Integridad p¨²blica, venalidad privada
La corrupci¨®n espa?ola no afecta a los servicios p¨²blicos ni a los funcionarios
El clima institucional de nuestro pa¨ªs est¨¢ gravemente deteriorado por lo que se percibe como un s¨ªndrome de corrupci¨®n generalizada. As¨ª lo revelan los indicadores del CIS que, tras la publicaci¨®n en febrero pasado de los llamados papeles de B¨¢rcenas, cayeron entre un 20% (el indicador de confianza pol¨ªtica) y un 30% (el de situaci¨®n pol¨ªtica actual), esper¨¢ndose una nueva ca¨ªda an¨¢loga para los de este ¨²ltimo mes, tras la confesi¨®n judicial del antiguo tesorero del partido en el poder. Sin embargo, si atendemos al ranking de la corrupci¨®n global que viene publicando Transparencia Internacional, advertiremos que nuestra posici¨®n relativa no es tan mala como podr¨ªa parecer, comparada con los pa¨ªses de nuestro entorno. Es probable que nuestros datos empeoren cuando se publiquen los de 2013, pero seg¨²n el ?ndice de percepci¨®n de la corrupci¨®n de 2012, Espa?a se sit¨²a con 65 puntos en la posici¨®n 30? del ranking mundial, mucho m¨¢s cerca de Francia (posici¨®n 22? con 71 puntos) que de Italia (posici¨®n 72? con 42 puntos), aunque a gran distancia todav¨ªa de los europeos del norte que lideran la clasificaci¨®n, encabezada por Dinamarca y Finlandia (con 90 puntos).
?A qu¨¦ se debe esta ben¨¦vola imagen comparada de nuestro pa¨ªs, cuando seg¨²n la prensa dom¨¦stica nuestra corrupci¨®n resulta desmesurada? La explicaci¨®n es muy simple. La metodolog¨ªa usada por Transparencia Internacional recurre a encuestas que investigan sobre todo la pr¨¢ctica del soborno, que es relativamente frecuente en las sociedades emergentes o en los Estados fallidos, pero muy baja en nuestro pa¨ªs. Y para evitar ese sesgo que infravalora la corrupci¨®n espa?ola habr¨ªa que distinguir dos clases de corruptelas distintas entre s¨ª. Por una parte est¨¢ la microcorrupci¨®n de los sobornos a empleados p¨²blicos, que en nuestro pa¨ªs son muy infrecuentes. Una excepci¨®n fue el caso Guateque, una trama de concesi¨®n de licencias expr¨¦s a locales comerciales que fue denunciada hace seis a?os en el Ayuntamiento de Madrid, con m¨¢s de 100 imputados de los que 28 fueron finalmente procesados, siendo solo seis de ellos funcionarios o t¨¦cnicos municipales.
Y luego est¨¢ la macrocorrupci¨®n propiamente dicha, las tramas de cohecho con las autoridades p¨²blicas para la obtenci¨®n de grandes contratos de obras y servicios, as¨ª como de infraestructuras urbanas. Es el caso de las redes clientelares como G¨¹rtel o Filesa, as¨ª como todo el historial de cohechos revelado por la confesi¨®n de B¨¢rcenas. Pero es preciso se?alar que en esta corrupci¨®n a escala macro no intervienen los funcionarios, sino aquellos pol¨ªticos de partido con capacidad para decidir (concejales, alcaldes, consejeros, ministros) y otros cargos de libre designaci¨®n que forman parte de sus redes de confianza, as¨ª como por supuesto los empresarios corruptores y otros intermediarios especuladores o comisionistas. Y debe subrayarse que todos ellos, aunque ocupen cargos p¨²blicos electos, act¨²an en exclusiva defensa de intereses de parte, ya sea movidos por el af¨¢n de lucro que caracteriza a los intereses privados o por el af¨¢n de poder que caracteriza a los partidos pol¨ªticos aunque digan defender el inter¨¦s general.
