Casanova: el ¨²ltimo refugio del conquistador
En la tranquila Duchcov (Rep¨²blica Checa), Casanova pas¨® sus ¨²ltimos a?os. Entramos en las estancias donde escribi¨® sus m¨ªticas memorias, un compendio de aventuras, vitalidad, erotismo, filosof¨ªa, ciencia, claves para entender el mundo del siglo de las luces
El aburrimiento ha sido motor de grandes desmanes, pero tambi¨¦n ha dado origen a enormes y proverbiales obras de arte. Es el caso de las Memorias de Casanova o de sus relatos de evasi¨®n cercanos, si no a la ciencia ficci¨®n, s¨ª a la literatura fant¨¢stica, que sirvieron muy probablemente a Julio Verne para inspirar algunas de sus historias.
Si uno ha vivido de bote en bote, ha ido para actor nacido en ambiente de comediantes aunque le metieran a fraile, ha llegado a ser ducho en estudios de Derecho e incluso m¨¦dico de nobles pese a definirse en los primeros nueve a?os de vida como imb¨¦cil; si ha gozado de suficiente sensibilidad art¨ªstica como para dominar la m¨²sica hasta el punto de ser violinista, ha demostrado empe?o para convertirse en viajero empedernido, habilidad para servir de agente secreto al mando de muchos reinos y cortes, suficientemente chulo como para cantar las cuarenta en plan polemista nada m¨¢s y nada menos que a Voltaire¡
Si uno aprecia los placeres de la vida, la buena cocina, la ¨®pera y el teatro hasta el punto de haber podido servir a Mozart y a su libretista Lorenzo da Ponte como asesor para crear Don Giovanni; si te obsesionan la c¨¢bala y las ciencias ocultas tanto como la f¨ªsica, la biolog¨ªa o la qu¨ªmica; si has coqueteado con la masoner¨ªa y nunca, nunca te ha faltado en el lecho alguna de las 132 mujeres a las que has dicho amar¡ Si uno concibe as¨ª pues la vida como una constante obra de arte, cuando no queda m¨¢s remedio que retirarse gracias a la buena disposici¨®n de un arist¨®crata cr¨¢pula con palacio en Dux ¨Choy Duchcov (Rep¨²blica Checa)¨C, donde tienes que aguantar las mezquindades pueblerinas de unos sirvientes envidiosos y con escaso mundo, uno, as¨ª, se aburre. Con raz¨®n.
Pero si te llamas Giacomo Casanova, eres pol¨ªglota, muestras grandes habilidades orales y escritas, llevas la elegancia marcada en el estilo tanto si escribes una frase como si te suenas la nariz; si en la vida no te atraviesa m¨¢s que el horizonte de una nada merecida decadencia; si aun as¨ª persistes en saber, explorar, conocer, seducir, y tu trabajo consiste en ocuparte de una biblioteca bien surtida que a veces debes ense?ar a las visitas, entre las que una buena ma?ana puede dejarse caer el emperador de Austria-Hungr¨ªa, queda mucho tiempo a lo largo del d¨ªa ¨Cexcepci¨®n hecha del que uno emplea en comer, flirtear, jugar a las cartas, al ajedrez o al billar¨C para leer, reflexionar, hacer balance y escribir.
Eso, principalmente, o poco m¨¢s, poco menos, fue a lo que se dedic¨® Casanova durante los dos decenios que estuvo empleado en Duchcov. All¨ª, en la serena Bohemia, hoy se le recuerda con un nombre en el caf¨¦ de la plaza o una placa en la capilla de las afueras donde se le rindi¨® funeral y est¨¢ enterrado. Dos mujeres a la entrada del palacio guardan su memoria entre folletos, contad¨ªsimas visitas guiadas y la pertinente colecci¨®n de objetos y souvenirs que una de ellas cobra tras un mostrador de madera en el que se parapeta cada vez que debe responder a cualquier pregunta por simple que esta sea.
