?Que arriesguen ellos!
Los incentivos fiscales a la vivienda deber¨ªan aplicarse ahora a la innovaci¨®n
Quien haya visitado la ciudad de Praga, habr¨¢ podido comprobar el ambiente cultural que se respira entre sus puentes y sus iglesias. La m¨²sica es la reina de las artes en Bohemia. En Espa?a, los escolares se acercan a la m¨²sica en las escuelas a trav¨¦s de la flauta dulce, ese instrumento con el que los estudiantes aprenden a tocar un par de canciones que odian para el resto de sus vidas. En cualquier cuarto de los trastos de cualquier casa espa?ola que haya tenido ni?os en la escuela, podr¨¢ encontrarse alguna de esas flautas, mordidas y deterioradas, que un d¨ªa se dej¨® por ah¨ª sin que nunca m¨¢s los cr¨ªos preguntaran por ese instrumento con el que creyeron hacer el rid¨ªculo en las fiestas de fin de curso. La medalla al M¨¦rito Civil es poca recompensa para los profesores de m¨²sica que se ocupan de inculcar en sus alumnos una afici¨®n que los padres no consideran de ninguna utilidad comparada con la importancia de las asignaturas de verdad, aquellas con las que podr¨¢n ser algo en la vida. En Praga, la flauta se ha sustituido por el viol¨ªn, siendo normal encontrar por sus calles unas cuantas tiendas donde se venden violines de segunda mano, que los escolares usaron en sus a?os j¨®venes y que, con el dinero de su venta, ahorraron para comprarse otros nuevos y de mejor calidad con los que seguir practicando.
Pero no solo m¨²sica. El teatro parece ser otra de las artes que los praguenses ejecutan y disfrutan con avidez. Por el centro de la ciudad existen varios edificios, con aspecto de inmuebles habitados, en los que se publicitan representaciones de teatro al por mayor. Si el pasajero decide entrar en uno de ellos, se llevar¨¢ la sorpresa de que cuando pasa para comprar su localidad, se encuentra con una especie de patio de vecinos y con escaleras que te¨®ricamente van a dar a viviendas m¨¢s o menos antiguas. Pero no, no son viviendas sino peque?os teatros situados en los ¨¢ticos de esos edificios a los que resulta algo complicado acceder por la estrechez de sus escaleras de caracol. Llegados a la sala habilitada, el n¨²mero de localidades no sobrepasa el de 50. Y en una hora y media se puede disfrutar, sentado en un banco, parecido a los que existen en nuestras iglesias, de una representaci¨®n de marionetas, por ejemplo, maravillosamente ejecutada por cinco o seis j¨®venes que con eso se ganan la vida o, por lo menos, parte de ella.
Cuando el espectador sale a la calle no le queda m¨¢s remedio que preguntar, o mirar en Google, si la Rep¨²blica Checa forma parte de la Uni¨®n Europea. Cuando descubre que as¨ª es, inmediatamente piensa en Espa?a. ?Ser¨ªa posible que en nuestro pa¨ªs se pudieran hacer cosas as¨ª? La respuesta es no, por varias razones:
Espa?a no educa precisamente en la osad¨ªa ni en la imaginaci¨®n
1. Los escolares no tienen una asignatura donde se desarrolle el esp¨ªritu art¨ªstico y se fomente el amor a la cultura en sus diversas manifestaciones. Ya es conocida la declaraci¨®n de algunos de nuestros actores que, cuando dijeron en su casa que se iban a dedicar a las artes esc¨¦nicas, recibieron la incomprensi¨®n de su familia porque no iban a llegar nunca a ser unos actores famosos, ricos y reconocidos; como si estudiando esas cosas que los padres consideran importantes, pudieran llegar a ser un f¨ªsico, un qu¨ªmico, un matem¨¢tico o un fil¨®sofo famoso, rico y reconocido.
2. Porque si un grupo de j¨®venes decidiera instalar un teatro en los sitios en que est¨¢n ubicados en Praga, una inspecci¨®n de los servicios municipales, o de la correspondiente comunidad aut¨®noma, les cerrar¨ªa el negocio nada m¨¢s empezar porque no cumplir¨ªan ni uno solo de los requisitos que las directivas comunitarias obligan a aplicar con rigor aqu¨ª y sin ninguna vigilancia en Praga.
