Fiebre de agosto
Espa?a tiene la raz¨®n de su parte sobre Gibraltar, pero debe medir antes los efectos de sus acciones
Sobre el fondo del contencioso hist¨®rico de Gibraltar se recortan cada cierto tiempo episodios inamistosos sobre el terreno que tensan la relaci¨®n entre las partes. Desde la elecci¨®n a finales de 2011 del nuevo ministro principal de la colonia, Fabian Picardo, esos episodios han tenido lugar sobre todo en relaci¨®n a la jurisdicci¨®n sobre las aguas de la bah¨ªa de Algeciras. Ya en marzo de 2012, el Gobierno del Pe?¨®n decidi¨® romper el convenio de pesca vigente desde 1999, y son constantes las acciones de acoso a los pesqueros y a las patrulleras de la Guardia Civil que los protegen. Ahora ha ocurrido el episodio del lanzamiento de 70 bloques de cemento en la bah¨ªa, con desprecio de sus efectos medioambientales y sobre la pesca.
Lo nuevo es la actitud del Gobierno espa?ol, que ha decidido responder a esas provocaciones. Ya el 9 de octubre pasado la representaci¨®n espa?ola en Naciones Unidas hizo saber a las autoridades del Pe?¨®n que su pol¨ªtica respecto al contencioso (y los contenciosos) iba a endurecerse si no cambiaba su actitud. Ese es el marco del conflicto actual. Rajoy ha confirmado su intenci¨®n de proseguir con las medidas de presi¨®n (controles reforzados, entre otras) hasta que Londres acepte negociar seriamente; y plantea llevar los problemas inmediatos a una mesa en la que junto a Reino Unido y Espa?a est¨¦n presentes las autoridades de Gibraltar y las de Andaluc¨ªa, como Administraci¨®n con competencias sobre pesca y medio ambiente. Algo que seg¨²n el Gobierno espa?ol estaba apalabrado desde 2012, pero incumplido por Londres.
Pero sobre la cuesti¨®n de fondo, la soberan¨ªa, se ha planteado la posibilidad de aprovechar la presencia de turno de Argentina en el Consejo de Seguridad para lanzar una ofensiva diplom¨¢tica conjunta sobre las Malvinas y Gibraltar. Esto son palabras mayores, y no se podr¨ªa ni plantear sin un firme consenso interno. Ambos casos tienen en com¨²n que se trata de situaciones coloniales residuales, y que en ambos se contrapone el criterio poblacional (la opini¨®n de sus habitantes) y el territorial (el marco f¨ªsico del que forma parte). Ser¨ªa injusto aplicar ¨²nicamente el primer criterio, pues basta con llenar el territorio de colonos para obtener una mayor¨ªa favorable al statu quo. Los brit¨¢nicos han llegado a admitir f¨®rmulas de cosoberan¨ªa, pero siempre que fueran aceptadas por la poblaci¨®n gibraltare?a. Lo que equivale a anular esa posibilidad.
Editoriales anteriores
Como cada vez que el tema de la soberan¨ªa se ha planteado en el marco internacional, se ha invocado el riesgo de que tenga efectos sobre el estatus de Ceuta y Melilla. Por supuesto que su situaci¨®n es muy diferente, empezando porque siempre han sido ciudades espa?olas y nunca colonias; pero una visi¨®n realista no puede ignorar que si un d¨ªa Londres aceptase un acuerdo de devoluci¨®n de Gibraltar, como hizo en Hong Kong, aplicando el criterio territorial, es seguro que Marruecos replantear¨ªa la cuesti¨®n con apoyos internacionales de los que hoy carece.
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