Julio Verne pudo inspirarse en su obra fant¨¢stica ¡®Icosameron¡¯ para tres de sus libros¡±
La otra, la joven Ver¨®nica, asciende por las escalinatas del palacio dieciochesco que pertenec¨ªa a la dinast¨ªa Waldstein e inicia un tour en el que se puede apreciar desde el dormitorio y su escritorio hasta las salas de esparcimiento. En un mero recorrido, imaginamos al gal¨¢n ya decr¨¦pito escribiendo en la biblioteca, contando an¨¦cdotas mientras juega al billar o burlando el aburrimiento y las jugarretas que le hac¨ªa el resto del servicio, a los que corro¨ªa la envidia por la preferencia que mostraban por ¨¦l los se?ores. Al poco de comenzar, Ver¨®nica comenta las glorias de los propietarios en aquella ¨¦poca ante sus escudos de armas y los retratos. Batallas y homenajes musicales ¨CBeethoven dedic¨® una sonata para piano a su estirpe¨C se mezclan con el gris¨¢ceo y verdoso silencio que emana de los jardines, y en el discurso de la experta no encontramos rastro de los claroscuros que pueblan el car¨¢cter de Joseph Karl Emanuel de Waldstein-Wartenberg, el noble que acogi¨® bajo se protecci¨®n a don Giacomo. Si bien es conocido que lleg¨® a ser chambel¨¢n del emperador Jos¨¦ II de Austria, no hay ni pistas de otros rasgos en los que en su d¨ªa se fijaron Joseph Le Gras y Raoul V¨¨ze para narrar Los ¨²ltimos a?os de Casanova (Atalanta).
Seg¨²n estos autores, adem¨¢s de pertenecer a la nobleza pr¨®xima al emperador, Joseph Karl Emanuel ten¨ªa sus cuitas y sus vicios. Se?or sui generis que se entreten¨ªa con los beneficios de su f¨¢brica de lencer¨ªa, sus viajes, sus relaciones con el mundo del espect¨¢culo y sus exc¨¦ntricas org¨ªas, no pod¨ªa encontrar mejor asesor para sus juergas que el mayor experto en excesos de Europa.
Pero don Joseph Karl Emanuel era de car¨¢cter inquieto y se ausentaba varias veces al a?o de su palacio. Entonces Casanova quedaba como uno m¨¢s. Un sencillo empleado con su cometido: cuidar de la biblioteca. Era entonces cuando la buena y discreta disposici¨®n de sus compa?eros de trabajo se tornaba en vileza. Los empleados, instigados por el mayordomo Faulkircher, le ridiculizaban; trataban de pillarle en alg¨²n renuncio, exageraci¨®n o fantasmada; le montaban complots y esparc¨ªan sospechas basadas en sus andanzas, como la de que hab¨ªa dejado embarazada a la joven Dorotea, hija del portero, cosa que finalmente Casanova pudo desmontar con la verdad: que el hijo que esperaba era de Xavier Sch?ttner, pintor del castillo, con quien finalmente pasar¨ªa por la vicar¨ªa.
La tensi¨®n puede leerse en otro volumen editado recientemente, el de las Cartas a un mayordomo, publicado por la peque?a y audaz editorial Sd Edicions. Para que sigan el tono, una muestra de la dureza no exenta de protocolo que se gastan entre ¨¦l y el amigo Faulkircher: ¡°Vuestro car¨¢cter se rebela sobre vuestra fisonom¨ªa con tanta claridad que, a pesar vuestro, se manifiesta a primera vista. En los laberintos que las arrugas forman sobre vuestra faz ajada se descubre el odio, la bajeza, la malicia y la ignorancia ambiciosa¡¡±.
