?Qu¨¦ fue de aquel otro p¨¢nico?
Oyendo a los responsables pol¨ªticos, podr¨¢ dar la impresi¨®n de que el mundo occidental nunca estuvo tan amenazado
La guerra contra el terrorismo tiene una parte de creaci¨®n imaginaria e irracional, puesto que es una guerra sin armisticio posible y sin paz alcanzable y porque una vez declarada nadie podr¨¢ darla por finalizada, nunca.
Es, adem¨¢s, una guerra casi imposible de criticar porque se alimenta de secreto y profec¨ªas auto cumplidas. Los datos indican que el n¨²mero de v¨ªctimas por terrorismo en todo el mundo es hoy mucho menor que la media de las que hubo durante todo el siglo XX, lo que te¨®ricamente desaconsejar¨ªa la creciente desmesura de los mecanismos de control puestos en marcha desde el 11-S.
Sin embargo, los responsables de esos sistemas de control nos aseguran que son precisamente ¡°sus¡± mecanismos los que han hecho que se produzcan menos v¨ªctimas. ¡°Hemos evitado multitud de atentados¡±, proclam¨® esta semana, por ejemplo, el director de la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana (NSA). Es una declaraci¨®n de imposible comprobaci¨®n, porque la NSA exige el m¨¢s absoluto secreto, de forma que nunca podremos desconfiar de su eficacia (ni tampoco confiar) o valorar la proporci¨®n de los m¨¦todos que aplica y del presupuesto que maneja, porque no podemos conocer en que consistieron esos no-atentados ni a cu¨¢les de esos mecanismos se atribuye su desarticulaci¨®n.
En plena amenaza nuclear nadie organiz¨® formas de control tan masivas como las usadas hoy ante un riesgo menor
Lo absurdo de la situaci¨®n es que miles de empleados de la NSA pueden manejar ese material sensible, pero incluso los ocho ¨²nicos parlamentarios norteamericanos autorizados a examinar documentos de la NSA deben hacerlo en una habitaci¨®n vaciando antes sus bolsillos para no introducir ni bol¨ªgrafos ni papeles, ni art¨ªculos electr¨®nicos, ni nada que pueda recoger testimonio de lo que ve. Por supuesto, tampoco est¨¢n autorizados a hablar del contenido de esa documentaci¨®n. Imposible contrastarla, imposible ampliar el contexto, imposible, realmente, interpretar con independencia lo que ven.
A la vista de los datos reales disponibles, parecer¨ªa que el grado de alarma que origin¨® el 11-S ha bajado varios tonos, no tanto por el control masivo sino por elementos pol¨ªticos externos, como las primaveras ¨¢rabes, que han dado paso a una nueva esperanza, aunque sea dif¨ªcil, para la mayor¨ªa de los musulmanes.
Resulta tambi¨¦n asombrosa la manera en la que se catalogan las amenazas. Oyendo a los responsables pol¨ªticos, podr¨¢ dar la impresi¨®n de que el mundo occidental nunca estuvo tan amenazado, pero, en realidad, eso no es as¨ª, ni mucho menos.
La amenaza de hoy es min¨²scula en relaci¨®n con la que supuso, entre los a?os 50 y 70 del siglo pasado, la llamada amenaza nuclear. Millones de personas se ejercitaron en el mundo sobre qu¨¦ hace en caso de un ataque nuclear y millones aprendieron a guardar agua limpia y productos descontaminantes en cajas de emergencia. Aquel p¨¢nico, que ahora hemos olvidado, fue real, y tr¨¢gico, pero no dio origen a procesos de vigilancia tan gigantescos como los actuales. Es evidente que la tecnolog¨ªa ha avanzado extraordinariamente, pero aun as¨ª, contando con la tecnolog¨ªa disponible en aquel momento, nunca existi¨® una voluntad de control tan desmesurada como la actual.
Durante la llamada ¡°caza de brujas¡± se desat¨® en Estados Unidos, por ejemplo, una clara histeria contra la posible infiltraci¨®n comunista: empezaba la guerra de Corea y la Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªa realizado sus primeras pruebas nucleares. Un senador, Joseph McCarthy, encabez¨® un movimiento de persecuci¨®n de posibles colaboradores comunistas, que caus¨® mucho dolor y que dio origen a terribles listas negras. Pero en total, la Comisi¨®n del Senado que organiz¨® esa caza de brujas cit¨® a menos de 300 personas, hay registros de 500 interrogatorios secretos, y algunos expertos consideran que unas 16.000 personas en total fueron sometidas a vigilancia. Pero no hubo ninguna detenci¨®n sin abogado defensor ni cargos que no fueran p¨²blicos, ni se denunci¨® un caso de tortura ni se aprobaron decretos secretos que permitieran a los gobiernos quebrantar las leyes aplicadas a los dem¨¢s ciudadanos. Y nunca, nunca, se lleg¨® a considerar que era l¨ªcito tratar como sospechosos a todos los ciudadanos.
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