Aqu¨ª no surge ese tipo de iniciativas, pero tampoco aparece ni Google, ni Twitter, ni Facebook, ni Microsoft, ni Nokia, ni nada que tenga que ver con proyectos relacionados con las nuevas tecnolog¨ªas, cuya materia prima es la inteligencia. ?Y por qu¨¦?
Esas iniciativas surgieron fuera de aqu¨ª y de la capacidad de innovaci¨®n de los j¨®venes que se atrevieron a arriesgar, a imaginar y a emprender. ¡°Como no sab¨ªan que era imposible, lo intentaron y lo consiguieron¡±. El sistema educativo espa?ol no es precisamente un modelo de aprendizaje en el riesgo, en la osad¨ªa, en la imaginaci¨®n. Y menos que lo va a ser con el proyecto del ministro Wert, donde de nuevo aparecen las rev¨¢lidas que no persiguen m¨¢s que segregar para que no pasen los que casi siempre se quedaron en el camino y para que los alumnos demuestren que saben lo que les dijeron que se aprendieran. De nuevo un sistema que educar¨¢ para la pasividad y para que el reci¨¦n graduado exhiba un certificado firmado por un rector de universidad, que supuestamente da derecho a ser contratado para hacer aquello que dice el papel que sabe hacer.
Quien se atreve a innovar es dif¨ªcil que tenga apoyo p¨²blico o privado
Tampoco surgen aqu¨ª esas iniciativas porque, aunque la innovaci¨®n y el emprendimiento son las palabras de moda en la sociedad espa?ola, lo cierto es que quien se atreve a innovar es dif¨ªcil que encuentre el acompa?amiento de la iniciativa p¨²blica o privada para arriesgar con aquellos a los que diariamente se les incita a que arriesguen, a que innoven. Resulta necesario y urgente que el Parlamento espa?ol constituya una comisi¨®n capaz de analizar la situaci¨®n en la que viven o malviven iniciativas novedosas e imaginativas, creadas al amparo de ese discurso, pero, a la postre, imposibilitadas de asomar la cabeza en un mercado que, por ley, proh¨ªbe realizar contrataciones dirigidas, so pena de que quien las realice sea perseguido por alg¨²n fiscal anticorrupci¨®n. Bastar¨ªa con que todas las Administraciones espa?olas comprometieran un 1% de su partida presupuestaria correspondiente a inversiones en contratos con ese tipo de empresas, para que el medio ambiente innovador cambiara a mejor en un breve espacio de tiempo. Para eso habr¨ªa que creer en esos j¨®venes innovadores, arriesgar con ellos y por ellos, eliminar de la faz del contratista el concepto de apostar siempre por lo seguro, por lo probado, por lo que ya se sabe como funciona, para atreverse con lo que empieza, con quienes arriesgan, con quienes esperan de la sociedad algo m¨¢s que palabras.
De igual forma, la iniciativa privada deber¨ªa encontrar m¨¢s y mejores est¨ªmulos para invertir en propuestas j¨®venes, llenas de incertidumbres, pero necesitadas de que los inversores privados arriesguen con ellos. Puesto que de riesgo hablamos, ser¨ªa necesario que el Gobierno de Espa?a articulara mecanismos de desgravaci¨®n fiscal para aquellas empresas o inversores privados que decidan apostar por nuevas iniciativas, poco probadas en el mercado establecido, aunque llenas de ilusi¨®n, de horas de trabajo y, seguramente, de ¨¦xito si se apuesta por ellas. Durante a?os, la adquisici¨®n de una segunda vivienda llevaba aparejada deducciones fiscales que hac¨ªan rentable la compra y permit¨ªan que se desarrollara un potente sector de la construcci¨®n en Espa?a. Se ha visto que ese era un camino que nos llev¨® al desastre. ?Por qu¨¦ no se aplica el mismo modelo fiscal pero, en lugar de para invertir en inmuebles, para impulsar iniciativas j¨®venes, imaginativas, novedosas y escalables? Algo deberemos estar haciendo mal cuando teniendo m¨¢s titulados universitarios que nunca (28% mayores de 25 a?os y menores de 65, frente al 24% de media de la UE) tenemos un nivel de paro juvenil insoportable para cualquier pa¨ªs que quiera innovar, avanzar y progresar utilizando ese gran nivel de formaci¨®n.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
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