En medio de tal ambiente, Casanova se concentra en su producci¨®n literaria. Esta abarca principalmente su obra memorial¨ªstica, numerosos escritos pol¨ªticos y filos¨®ficos como La historia de las turbulencias de Polonia, Refutaci¨®n a la Historia del gobierno veneciano de Amelot de Houssaie, sus Reflexiones sobre la Revoluci¨®n Francesa¡ pero tambi¨¦n novelas de evasi¨®n, como el Icosameron. La historia de unos enanos que pueblan la Tierra por dentro pudo servir de inspiraci¨®n a Julio Verne y, entre otras, su Viaje al centro de la Tierra, seg¨²n algunos expertos. Jaime Rosal, responsable de las ediciones de los dos libros citados, irreductible casanovista, comenta esa conexi¨®n precursora: ¡°La hip¨®tesis de Lor¨¦dan Larchey respecto a la supuesta compra por Verne del argumento de Veinte mil leguas de viaje submarino a Louis Michel por cien francos hace sospechar que en ¨¦l los pr¨¦stamos eran habituales¡±.
Llegaron a pensar que Casanova fue una invenci¨®n de Stendhal
Para este escritor no resulta extra?o que Verne tuviera acceso a alguno de los 340 ejemplares del Icosameron. ?Le inspir¨®? ?Plagi¨®? ?Le homenaje¨®? ¡°En su Viaje al centro de la Tierra, Verne hace que sus protagonistas regresen a la superficie terrestre gracias a la erupci¨®n del Estr¨®mboli, un m¨¦todo similar gracias al cual Edouard y Elisabeth, protagonistas de la obra de Casanova, regresan a su vez a la Tierra. Por otra parte, en Las indias negras, otra novela con expedici¨®n al interior del planeta, Verne alude a un sistema de notaci¨®n musical basada en los intervalos de los tonos, lo que recuerda la transcripci¨®n del lenguaje de los megamicros, habitantes del interior de la Tierra en el Icosameron. Por ¨²ltimo, los protagonistas de Veinte mil leguas de viaje submarino, al igual que los de dicha novela, son absorbidos por el Ma?lstrom a las profundidades marinas. ?Demasiadas coincidencias?¡±, se pregunta Rosal.
Pero la creaci¨®n cumbre de Casanova es inimitable. La Historia de mi vida, las memorias, una de las grandes obras maestras del XVIII y de todos los tiempos, cuyas m¨¢s de 3.000 p¨¢ginas el autor redact¨® en tan solo tres a?os. Desde su nacimiento en Venecia hasta sus aventuras por toda Europa, la audacia, la diversi¨®n, el estilo, la inabarcable curiosidad, la versatilidad de g¨¦neros, el mundo, la vida al detalle, las costumbres, los valores morales, la enorme amplitud mental que le llev¨® a escribir en las primeras p¨¢ginas: ¡°El relato de mi vida no es un relato dogm¨¢tico¡±, la constante b¨²squeda y los saltos que nos llevan de las disquisiciones cient¨ªficas a las propuestas filos¨®ficas, de la pura aventura ¨Cculmen en la parte dedicada a su huida de la prisi¨®n de Los Plomos, en Venecia, de donde nadie hab¨ªa conseguido escapar jam¨¢s¨C al gusto en el que se adentra para comentar sus conquistas, Casanova logra una obra total, un repaso extenso a su tiempo y su espacio geogr¨¢fico, fundamental para comprender cu¨¢les eran los resortes humanos, morales, econ¨®micos, pol¨ªticos y sociales en la Europa del siglo XVIII.
Rosal lo reivindica como cl¨¢sico fundamental. ¡°En Casanova se atisban indicios de la literatura prerrom¨¢ntica o rom¨¢ntica, aunque su adscripci¨®n al neoclasicismo resulta insoslayable. Sus fuentes, a las que recurre sistem¨¢ticamente, son Horacio y Ariosto. Sin lugar a dudas, sus memorias son una obra capital del siglo XVIII a la que es obligado recurrir para comprender la vida social del Siglo de las Luces. Por derecho propio, Casanova ha ingresado con pie firme en el pante¨®n de los inmortales¡±.
