...Y nunca pasa nada
Desde la pol¨ªtica se cuestiona a la justicia por investigar corrupci¨®n. Mientras, seguimos sin Ley de Transparencia
Cada vez que una decisi¨®n judicial relacionada con la corrupci¨®n implica a pol¨ªticos, el bando adversario salta de gozo y el propio lo devuelve con un rev¨¦s, como si formara parte de una persecuci¨®n general contra su partido. Se suceden las informaciones escandalosas sobre la trama G¨¹rtel y el extesorero B¨¢rcenas, pero pol¨ªticamente no pasa nada. Se sucede la interminable ristra de presuntos delitos en Baleares, Valencia, Catalu?a, pero los efectos pol¨ªticos se producen con cuentagotas. Y la investigaci¨®n por el desv¨ªo de fondos de la Junta de Andaluc¨ªa apunta a elevados niveles de responsabilidad, quedando el proceso de sucesi¨®n de Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n ahogado en un mar de especulaciones. La justicia va muy despacio, la pol¨ªtica presenta una apariencia imperturbable y los ecos que llegan desde esa ¨¦lite es que nada alterar¨¢ proyectos ni calendarios.
Una base importante de la moral p¨²blica, de los valores c¨ªvicos, es que exista confianza suficiente en la polic¨ªa y en la justicia. No es as¨ª en Espa?a, donde la pol¨ªtica se apresura a denunciar maniobras oscuras contra los afectados y sugiere a adictos y simpatizantes que lo pongan todo en cuarentena. Es lo que defendieron el PP y el propio Mariano Rajoy cuando B¨¢rcenas result¨® imputado por primera vez: nadie iba a probar nada en contra de persona tan honorable. Es lo que proclama ahora el PSOE respecto al asunto de los ERE andaluces, cuando se?ala que la juez del caso se injiere en el calendario del partido (calendario que solo conoc¨ªa la direcci¨®n del PSOE andaluz). Una m¨²sica similar procede de la orquesta del nacionalismo catal¨¢n: ¡°Lo que dice la fiscal¨ªa no es palabra de Dios¡±, recu¨¦rdese la reciente aportaci¨®n de Artur Mas.
La desesperante lentitud de la justicia se corresponde con la negativa contumaz de los partidos afectados a aceptar responsabilidades. Si se escucha a los escrutadores de la opini¨®n p¨²blica, la respuesta es que una gran mayor¨ªa de espa?oles creen vivir en un pa¨ªs bastante decente, pero est¨¢n desorientados y profundamente desenganchados de la ¨¦lite y de las instituciones. No hay contestaci¨®n a la democracia como sistema ni s¨ªntomas fuertes de rebeli¨®n, sino un pragm¨¢tico deseo de que la democracia funcione. Les preocupa el fracaso de los resultados cosechados por los que ejercen o han ejercido el poder, se niegan a creer que la crisis econ¨®mica y pol¨ªtica no tenga arreglo, y piensan que el problema reside en que los pilotos (anteriores y actuales) son malos.
Muchas voces hablan de la Ley de Transparencia como la palanca capaz de trocar los males en bienes. Una norma de ese tipo reducir¨¢ la opacidad y disciplinar¨¢ un poco a las instituciones incluidas en el per¨ªmetro de la ley, pero hay pruebas de que no constituye una prioridad, por m¨¢s que Gobiernos de distinto signo se hayan ocupado de ella. El de Zapatero aprob¨® un proyecto en el verano de 2011, si bien ¨¦l mismo disolvi¨® las Cortes a los pocos d¨ªas y la presunta ley se qued¨® en el limbo. El de Rajoy volvi¨® a aprobarlo un a?o m¨¢s tarde, pero el baqueteado proyecto contin¨²a pendiente de tramitaci¨®n parlamentaria en este verano de 2013. Parece m¨¢s urgente que alg¨²n colaborador haga el gasto de denunciar una ¡°causa general¡±, d¨®nde va a parar...
Ser¨¢ muy dif¨ªcil salir de este c¨ªrculo vicioso sin una gran cura de rigor pol¨ªtico. Probablemente eso es m¨¢s importante que discutir de bipartidismos imperfectos o de la edad de los capitanes, porque el hecho de un poder repartido entre muchos no implica garant¨ªas autom¨¢ticas de restablecimiento de la moral p¨²blica, aunque bien es cierto que tampoco las ha dado el poder concentrado en unas pocas formaciones. Mucho depende de la calidad de la democracia interna y del contrapeso de auditor¨ªas externas de cuentas, con publicidad obligada de los resultados.
Mientras todo eso llega ¡ªsi es que llega¡ª, imputar a una veintena de personas sin precisar indicios de delito, como ha hecho la juez Alaya, merece una seria cr¨ªtica. De ah¨ª a dar parte de la existencia de una ¡°causa general¡± va un gran trecho.
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