El avispero sirio
El retraso en actuar de la comunidad internacional dificulta ahora una intervenci¨®n
El presunto ataque qu¨ªmico denunciado por la oposici¨®n siria ha sacado de su marasmo a la comunidad internacional, aunque la cacofon¨ªa de voces y la compleja situaci¨®n sobre el terreno no permiten avizorar una salida clara.
El r¨¦gimen sirio accedi¨® ayer a que un equipo de la ONU acuda a los barrios del este de Damasco donde, seg¨²n los rebeldes, cientos de personas murieron el pasado mi¨¦rcoles. M¨¦dicos Sin Fronteras ha confirmado que hubo un ataque con gas en la zona se?alada.
Y rebeldes y Gobierno se culpan mutuamente de la agresi¨®n, que coincidi¨® con la llegada de la misi¨®n de la ONU a Damasco para investigar tres supuestos ataques anteriores. El s¨¢bado, el r¨¦gimen denunci¨® haber encontrado bidones con material t¨®xico en t¨²neles usados por los rebeldes en el distrito de Jobar, algo que tampoco ha podido ser verificado.
Mientras Reino Unido y Francia se?alan directamente a Bachar el Asad y hacen campa?a por una intervenci¨®n inmediata y contundente, Rusia e Ir¨¢n culpan a los rebeldes de haber orquestado el ataque para desencadenar una operaci¨®n internacional en el momento en que las tropas del r¨¦gimen est¨¢n consolidando sus posiciones. Algo, a?aden, que no van a tolerar con los brazos cruzados.
Las miradas se vuelven a Obama, cuya credibilidad est¨¢ en juego desde que hace un a?o prometi¨® actuar en Siria si se utilizaban armas de destrucci¨®n masiva. Urgido m¨¢s por la presi¨®n externa que por su propio convencimiento, el presidente estadounidense ha reforzado la presencia naval en la zona, pero ha dejado claro que no tiene intenci¨®n de intervenir militarmente hasta no tener todos los elementos en la mano y, a ser posible, el improbable respaldo de la ONU. Escarmentado con Irak y Afganist¨¢n, lo ¨²ltimo que quiere Obama (y sus compatriotas) es verse embarcado en otra costosa guerra en Oriente Pr¨®ximo. M¨¢xime cuando, en este caso, todas las opciones son malas: de un lado, El Asad, Ir¨¢n y Hezbol¨¢; del otro, un frente rebelde dividido, en el que predominan los islamistas radicales, algunos aliados con Al Qaeda.
Editoriales anteriores
Las potencias occidentales tardaron en implicarse en Siria porque pensaron que El Asad ten¨ªa los d¨ªas contados. Y esa misma tardanza es la que ahora dificulta extraordinariamente la intervenci¨®n. Al contrario de lo que ocurri¨® en Libia, el r¨¦gimen no implosion¨®, y la situaci¨®n ha derivado, al cabo de dos a?os y medio, en una brutal guerra sectaria que enfrenta a sun¨ªes, chi¨ªes, alau¨ªes, cristianos y kurdos. Nadie quiere poner las botas en Siria y se estudia una ofensiva con misiles tierra-aire contra objetivos militares y, tal vez, una zona de exclusi¨®n a¨¦rea. Las opciones son escasas y el riesgo de inflamar toda la regi¨®n es alto. Pero la inacci¨®n, al mismo tiempo, mandar¨ªa una p¨¦sima se?al. Con las espadas en alto, la conferencia sobre Siria prevista en Ginebra en octubre parece un sarcasmo, pero es la ¨²nica alternativa pac¨ªfica que queda.
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