Los l¨ªmites del bien

Si t¨² eres Estado, cualquier forma de Estado (y la mafia ha devenido en una de ellas), puedes, desde un helic¨®ptero, jugar al tiro al blanco con civiles de cualquier pa¨ªs amigo o enemigo. Pero si eres un piernas, como el sujeto de la fotograf¨ªa, te condenar¨¢n a m¨¢s de cien a?os por la comisi¨®n de un acto heroico como el de denunciar, por ejemplo, que el Estado espa?ol, transformado ya en mafia, juraba a la familia de Jos¨¦ Couso que se dejar¨ªa la piel en la detenci¨®n de sus asesinos a la vez que aseguraba al Gobierno norteamericano, protector de los criminales, que todo era un parip¨¦ para calmar a la opini¨®n p¨²blica. De ah¨ª que si decides matar, robar, secuestrar o asesinar porque todo ello forma parte de tu condici¨®n, de tu car¨¢cter, debas inscribirte primero en alguna clase de Estado o mafia que te proteja las espaldas. En caso contrario, te ver¨¢s, como este pobre chico, acusado de ayudar al enemigo. ?A qu¨¦ enemigo? Permanece sin especificar porque hoy los Estados, sobre todo si son los Estados Unidos de Am¨¦rica, no necesitan hacerlo. Dibujan una raya y dicen: hasta aqu¨ª llega el bien y hasta aqu¨ª llega el mal. Si caes en el lado de all¨¢, est¨¢s jodido, aunque seas una persona decente o medio decente. Si caes en el de ac¨¢, en cambio, puedes empalmarte mientras sujetas con correas a un preso sobre el que no pesa cargo alguno y le obligas a comer a la fuerza, por medio de una sonda, para que su huelga de hambre no le estropee la postal a Obama. Cualquier perversi¨®n es posible en el lado de ac¨¢, pero hay que hacerse socio, y este pobre chico, Manning, lo ignoraba.