Las escribe ya afrontando sus ¨²ltimos a?os. El declive de un personaje as¨ª ha dado tambi¨¦n obras de ficci¨®n como El regreso de Casanova (El Acantilado), de Arthur Schnitzler, pero fue tan productivo que rent¨® para la posteridad. El hecho de que el relato de sus andanzas concluya en 1773 y escamotee al lector 20 a?os de su vida ¨Chasta que finaliza su redacci¨®n en 1793¨C ha dado lugar a infinidad de teor¨ªas. El deber de guardar discreci¨®n por sus actividades como esp¨ªa es la raz¨®n que todos los expertos apuntan para explicar su silencio sobre aquel periodo.
Dos mujeres guardan hoy su memoria en este solitario palacio de la serena Bohemia
Todo ello m¨¢s la compleja historia de las sucesivas publicaciones de la obra llevan tambi¨¦n a la sospecha de si fue un personaje real. ¡°Cuando Casanova fallece en 1798, Carlo Angiolini, el marido de su sobrina, que le asisti¨® en sus ¨²ltimos momentos, se hace con el manuscrito de sus memorias. La familia lo conserva para venderlo posteriormente al editor ?Brockhaus de Leipzig¡±, comenta Rosal. Este comienza a sacarlo a la luz de manera fragmentaria, hasta que llega a publicarlo por completo y por entregas entre 1824 y 1828, traducido al alem¨¢n por Wilhelm von Sch¨¹tz.
Escritas originalmente en franc¨¦s, no aparecen en esta lengua hasta que se le da la vuelta al texto de la traducci¨®n alemana a su lengua natural. Lo hace Tournachon-Moulin y el ¨¦xito es tal que Brockhaus contraataca con el manuscrito original revisado por el acad¨¦mico de Dresde Jean Laforge. Pero hay que esperar hasta 1924 para encontrar una versi¨®n fiel de referencia en La Sir¨¨ne. La base para las siguientes. ¡°Todas estas ediciones, traducciones y retraducciones suscitan la sospecha de que las memorias, y el propio Casanova, son obras de la ficci¨®n, pues son pocos, a excepci¨®n del pr¨ªncipe de Ligne en sus M¨¦langes militaires, litt¨¦raires et sentimentaires (1797¨C1811), los que han dejado cumplido testimonio del personaje y de la existencia de sus memorias. En 1923, Edouard Maynial en su Casanova et ?Stendhal, teniendo en cuenta que Henri Beyle se serv¨ªa de ese seud¨®nimo para firmar sus obras como Stendhal, apunta a que las memorias bien pudieran ser una invenci¨®n del autor de La cartuja de Parma¡±, explica Rosal.
Aunque de eso, a estas alturas, no cabe duda. Exagerado. Quiz¨¢ fuera el creador de aquellos escritos, pero ante todo se nos presenta de pura carne y hueso, esencia barroca, excesivo, vital, entregado, audaz, desafiante y desenfadado ¨Cque no fr¨ªvolo¨C como pocos.
De todo ello hace balance ya retirado ¨Caunque con tendencia tambi¨¦n a escaparse¨C en Duchcov. Centrado en su ¨²ltimo amor epistolar ¨CCecilia, condesa de Roggendorf¨C, una joven dama h¨²ngara que le hab¨ªa solicitado correspondencia epistolar continuada, va sintiendo desvanecerse la vida en las manos. Entre coqueteos a tinta y enso?aciones que le llevan a compararla con Zenobia, la reina de Palmira retratada por Miguel ?ngel, Casanova lucha con la lenta e indeseada decrepitud de quien se bebi¨® la vida.
La pr¨®stata se le rebela, su vejiga se debilita al tiempo que preparan un encuentro que no se llega a dar. Pero s¨ª el cuidado de sus amigos y queridos familiares: Carlo Angiolini, Elisa von der Recke¡ Hasta que el 4 de junio de 1798, con 73 a?os, fallece, quiz¨¢ en la silla con terciopelo rasgado donde, seg¨²n Ver¨®nica, la gu¨ªa de este palacio, exhal¨® su ¨²ltimo suspiro. Una rosa marchita trata de simbolizarlo. La postura de su muerte podemos imaginarla pl¨¢cida, pero resistente. Casanova vive entre sus paredes.
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