La incomodidad de ser princesa
Chelsea Manning, todav¨ªa como hombre y ciudadano, prueba una habilidad extraordinaria para ridiculizar a¨²n m¨¢s la aparatosa Administraci¨®n americana
Algo pasa con Letizia, y todo el mundo quiere saber. No es solo que se marche de Mallorca antes de almorzar, sino que en aquella cena de autoridades estaba su familia pol¨ªtica sobre la alfombra y ella en el borde. Como a disgusto, marcando distancias. Le han criticado que deber¨ªa aparentar m¨¢s respeto por la familia que la ha convertido en princesa. Otros consideran que Letizia es escrutada para fastidiarla a ella y no a su esposo. Ella ser¨ªa un cortafuegos al que nadie le celebra sus logros, como por ejemplo el de encabezar la lista de las mejor vestidas de la edici¨®n internacional de Vanity Fair.
Quiz¨¢ sea un logro que a ella, en su empe?o por alejarse del glamour, le sobre. ?Cuando te escogen en esa lista es por algo! Estar all¨ª, code¨¢ndote con Beyonc¨¦, podr¨ªa ser el sue?o del soldado Manning, que ahora desea convertirse en mujer en la incomodidad de la c¨¢rcel, donde entra como militar y saldr¨¢ como se?ora en 35 a?os, si no logra reducir la condena poniendo en jaque al ej¨¦rcito m¨¢s caro del mundo. Manning, todav¨ªa como hombre y ciudadano, prueba una habilidad extraordinaria, reflejos suficientes para ridiculizar a¨²n m¨¢s la aparatosa Administraci¨®n americana. Tampoco, como Chelsea, podr¨¢ imaginar las complicaciones de ser princesa y sospechar que el malestar de Letizia se debe a que, al igual que muchos espa?oles, no traga ciertas cosas de su familia pol¨ªtica.
Letizia est¨¢ viviendo la situaci¨®n de no estar c¨®moda y ser inc¨®moda. Parece que Letizia y el jefe no se llevan tan bien desde el principio, desde que ella pusiera ¨²nicamente como ejemplo inestimable a la Reina y no al Monarca, el d¨ªa de su presentaci¨®n oficial. Ah¨ª empezaron los problemas. Pero es que ahora quien ha tenido que disculparse por su mal ejemplo es precisamente el jefe, y eso debe de haber puesto la relaci¨®n un poquito m¨¢s dif¨ªcil con todos y todas. Si ya no se llevaban muy bien, es probable que ahora se guarden menos cari?o. Y respeto. Se ha convertido en un problema llevadero que le ha hecho descubrir a Letizia la incomodidad de ser princesa.
No es tan f¨¢cil ser princesa. Ni primera dama. La de Siria ha visto c¨®mo sus edulcoradas im¨¢genes en Instagram reciben comentarios justicieros. Mientras le entrega una especie de barbie siria, aparentemente libre de armas qu¨ªmicas, a una ni?ita, los usuarios comentan: ¡°Esto es para que olvides el asesinato de tus padres¡±. Otras princesas reales no tienen siquiera el solaz de leer comentarios adversos en sus redes. Si no, que se lo pregunten a Masako, la exdiplom¨¢tica que al convertirse en aspirante al trono del Crisantemo entr¨® en una depresi¨®n en la que ya lleva casi los tres lustros de deflaci¨®n econ¨®mica japonesa. La coronaci¨®n de M¨¢xima de Holanda la reflej¨® animada y con tir¨®n entre sus hom¨®logas, seguramente por cortes¨ªa o porque todas quer¨ªan conocer los medicamentos necesarios para aguantar tan imperial vela. Las princesas a las que se ve felices son M¨¢xima y Matilde porque han dejado de serlo. Ahora son reinas.
Es cierto que las princesas hacen cosas buenas, y a veces tardamos en reconoc¨¦rselo. La ¡°entra?able¡± princesa Corinna pudo haber tenido algo que ver en el AVE a la Meca. Y de la ceca a la meca, pas¨® de la comodidad del anonimato, disfrutando de piscina climatizada en la Ardangarilla, a nadar en las aguas radiactivas de los medios. Casi medi¨® incluso para que Urdangarin encontrara un empleo sano y pudiera contener esa otra fuga radiactiva, casi comparable a la de Fukushima, que son sus problemas con la justicia.
Esto podr¨ªa arreglarse un poco si ejercieran m¨¢s contacto con la realidad. Ese fue el gran secreto de Diana de Gales, la princesa inc¨®moda por excelencia y por deseo, que impuso en la monarqu¨ªa la sensaci¨®n de accesibilidad. Hablaba y tocaba a la gente sin barrera alguna. Era su manera de hacerse o¨ªr. Y notar.
Tanto en el d¨ªa de la muerte de Diana, hace 16 a?os, como hoy, el pe?¨®n de Gibraltar ha estado all¨ª e incomodando a ambos reinos. La prensa inglesa le dedica portadas y reportajes a la princesa, y un peque?o recuadrito al conflicto diplom¨¢tico. Aqu¨ª se insiste en hacer de Gibraltar un tema importante, deseando que una oleada de patriotismo disuelva conflictos, no tan qu¨ªmicos ni radiactivos, pero s¨ª muy inc¨®modos para sus votantes. Lo que no calibran Rajoy y los suyos es que para la prensa inglesa, Espa?a es cada vez m¨¢s una olla a presi¨®n. Un rey que pide disculpas, un presidente huidizo que se equivoca, una princesa que quiere alejarse de la foto oficial. Les asombra que nos aferremos a un pe?azo cuando todo alrededor hace agua. Por ahora mantienen silencio, pero cuando menos lo esperen son capaces de entrevistar a B¨¢rcenas para que se luzca mostr¨¢ndonos su correcto ingl¨¦s, de averiguar cu¨¢ntos e-mails desconocemos de Diego Torres. Y hasta ofrecerle a la princesa Letizia un futuro de rock and Rolex para que hable a coraz¨®n abierto en un programa de la BBC, como hiciera Diana de Gales, convirtiendo su ca¨ªda de pesta?as y mirada de Bambi en inesperadas armas qu¨ªmicas.
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