La regla de oro de la competitividad lleva en la pr¨¢ctica a la corrupci¨®n
Pero por extendida que est¨¦, colonizando grandes ¨¢reas de las Administraciones p¨²blicas, esta macrocorrupci¨®n est¨¢ muy localizada en las altas esferas del poder empresarial y pol¨ªtico, sin que afecte para nada al grueso de los cuerpos de funcionarios y dem¨¢s servidores p¨²blicos. De modo que, contra el estereotipo de PIGS con que nos descalifican los n¨®rdicos, muy bien podr¨ªa sostenerse justamente al contrario que Espa?a es un modelo de integridad p¨²blica, dado que la corrupci¨®n s¨®lo contamina a las c¨²pulas de los partidos pol¨ªticos y los grupos empresariales, siendo un coto privado de la casta dirigente y las hoy llamadas ¨¦lites extractivas. Y as¨ª viene a corroborarlo el nuevo Bar¨®metro Global de la Corrupci¨®n 2013 que acaba de hacer p¨²blico Transparencia Internacional, que eval¨²a el impacto de la corrupci¨®n sobre diferentes sectores institucionales en una muestra de pa¨ªses seleccionados, entre los que figura Espa?a. Y de sus datos se deduce que la corrupci¨®n espa?ola, por comparaci¨®n con nuestro entorno europeo, afecta sobre todo a los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), pero no en absoluto a los servicios p¨²blicos (educaci¨®n y sanidad) ni a los cuerpos de funcionarios, cuyas cifras de integridad o falta de corrupci¨®n son equiparables a las de los pa¨ªses n¨®rdicos, con apreciable ventaja sobre Italia o incluso Francia.
En suma, lo que caracteriza a nuestros servidores p¨²blicos no es la corrupci¨®n, sino la moral c¨ªvica, que les hace anteponer la defensa de los derechos de los ciudadanos a los que prestan servicios por delante de sus propios intereses personales. Nuestros docentes, nuestro personal sanitario, los funcionarios de nuestras Administraciones p¨²blicas, no est¨¢n en venta: ni se venden al mejor postor ni, por tanto, aceptan sobornos. En cambio, los ejecutivos financieros o los empresarios privados s¨ª se venden al mejor postor, y los pol¨ªticos de partido (o de sindicato) tambi¨¦n est¨¢n en venta, a juzgar por la muy elevada corrupci¨®n privada y partidista. ?Por qu¨¦ lo hacen? ?Qu¨¦ hay en los intereses privados y partidistas que les permite caer en la corrupci¨®n? Sin duda lo hacen porque el fin justifica los medios: en el amor, como en la guerra, todo vale. El amor al poder y la riqueza, pero tambi¨¦n la guerra comercial (es decir, la competencia de mercado) y la guerra pol¨ªtica (es decir, la lucha por el poder). En la doble contabilidad de B¨¢rcenas, los empresarios donantes se hacen corruptores para adquirir ventaja sobre sus competidores, y los pol¨ªticos receptores se dejan corromper para adquirir mayor ventaja sobre los partidos rivales.
El problema es que en estos tiempos en que se nos impone por miedo a la crisis el neoliberalismo anglosaj¨®n (Escila) o el ordoliberalismo alem¨¢n (Caribdis), el imperativo categ¨®rico es la sacrosanta competitividad privada. Los neoliberales nos impulsan a privatizar lo p¨²blico para ganar rentabilidad econ¨®mica y los ordoliberales nos exigen ajustar el d¨¦ficit p¨²blico para ganar racionalidad administrativa. Pero en ambos casos el objetivo es el mismo: la competitividad. Es la nueva regla de oro que tambi¨¦n se impone a los servicios p¨²blicos, obligados a competir en un mercado libre donde todo se compra y se vende al mejor postor, lo que en la pr¨¢ctica conduce a la corrupci¨®n por la v¨ªa de la venalidad. Es el destino al que parece conducirnos la liberalizaci¨®n de lo p¨²blico, cuya moral c¨ªvica de servicio al p¨²blico es sustituida y suplantada por la nueva moral lucrativa de servicio al cliente privado. El problema es que con ello se pueda perder tambi¨¦n la integridad p¨²blica, en la medida en que parezca un coste deficitario. Pues ese y no otro es el dilema de nuestro tiempo: competitividad venal o integridad de oficio. Se aceptan apuestas.
Enrique Gil Calvo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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