Nosotros y nuestras caras
Eso de que la cara es el espejo del alma no siempre es cierto. Ser¨ªa sumamente c¨®modo que supi¨¦ramos de qu¨¦ va el tipo que tenemos delante con s¨®lo echarle una ojeada, pero las cosas no funcionan as¨ª. No hay m¨¢s que recordar, por ejemplo, al famoso Jeffrey Dahmer, El Carnicero de Milwaukee (1960-1994), un joven rubio y guapo de aspecto angelical que asesin¨®, tortur¨®, mutil¨® y devor¨® a 17 hombres y muchachos. Claro que los seres humanos siempre le hemos dado una importancia desmedida a la apariencia f¨ªsica y que en nuestra manera de juzgar a los dem¨¢s influyen los prejuicios: los rubios muy blancos y de ojos claros tienden a parecernos m¨¢s educados y finos que los tipos peque?itos, renegridos y peludos, pongamos por caso.
Un caso extremo de esa peligrosa man¨ªa de juzgar por lo externo fue el m¨¦dico y crimin¨®logo C¨¦sar Lombroso (1835-1909), que se dedic¨® a medir cabezas y perge?¨® demenciales teor¨ªas sobre el aspecto f¨ªsico de lo que ¨¦l llamaba criminales natos, que, seg¨²n ¨¦l, ten¨ªan ciertos rasgos espec¨ªficos como, por ejemplo, el rostro asim¨¦trico (?pobre Rossy de Palma!), prognatismo (o sea, ment¨®n prominente, como Felipe II e incluso un poquit¨ªn como el propio Juan Carlos), orejas de gran tama?o (igual que el pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra: se ve que las monarqu¨ªas est¨¢n bien servidas de rasgos supuestamente criminales), un rostro muy ancho (como Mao: y, miren por d¨®nde, ¨¦se s¨ª que fue un asesino) y otros pormenores semejantes. Sus extravagantes conjeturas fueron desautorizadas por la comunidad cient¨ªfica hace tiempo.
Pero, sin meternos en honduras te¨®ricas, hay un dicho del saber popular que me parece bastante atinado: me refiero a eso de que, a partir de cierta edad, cada cual tiene el rostro que se merece. O lo que es lo mismo: no controlamos la cara con la que nacemos, pero al madurar la vamos tallando, o nos va emergiendo a la superficie el verdadero rostro interior. Me puse a pensar esto viendo la foto de Carmen Rodr¨ªguez Flores, concejala de Madrid y diputada auton¨®mica del PP, la protegida del extesorero Lapuerta. No s¨¦ si tienen su rostro en la memoria, pero les aseguro que es tremendo: una cara dur¨ªsima, y con ello no pretendo hacer un juego f¨¢cil de palabras; unos ojos peque?os opacados por toneladas de desprecio al mundo, una boca apretada que s¨®lo parece apta para pronunciar palabras amargas, el peinado como un casco de titanio. Parece un dios azteca a punto de extraerle el coraz¨®n a su v¨ªctima.
¡°Me pregunto qu¨¦ ven esas personas cuando se
Ciertamente ha habido mutaciones f¨ªsicas espectaculares. Por ejemplo, do?a Carmen Polo, la mujer de Franco. Las fotos de su juventud la muestran bastante guapa, la verdad. En su boda est¨¢ fina y cimbreante, morena y delicada, con un aire antiguo y un poco ?o?o, pero no muy distinta de algunas de las actrices del cine mudo de la ¨¦poca. Y con el tiempo, ?qu¨¦ fue de esa peque?a belleza modesta y virginal? Pues que acab¨® convertida en un vampiro. No me digan que do?a Carmen de mayor no guardaba un inquietante parecido a Nosferatu con collar de perlas.
Hay muchas otras derivas carnales estrepitosas, como la de Manuel Fraga, por ejemplo, que de joven ten¨ªa aspecto de opositor empe?oso (lo que era) y de mayor se fue pareciendo m¨¢s y m¨¢s a un moj¨®n de carretera secundaria con el granito medio desmoronado. Y no se confundan: las mutaciones de las que hablo no tienen que ver con el deterioro inevitable de la edad. Los viejos no est¨¢n condenados a traicionarse a s¨ª mismos f¨ªsicamente: acu¨¦rdense de Jos¨¦ Luis Sampedro, por ejemplo; o miren a Ana Mar¨ªa Matute. Ambos han llevado su cara hasta el final. Es como para sentirse orgullosos, me parece.
Porque ahora, adem¨¢s, ese tr¨¢nsito hacia el rostro interior, hacia la cara del Hyde que nos habita y que un d¨ªa termina por emerger, est¨¢ siendo camuflado, alterado y traicionado por el frenes¨ª creciente de las operaciones est¨¦ticas. Ahora a partir de cierta edad ya no s¨®lo tienes el rostro que te mereces, sino tambi¨¦n, y en muchos casos, el que te has pagado. Caras pl¨¢sticas, cl¨®nicas en sus deformidades quir¨²rgicas. A saber qu¨¦ rostro hubieran tenido esas personas sin recoserse, pero dudo que pudiera ser peor que esos destrozos que se ven por la calle de ojos perpetuamente pasmados por el bistur¨ª y mejillas tumefactas por los rellenos. Me pregunto qu¨¦ ven esas personas cuando se miran al espejo: ?Se reconocen? ?Se gustan? ?Se creen que est¨¢n m¨¢s j¨®venes, m¨¢s guapas? Su evidente incapacidad para verse tal y como son demuestra algo que siempre me he temido: que la percepci¨®n que tenemos de nosotros mismos es muy poco fiable y est¨¢ atravesada por un mont¨®n de prejuicios, de deseos y de miedos. Lo cual es inquietante. A veces, cuando me miro en un espejo, no puedo evitar preguntarme si de verdad me veo
Twitter: @BrunaHusky
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.