El futuro de Afganist¨¢n
El previsto di¨¢logo directo entre EE UU y los talibanes pone en guardia al Gobierno de Kabul
La decisi¨®n de Obama de negociar directamente con los talibanes en Catar, sin otra precondici¨®n conocida que la de no volver a hacer de Afganist¨¢n un trampol¨ªn planetario del terrorismo islamista, ha sacudido al Gobierno del presidente Karzai. Pero m¨¢s lo ha hecho que el escenario previsto sea una oficina pol¨ªtica con rango pr¨¢ctico de Embajada, que en su inauguraci¨®n la semana pasada luci¨® bandera talib¨¢n al viento y una placa con la leyenda Emirato Isl¨¢mico de Afganist¨¢n. Washington se ha visto obligado a dar explicaciones y congelar su primer encuentro con los insurgentes, despu¨¦s de que un iracundo Karzai suspendiera las conversaciones con EE UU sobre los t¨¦rminos de su presencia militar en Afganist¨¢n tras su retirada el a?o pr¨®ximo.
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Para los principales implicados ha comenzado la cuenta atr¨¢s que va a sellar el inmediato futuro del pa¨ªs centroasi¨¢tico despu¨¦s de 10 a?os de guerra. El final de la gran partida afgana implica decisiones dif¨ªciles para todos. Para Obama no es la menor presentar a su opini¨®n p¨²blica el comienzo de negociaciones de paz con un enemigo que no ha sido vencido y sigue matando a soldados estadounidenses. Tambi¨¦n para los talibanes, ganadores del gigantesco pulso con Occidente. Sus jefes m¨¢s radicales, convencidos de la fortaleza que les otorga ser capaces de mantener la iniciativa b¨¦lica, estar¨ªan por combatir hasta el adi¨®s definitivo de la OTAN, por entender que es lo m¨¢s rentable pol¨ªticamente. Pero la estrategia de seguir luchando mientras se negocia puede no ser f¨¢cil de justificar ante muchos de sus fanatizados yihadistas.
El proceso en marcha resulta decisivo para Karzai, el eslab¨®n m¨¢s endeble, que tras aceptar inicialmente un di¨¢logo a tres bandas, afirma ahora que su Gobierno ¡ªileg¨ªtimo para los talibanes¡ª no ir¨¢ a Catar mientras las negociaciones de paz no sean totalmente entre afganos. Para el cuestionado Karzai, a quien le queda un a?o de mandato, resulta vital reafirmar su precaria autoridad ante el desenlace que se avecina, pese a su dependencia de tropas y dinero extranjeros para mantenerse en el poder.
Karzai, a quien los acontecimientos se le escapan progresivamente de las manos, se resiste a quedar marginado por un eventual entendimiento entre Washington y los talibanes. Un horizonte distante, pero veros¨ªmil tras la presentaci¨®n de los insurgentes en Doha como un Gobierno alternativo al de Kabul.
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