Al Sisi contra la revoluci¨®n
Los partidos egipcios est¨¢n amedrentados y todos los medios, doblegados
Se ha extendido la idea de que el general Al Sisi dio el golpe de Estado del 3 de julio a petici¨®n del clamor popular y para defender la revoluci¨®n democr¨¢tica egipcia. Es la ¨²nica versi¨®n que se acepta en Egipto. Lo dem¨¢s se considera alta traici¨®n y la polic¨ªa ¡ªo en su defecto la judicatura¡ª act¨²a de inmediato. Es, por supuesto, la versi¨®n que se hace circular desde las canciller¨ªas egipcias, y la que conviene a la opini¨®n p¨²blica internacional, que no simpatiza con los islamistas. Sin embargo, la realidad es totalmente diferente.
Vali¨¦ndose de las protestas contra Morsi, Al Sisi dio un golpe de Estado para acabar con la revoluci¨®n, encarnada en parte por los manifestantes. Apenas una semana despu¨¦s del golpe ya alertaba de ello la premio Nobel de la Paz yemen¨ª Tawakkul Karman: ¡°Volver¨¢n las pol¨ªticas y los hombres de Mubarak. (...) El derrocamiento de Mohamed Morsi, el presidente elegido, mediante una declaraci¨®n militar y su sustituci¨®n por otro, apoyado por todos los poderes, o el asesinato de decenas de manifestantes pac¨ªficos que protestaban por ello, no son sino dos ejemplos de pr¨¢cticas terroristas¡± (Al-Masry Al-Youm, 12/07/2013). Y eso que todav¨ªa no se hab¨ªa producido la masacre de la plaza de Rabaa, que dej¨® m¨¢s de 800 muertos, ni la declaraci¨®n del estado de emergencia (en vigor durante los 30 a?os de presidencia de Mubarak), ni la excarcelaci¨®n del mismo Mubarak o el encausamiento de cualquier opositor, incluido Mohamed El Baradei, otro premio Nobel de la Paz, que en un principio se ali¨® con el bando golpista y al que ahora la fiscal¨ªa acusa de ¡°traicionar la confianza nacional¡±.
El golpe de Al Sisi no fue contra los islamistas, sino contra el proceso democr¨¢tico que llev¨® a los islamistas al poder. El Ej¨¦rcito y las fuerzas de seguridad no ten¨ªan grandes cuentas pendientes con los Hermanos Musulmanes (HHMM), que se hab¨ªan plegado durante el Gobierno de Morsi a sus intereses. Las cuentas pendientes eran, en el fondo, con la revoluci¨®n y las fuerzas democr¨¢ticas. Era una cuesti¨®n de supervivencia: si la democracia segu¨ªa su curso, el ¡°Estado profundo¡± organizado en torno al estamento militar (Ej¨¦rcito, fuerzas de seguridad y judicatura) corr¨ªa el riesgo de desaparecer. Hasta tal punto ha crecido su imperio empresarial que en los ¨²ltimos a?os el Ej¨¦rcito ha prestado al Estado, que se sepa, 2.000 millones de d¨®lares. La c¨²pula militar forz¨® la ca¨ªda de Mubarak para preservar sus privilegios, no para complacer al pueblo, y ha hecho ahora lo propio con Morsi, representante, mal que bien, del proceso democr¨¢tico. Con la gente en la calle, Al Sisi vio una oportunidad de oro para servirse del peculiar mamismo de los egipcios, que da por hecho que si Egipto es ¡°la madre del mundo¡±, el Ej¨¦rcito es la madre de Egipto.
Los militares eliminaron a Mubarak primero y a Morsi despu¨¦s para preservar sus privilegios
Aunque Morsi no es Mubarak, cosa que con frecuencia se olvida, los dos cayeron sobreestimando la lealtad de sus generales. Tantawi y Sisi responden a una misma l¨®gica: la identificaci¨®n entre Estado y Ej¨¦rcito. Cuando en febrero de 2011 el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA) dej¨® caer a Mubarak, mat¨® dos p¨¢jaros de un tiro: se erigi¨® en garante de la voluntad popular y se deshizo, que era lo que m¨¢s le interesaba, de la rep¨²blica hereditaria dise?ada por el dictador, que entregaba el control del Estado a Gamal Mubarak y a una camarilla de tecn¨®cratas neoliberales. Cuando hace dos meses el CSFA secuestr¨® a Morsi, la amenaza era otra: la democracia.
