El Gran Hermano con la ayuda de Google
Buena parte de los datos que utilizan los esp¨ªas brit¨¢nicos y estadounidenses los han recopilado empresas del mundo de las tecnolog¨ªas a las que facilitamos informaci¨®n personal. Su obligaci¨®n es ser transparentes
Las revelaciones de Edward Snowden sobre el aprovechamiento masivo de datos llevado a cabo por los servicios de espionaje de Estados Unidos y Gran Breta?a muestran que la mayor¨ªa de las fuentes de las que est¨¢n extray¨¦ndolos son de propiedad privada. Con frecuencia, se limitan a explotar los montones de datos reveladores que nosotros mismos consentimos en compartir con las grandes empresas del mundo de las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n, normalmente cuando clicamos el bot¨®n de ¡°aceptar¡± en un documento de t¨¦rminos y condiciones legales que nadie se molesta en leer. Lo que nuestros servicios de inteligencia obtienen de forma directa, a trav¨¦s de agentes secretos y esp¨ªas, es una m¨ªnima proporci¨®n de lo que obtienen por medios electr¨®nicos de estas fuentes empresariales. La conclusi¨®n es evidente: si el Gran Hermano regresara en el siglo XXI, volver¨ªa en forma de partenariado p¨²blico-privado.
Las infraestructuras electr¨®nicas que mantienen conectado al mundo forman parte casi en su totalidad de empresas comerciales. Nuestras carreteras son de propiedad p¨²blica, pero nuestras autopistas de la informaci¨®n pertenecen a corporaciones privadas. Por ejemplo, parece ser que el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno brit¨¢nico (GCHQ en sus siglas en ingl¨¦s) en Cheltenham intervino los cables de comunicaciones de supercapacidad que atraviesan Reino Unido sobre la base de unos acuerdos secretos con las empresas propietarias. Seg¨²n informaciones de The Guardian y The Washington Post, el programa Prism de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) obtuvo la cooperaci¨®n de Microsoft, Yahoo!, Google, Facebook, Skype, YouTube y Apple.
Todas estas compa?¨ªas est¨¢n interesadas en obtener toda la informaci¨®n posible sobre las personas que utilizan sus productos, pero para sus propios fines, no los del Estado. El motivo que dan para vigilarnos a todos, que es un motivo aceptable, es que desean proporcionarnos el mejor servicio. Me gusta que mis b¨²squedas de Google me ofrezcan los resultados m¨¢s relacionados con lo que estoy intentando averiguar. Me gusta que Amazon me presente sin cesar sugerencias de libros que pueden interesarme porque suelen ser sugerencias bastante acertadas.
Pero existe tambi¨¦n otra raz¨®n m¨¢s preocupante. Muchas de estas empresas, sobre todo si no nos cobran directamente por el servicio que ofrecen, ganan dinero a base de vender nuestra informaci¨®n a los anunciantes. Cuanto m¨¢s saben sobre nuestros h¨¢bitos, gustos y m¨¢s ¨ªntimos deseos, mejor situadas est¨¢n para ofrecernos como blanco al que dirigir una publicidad individualizada. Si hacemos, por ejemplo, una b¨²squeda con las palabras ¡°pantera rosa¡±, a partir de ese momento no dejan de saltar anuncios de panteras rosas en nuestro ordenador.
Con el espionaje de EE UU colaboran Microsoft, Yahoo!, Google, Facebook, Skype, YouTube y Apple
Esta acumulaci¨®n comercial de informaciones ¨ªntimas y personales es ya de por s¨ª algo para preocuparnos. Las palabras tranquilizadoras que nos ofrecen Facebook, Google y otros ¡ª¡°conf¨ªa en nosotros¡±¡ª no son suficientes. Al fin y al cabo, acabamos de enterarnos de que han compartido parte de esas informaciones con los esp¨ªas. En general, estoy convencido de que lo hicieron a rega?adientes, aunque es inquietante saber que el m¨¢ximo responsable de seguridad de Facebook, Max Kelly, se fue de all¨ª a trabajar a la Agencia de Seguridad Nacional.
La primera vez que sospech¨¦ algo de este tipo fue hace dos a?os, durante una conversaci¨®n con altos directivos de Facebook y Twitter. Cuando empezamos a hablar de las llamadas ¨®rdenes FISA, las instrucciones que, con arreglo a la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, les obligaban a entregar los datos que ten¨ªan sobre determinadas personas o determinados grupos a los servicios de seguridad del Gobierno, les not¨¦ visiblemente turbados. Con una mueca de disculpa, dijeron que no estaban autorizados a revelarme el n¨²mero de ¨®rdenes FISA que hab¨ªan recibido, ni siquiera una cifra aproximada.
