Un mal precedente

Culpable de espionaje, pero no de ayudar al enemigo. Ese es el veredicto emitido el martes contra el soldado Bradley Manning, autor confeso de la mayor filtraci¨®n de documentos secretos de la historia de Estados Unidos. La juez militar del caso consider¨® a Manning responsable de una veintena de cargos (entre ellos robo y m¨²ltiples infracciones), pero no hall¨® pruebas ¡°m¨¢s all¨¢ de la duda razonable¡± de que el exanalista de inteligencia pretendiera conscientemente aportar informaci¨®n a la red terrorista Al Qaeda cuando entreg¨® al portal Wikileaks cerca de 700.000 documentos militares y diplom¨¢ticos clasificados.

El veredicto, que podr¨ªa haber sido peor al acarrear una sentencia a perpetuidad si no se hubiera desestimado la disparatada acusaci¨®n de traici¨®n, resulta excesivo en cualquier caso. Y la acumulaci¨®n de cargos por los que Manning ha sido declarado culpable, especialmente los referidos a la filtraci¨®n de secretos de Estado, puede suponerle m¨¢s de 130 a?os de c¨¢rcel.

Tratando de fijar pautas de ejemplaridad e intimidaci¨®n, la acusaci¨®n no solo desempolv¨® un delito, el de colaboraci¨®n con el enemigo, que no se utilizaba desde la guerra civil estadounidense, sino que bas¨® su estrategia en la Ley de Espionaje de 1917, por la que hasta ahora solo hab¨ªa habido una condena. La alarma despertada en las organizaciones defensoras de los derechos civiles ante la condena por filtraci¨®n de informaciones consideradas secretas est¨¢ plenamente justificada por las consecuencias de este peligroso precedente para las libertades de expresi¨®n y de prensa. Catalogar como traici¨®n la filtraci¨®n y publicaci¨®n de datos secretos, sin mayores distinciones ni pruebas, cercena los mecanismos leg¨ªtimos de control sobre la Administraci¨®n y amenaza muy seriamente el derecho a la informaci¨®n.

Obama ha declarado una guerra sin cuartel a las filtraciones que en su opini¨®n pongan en peligro la seguridad nacional. Hay al menos siete casos pendientes de juicio por espionaje y violaci¨®n de secretos. Entra en la l¨®gica de sus responsabilidades, pero es igualmente preciso que la Casa Blanca vigile y ponga coto con la misma intensidad a los atropellos y las ilegalidades cometidas en nombre de la seguridad. En mayo, Obama se compromet¨ªa a poner fin a la pol¨ªtica antiterrorista que desde 2001 ha dado cobertura a actos ¡°excepcionales¡±, desde detenciones sin cargos y torturas al espionaje masivo como el que acaba de salir a la luz mediante otra filtraci¨®n. Los hechos cuestionan la sinceridad de su compromiso.

Es inevitable el paralelismo entre Manning y Edward Snowden, el analista que ha revelado el gigantesco sistema de control de llamadas y de Internet a nivel planetario. Dejando de lado el diferente perfil de ambos, est¨¢ claro que la mejor protecci¨®n que puede tener un Gobierno frente a las filtraciones no es amenazar las libertades ni equiparar la denuncia al espionaje, sino cumplir las leyes y defender la esencia de la democracia.