Es cierto que Morsi no acometi¨® las necesarias reformas ni del Ej¨¦rcito ni de los cuerpos de seguridad, pero al recomponer a su medida el entramado civil de la Administraci¨®n heredada de la dictadura puso en peligro el Estado profundo. Uno de los terrenos en los que esto se aprecia con mayor claridad es en la pol¨ªtica de nombramientos de gobernadores civiles, cuyas competencias incluyen, a escala local, las propias del Estado, desde la seguridad a la fiscalidad. Tradicionalmente se designaba para este puesto a altos cargos militares o policiales retirados, por lo que cuando Morsi emprendi¨® su sustituci¨®n por personas afines a la presidencia se le acus¨® de islamizar el cargo, si bien solo 11 de los 27 nombrados pertenec¨ªan a los HHMM. Tras el golpe, las aguas han vuelto a su cauce: en agosto, el nuevo Gobierno ha nombrado a 17 exmilitares, 2 polic¨ªas y 2 jueces entre los nuevos 25 gobernadores provinciales (se ha mantenido a los 6 militares designados por Morsi).
Tambi¨¦n en el ¨¢mbito de los cargos civiles son fundamentales para el Estado militar paralelo los puestos de perfil pol¨ªtico medio. Este verano han sido colocados en los ministerios clave para los negocios de los militares (Vivienda, Agricultura, Transportes, Planificaci¨®n) veteranos bur¨®cratas del entorno del Partido Nacional Democr¨¢tico (el antiguo partido del r¨¦gimen), con buena experiencia en la cooperaci¨®n con los militares y la no interferencia en sus intereses. En compensaci¨®n, y para disimular, el abanico de ministros cuenta con nombres de los que John Kerry pudo decir al d¨ªa siguiente de la toma de posesi¨®n del nuevo Gobierno: ¡°Conozco personalmente a varios, y s¨¦ que son muy competentes¡±.
Se ha identificado islamismo con fascismo y luego con terrorismo
En donde ni la revoluci¨®n ni la contrarrevoluci¨®n han cambiado las cosas es en la ayuda estadounidense al Ej¨¦rcito egipcio: 1.300 millones de d¨®lares al a?o. Esta contribuci¨®n es un insulto a la democracia, por m¨¢s que la cantidad ya no sea muy relevante (no ha variado desde 1979) y los militares cada vez la necesiten menos. Lo m¨¢s ir¨®nico es que ahora en Egipto los m¨¢s enconados enemigos del Gobierno estadounidense son los voceros del r¨¦gimen, no los naseristas o los islamistas. Es algo que no pasa desapercibido en EE UU, aunque de momento no tenga consecuencias pol¨ªticas. Hace pocas semanas, The New York Times (25/8/2012) se hac¨ªa eco de las declaraciones de Tahani El Gebali, vicepresidenta del Tribunal Constitucional entre 2003 y 2012, en las que acusaba a Obama de connivencia con los HHMM argumentando que ?su hermanastro keniano dirig¨ªa un grupo de inversiones de la Hermandad! La vieja paz militar de Egipto con Israel sigue atando de pies y manos a EE UU, y hoy por hoy su apoyo al Ej¨¦rcito golpista le convierte en invitado de segunda del club de Arabia Saud¨ª, Kuwait y Emiratos ?rabes Unidos, que han decidido sufragar la represi¨®n con 12.000 millones de d¨®lares, casi 10 veces la ayuda americana.
Para Al Sisi y la c¨²pula militar, demonizar al islamismo era el camino m¨¢s corto para acabar con la revoluci¨®n. El plan estaba bien trazado. Primero se identific¨® islamismo con fascismo (idea por otra parte con mucho eco en la islamofobia euroamericana). La prensa y los medios de comunicaci¨®n no islamistas se dedicaron a ello desde la elecci¨®n de Morsi. Luego, una vez consumado el golpe, todo islamista se convirti¨® en terrorista (el 15 de agosto ning¨²n gran diario egipcio public¨® en portada una foto de los islamistas masacrados en la plaza de Rabaa, sino im¨¢genes de la ¡°batalla del Estado contra el terrorismo¡±). Y ahora que la represi¨®n ha empezado a hacer mella en los dem¨®cratas que hab¨ªan apoyado la asonada, cualquier voz cr¨ªtica es acusada de islamista. Ninguna disidencia ha quedado a salvo: incluso los llamados ¡°liberales¡± figuran hoy en el campo de la ¡°traici¨®n islamista¡±. Acalladas las ¨¦lites, quedaba la calle.
Barrer a los HHMM de la calle ha sido un paso decisivo para acabar con el espacio p¨²blico como centro de la revoluci¨®n. No es que los hermanos encarnen solos el futuro de la revoluci¨®n, que tal vez s¨ª en este momento, sino que clausurando la calle mediante el toque de queda y el estado de excepci¨®n los militares han ido contra la ra¨ªz del proceso revolucionario. La calle est¨¢ neutralizada, los partidos pol¨ªticos amedrentados y no queda un medio de comunicaci¨®n que no haya sido doblegado. La contrarrevoluci¨®n se ha consumado, utilizando en buena medida a las fuerzas revolucionarias.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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