la impresi¨®n de que tiene usted una especie de objeci¨®n fundamental, e incluso filos¨®fica, ?Puede explicar algo m¨¢s ese rechazo?
¡ªSe trata de una cuesti¨®n vinculada a la historia de nuestro pa¨ªs. En esta naci¨®n la pena de muerte se ha utilizado como excusa para asesinar, y se aplicaba sobre todo a los negros; los blancos no la sufr¨ªan demasiado...
En esta naci¨®n, la pena de muerte ha sido una excusa para asesinar¡±
¡ªY casi se la aplicaron a usted...
¡ªS¨ª. No hubo nada tan perturbador para m¨ª como leer el editorial publicado en el peri¨®dico Rand Daily Mail, durante el proceso de Rivonia, que afirmaba que los africanos no ten¨ªan dirigentes: ¡°El jefe Lithuli est¨¢ proscrito y confinado en su zona. El l¨ªder del PAC, Robert Sobukwe, est¨¢ en prisi¨®n. Sisulu y Mandela se enfrentan a la pena capital y pueden acabar ahorcados¡±. (Mandela se r¨ªe). Es un aspecto que cuenta en mi rechazo, pero, adem¨¢s, no creo que gan¨¢ramos nada volviendo a implantar la pena de muerte. La minor¨ªa blanca -aunque tambi¨¦n hay algunos negros que son partidarios de ella- piensa, en el fondo, que se utilizar¨ªa otra vez contra los negros, no contra los blancos. Esa es la tradici¨®n del pa¨ªs, pero es una tradici¨®n que ya hemos dejado atr¨¢s.
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