CSIC
Un lugar repleto de talento y de trabajo bien hecho en muchas disciplinas que se resumen en una: la investigaci¨®n b¨¢sica
Madrid es estos d¨ªas un quemadero. El calor de este t¨®rrido julio se suma al que emiten las hogueras sobre las que muchos dirigentes pol¨ªticos colocan sus extremidades. La frase ¡°pongo la mano en el fuego¡± resuena en las sedes parlamentarias y las de los partidos. La ciudad apesta a carne abrasada. Tanto se usa el t¨®pico que su significado se da la vuelta y sirve m¨¢s para certificar que alguien ha cometido un error, o un delito, que para asegurar la inocencia de la persona a la que se quiere honrar. Hay quien asegur¨® que pondr¨ªa su mano en la parrilla por B¨¢rcenas, por ejemplo.?
Pero hay m¨¢s quemaderos. El Gobierno est¨¢ dejando que se consuma a fuego r¨¢pido una de las instituciones m¨¢s s¨®lidas de este pa¨ªs, el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, el CSIC. Un lugar repleto de talento y de trabajo bien hecho en muchas disciplinas que se resumen en una: la investigaci¨®n b¨¢sica.
Del CSIC es dif¨ªcil que se extraigan ¨¦xitos espectaculares, porque sus trabajadores justamente hacen ciencia, no aplicaciones directas a la industria que sirvan para que las p¨²as de un cepillo de dientes sean m¨¢s finas o que un coche pese la mitad. Esos resultados suelen llegar mucho m¨¢s tarde y son responsabilidad de las empresas que apliquen los avances.
Pero sin esta investigaci¨®n b¨¢sica estaremos definitivamente por detr¨¢s de Botswana en los ¨ªndices internacionales que miden la eficiencia de un pa¨ªs.
Hay que reconocer que el esfuerzo para mantener el CSIC es enorme: este a?o necesitar¨ªa, como poco, lo que cuesta el traspaso de un lateral izquierdo para un club de f¨²tbol de Primera Divisi¨®n. O una cantidad similar a la que, con gran paciencia y sudor, Luis B¨¢rcenas consigui¨® acumular en varios bancos suizos. Un past¨®n.
Hacer esas comparaciones no es demagogia. Es demagogia llamarle ajuste a un aut¨¦ntico crimen social.
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