Varias de las empresas mencionadas en The Guardian y The Washington Post han respondido diciendo que nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar de Prism, pero han dado cifras sobre el total de peticiones de las fuerzas del orden que recibieron durante seis meses, hasta el final de mayo, relacionadas en su mayor¨ªa, por lo visto, con casos penales, m¨¢s que con el tipo de asuntos previstos en FISA. Por ejemplo, el t¨ªo Sam solicit¨® informaci¨®n sobre 31.000 o 32.000 usuarios de Microsoft, 18.000-19.000 usuarios de Facebook y 10.000 cuentas y dispositivos de Apple. ?Es mucho o poco? Si uno de esos usuarios es usted, es mucho. Yahoo! ha dejado ver de forma bastante expl¨ªcita su bochorno: ¡°Como todas las empresas, Yahoo! no puede dar a conocer legalmente el n¨²mero de peticiones que se nos han presentado hasta ahora seg¨²n las disposiciones de FISA porque esas cifras son secretas; sin embargo, instamos en¨¦rgicamente al Gobierno federal a que reconsidere su actitud en esta cuesti¨®n¡±.
En una democracia, son los ciudadanos los que deben decidir el equilibrio entre seguridad y libertad
Algunos lectores se habr¨¢n dado cuenta de que he utilizado el condicional: ¡°Si el Gran Hermano regresara¡¡±. ¡°?C¨®mo que si?¡± exclamar¨¢n. ¡°El Gran Hermano ya ha regresado, est¨¢ en la NSA, Facebook, Google y el GCHQ¡±. Pero eso es una exageraci¨®n. Es cierto que la cantidad y la intimidad de lo que saben los esp¨ªas y las empresas sobre cada uno de nosotros, en total, supera con mucho los sue?os m¨¢s descabellados de un general de la Stasi. Y eso es un peligro, sin duda. Pero Reino Unido y Estados Unidos no son Estados totalitarios. Vivimos con la amenaza real de actos violentos por parte de radicales de diverso tipo y dif¨ªciles de atrapar, como han vuelto a demostrar hace poco el atentado de la marat¨®n de Boston y el asesinato de un soldado fuera de servicio en Londres. Esas personas son m¨¢s dif¨ªciles de descubrir que un arsenal nuclear sovi¨¦tico.
No obstante, los Gobiernos brit¨¢nico y estadounidense no pueden limitarse a asegurar que el fin de mantenernos a salvo justifica los medios. No es suficiente que repitan que todo se hace con arreglo a la ley, sobre todo cuando las leyes que se utilizan, como la brit¨¢nica Ley de Regulaci¨®n de los Poderes de Investigaci¨®n, son de lo m¨¢s el¨¢sticas. Es insultante que los ministros pretendan apaciguarnos con la frase de que ¡°nunca comentamos los asuntos de inteligencia¡±.
Sin que eso suponga contar a los terroristas nada que ya no sepan, es perfectamente posible, por ejemplo, que el Gobierno de Estados Unidos permita a las empresas revelar el n¨²mero de ¨®rdenes FISA que ya han cumplido. Como ha dicho con insistencia el Gobierno alem¨¢n, de una sensibilidad admirable en las cuestiones relacionadas con la privacidad, el Gobierno brit¨¢nico nos debe ¡ªno solo a los brit¨¢nicos, sino a todos los dem¨¢s europeos de cuyos metadatos se ha apropiado¡ª una declaraci¨®n como es debido sobre el programa Tempora, aparentemente gigantesco, del GCHQ.
Existen numerosos detalles operativos que siempre tendremos que aceptar como cuesti¨®n de fe, pero en una democracia, a la hora de la verdad, somos los ciudadanos quienes debemos decidir d¨®nde establecer el equilibrio entre seguridad y privacidad, seguridad y libertad. Lo que est¨¢ amenazado son nuestras vidas y nuestras libertades, no solo por el terrorismo sino tambi¨¦n por la inmensa depredaci¨®n de nuestra privacidad que se comete en nombre de la lucha contra ese terrorismo. Si esas compa?¨ªas de las que los Gobiernos obtienen la mayor¨ªa de nuestros detalles ¨ªntimos quieren demostrar que siguen estando en el bando de los buenos, que se unan a esta lucha en favor de una mayor transparencia. Nuestro ¡°derecho a saber¡± no afecta solo a los Gobiernos.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige www.freespeechdebate.com, e investigador titular de la Hoover Institution, Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: Ideas y personajes para una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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