Esp¨ªas
La realidad se parece cada d¨ªa m¨¢s a Kafka y Borges
Recuerdo vagamente con mi memoria de pez que, tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, le¨ª una entrevista con el estupendo autor John le Carr¨¦ en la que se le ve¨ªa un tanto perdido; pensaba que el derrumbe de la URSS hab¨ªa acabado con las historias de esp¨ªas de las que ¨¦l se nutr¨ªa, y pronosticaba que el futuro espionaje solo ser¨ªa industrial. Lo cual demuestra que ser un buen novelista no te convierte en profeta.
Al margen de que el terrorismo fundamentalista ha vuelto a levantar una especie de intangible Tel¨®n de Acero con su trastienda de informaciones secretas, lo cierto es que el espionaje no ha vivido jam¨¢s un momento de semejante esplendor. Incluso nosotros, a nuestro modesto nivel celtib¨¦rico, hemos sido unos pioneros en el asunto. Recuerden el confuso caso del espionaje en la Comunidad de Madrid en 2009; o el reciente esc¨¢ndalo catal¨¢n con la agencia M¨¦todo 3. ?Espiar est¨¢ de moda! Hemos pasado del entrenador personal al esp¨ªa personal y cada uno de nosotros puede llevar su ladilla pegada sin saberlo. Queridos padres preocupados por el incierto futuro de vuestros hijos en la crisis: hacedlos esp¨ªas (o concursantes de Gran Hermano). Todo el mundo parece espiar a todo el mundo tan fren¨¦ticamente que empiezo a intuir la existencia de un sistema demencial seg¨²n el cual la mitad de los ciudadanos emplean su vida entera en volver a leer, escuchar y ver lo que ha escrito, dicho y hecho la otra mitad de la poblaci¨®n. ?Ahora entiendo por qu¨¦ est¨¢n las cosas tan mal en todo el planeta! Los Gobiernos consumen todos sus recursos en el espionaje y no tienen tiempo para gobernar. Adem¨¢s, teniendo en cuenta lo mal que desempe?an las tareas que pueden ser fiscalizadas y controladas, calculen las pifias que deben de cometer en un trabajo secreto. La realidad se parece cada d¨ªa m¨¢s a Kafka y Borges.
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