El objeto de mi vida
Hemos pedido a personajes conocidos de diferentes ¨¢mbitos que se inspiren en la novela ¡®El museo de la inocencia¡¯, de Orhan Pamuk, para que desvelen el fetiche al que tienen m¨¢s apego Este es el resultado
El premio Nobel turco Orhan Pamuk escribi¨® la novela El museo de la inocencia, a la que han llamado la gran obra sobre las peque?as cosas. El protagonista recopila objetos cercanos a su amada que le traen recuerdos: unos pendientes, un cenicero, un vaso, un men¨²¡ Como homenaje a esta obra y a los sentimientos que albergan las peque?as cosas, queremos recopilar recuerdos de personajes que admiramos. Todos tenemos alg¨²n objeto entra?able que nos acompa?a en las mudanzas, de ¨¢nimo y f¨ªsicas. Est¨¢n atados a nuestro pasado y pueden parecer absurdos. Pueden ser unos zapatos viejos, el dedal de la abuela, la camiseta de tu primer concierto, el billete de un viaje m¨¢gico o la figura de un zoo de juguete.
El propio Pamuk cita en su libro al poeta y fil¨®sofo Samuel Taylor para reflejar el valor de los objetos que nos transportan a otro mundo: ¡°Si un hombre pudiera cruzar las puertas del para¨ªso en un sue?o y le presentaran una flor como prenda de que su alma ha estado all¨ª realmente, y se encontrara con que tiene la flor en la mano cuando despierta¡ s¨ª, entonces ?qu¨¦?¡±.
Personas conocidas como el fil¨®sofo Fernando Savater, el fot¨®grafo Alberto Garc¨ªa Alix, el compositor Joaqu¨ªn Sabina, la directora de orquesta Inma Shara, el escritor y divulgador Eduard Punset, la fundadora de Ivory Press Elena Ochoa Foster, la escritora Rosa Montero, la dise?adora Carmen March y el propio Pamuk han sido invitados a participar en esta galer¨ªa de sentimientos virtual, desvel¨¢ndonos una pieza escogida del para¨ªso de su inocencia.
El Nobel Pamuk narra en El museo de la inocencia que existen dos tipos de coleccionistas: los vanidosos y los vergonzosos. Los vanidosos se enorgullecen de sus colecciones y las exhiben, mientras que los vergonzosos ocultan en un rinc¨®n lo que han reunido. En este caso, recolectar objetos suele ser un consuelo, a veces obsesivo.
Existen numerosos museos de artistas y creadores llenos de piezas casi insignificantes. Como el de Gustave Flaubert, que conserva mechones de pelo de quien dicen que le inspir¨® para su Madame Bovary; o la casa de Marcel Proust en Illiers-Combray, con las tazas, candeleros, encajes y los libros que le rodeaban. Hasta en la pasteler¨ªa cercana venden todav¨ªa las magdalenas con forma de concha como las que inspiraron su obra. El propio Proust escribi¨® que los muebles de la casa de su t¨ªa fueron vendidos a un burdel tras su muerte y que cada vez que los ve¨ªa sent¨ªa que los sillones y las mesas lloraban. La casa de Fi¨®dor Dos?toievski conserva la colecci¨®n de estampas del autor de Crimen y castigo, de escritores que admiraba, incluso una de El Quijote. Y la de Franz Kafka, llena de manuscritos y objetos que rodeaban al atormentado autor.
Pero quien ha hecho de los libros verdaderas obras de arte ha sido Elena Ochoa Foster. En su casa de Londres guarda una colecci¨®n que rinde homenaje a la edici¨®n artesana y art¨ªstica. Ochoa Foster cuenta con las obras de grandes genios contempor¨¢neos como Eduardo Chillida, Richard Long, Anthony Caro o Anish Kapoor. Por eso quiz¨¢ su objeto en este museo tambi¨¦n es una obra de arte, que le obliga a pararse cuando va deprisa. Como estos libros que hay que hojear a c¨¢mara lenta.
Si el capote defiende al torero de la muerte, a Joaqu¨ªn Sabina la m¨¢quina de escribir que trae a nuestras vitrinas le ha salvado de m¨²ltiples cornadas y le ha permitido hacer grandes faenas. Entre mudanzas, trenes, divorcios y naufragios, su m¨¢quina de ida y vuelta ha llegado para quedarse. Rosa Montero tambi¨¦n sabe de mudanzas y se acompa?a de una placa que sirve de t¨®tem protector, aunque a ella le proteja su talento, su talante, su pluma y sus recuerdos que convierte en met¨¢foras.
La dise?adora Carmen March dud¨® qu¨¦ objeto sumar a este museo y se top¨® con un libro dedicado del pintor Gerardo Rueda, que le provoc¨® sus primeras risas solitarias y literarias. Hoy sonr¨ªe desde la creaci¨®n de moda para Pedro del Hierro, buscando telas y vestidos que vistan la felicidad. Si Carmen se abre paso con la aguja, la directora de orquesta Inma Shara levanta tempestades con la batuta, pues la mueve con tanta energ¨ªa y sabidur¨ªa que conmueve en los liceos, teatros y salas de conciertos. La maneja con la Orquesta Filarm¨®nica de Londres, la Filarm¨®nica de Israel o la Sinf¨®nica Rusa. Dice que un d¨ªa le regalaron un mu?eco, que nos trae a esta exposici¨®n virtual, antes de que el sue?o de ser directora se cumpliera: hoy le acompa?a a las mejores salas de conciertos del mundo, como un amuleto.
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