?Qu¨¦ pasa en Egipto?
Por grande que sea el apoyo que tienen de las clases medias y de las ¨¦lites financieras, los militares no podr¨¢n solucionar los enormes problemas sociales y econ¨®micos del pa¨ªs. Se inicia una ¨¦poca de graves turbulencias
El golpe de Estado del Ej¨¦rcito egipcio es una revancha no solo contra los islamistas sino, sobre todo, frente a la revoluci¨®n de febrero de 2011. Las protestas de la plaza de Tahrir de aquel a?o sorprendieron a los militares tanto como a Hosni Mubarak. Llegaron en un momento en el que hab¨ªa un grave problema de sucesi¨®n en el sistema pol¨ªtico. Durante la ¨²ltima d¨¦cada, una parte importante de la clase dirigente no aceptaba el modelo de rep¨²blica hereditaria que Mubarak quer¨ªa instaurar, tal como se hab¨ªa hecho en Siria. Su hijo, Gamal Mubarak, sucesor putativo, no ten¨ªa apoyos suficientes dentro del sistema: su perfil favorec¨ªa a determinados sectores financieros que amenazaban a otros sectores de la burgues¨ªa estatal, incluso a militares involucrados en negocios. Durante las manifestaciones de 2011, los militares apoyaron formalmente a Hosni Mubarak frente a los manifestantes, participaron relativamente en la represi¨®n, pero dejaron a los polic¨ªas y a las milicias paralelas actuar duramente en contra de los sublevados.
Por otra parte, Estados Unidos, el principal apoyo del Ej¨¦rcito egipcio (1.300 millones de d¨®lares por a?o) dej¨® clara su posici¨®n: apoyaban el cambio democr¨¢tico, y no confiaban mucho en la sucesi¨®n ¡°hereditaria¡± porque tem¨ªan la inestabilidad que hubiese podido desencadenarse en Egipto dado el descontento general por los 30 a?os de r¨¦gimen dictatorial de Mubarak.
Aprovechando las manifestaciones, la represi¨®n y la resistencia de los sublevados, los militares terminaron por deponer a Mubarak con el acuerdo de Estados Unidos. Fueron ellos los que acabaron con el dictador, apoy¨¢ndose en una revoluci¨®n urbana minoritaria en el pa¨ªs.
A partir de aquel momento, los militares no perdieron nunca el control de la situaci¨®n en Egipto. Dejaron a los islamistas ganar las elecciones democr¨¢ticas, pero impusieron en la nueva Constituci¨®n unas condiciones dr¨¢sticas: el ministro de Defensa deb¨ªa ser un oficial de las fuerzas armadas, el presupuesto de defensa no ser¨ªa supervisado por el Parlamento, y 8 de los 15 miembros del Consejo Nacional de Seguridad, la m¨¢xima autoridad del pa¨ªs, deb¨ªan ser militares, lo que les otorgaba mayor poder del que ten¨ªan durante el r¨¦gimen de Mubarak.
Los islamistas calcularon mal sus fuerzas: no se dieron cuenta de que eran minoritarios
Los islamistas desvelaron en menos de un a?o su verdadera cara: demostraron no ser capaces de gobernar democr¨¢ticamente, e hicieron de su ideolog¨ªa religiosa un programa pol¨ªtico. Desataron as¨ª la movilizaci¨®n en contra de sus pol¨ªticas de los mismos sectores modernos de la sociedad egipcia que se hab¨ªan movilizado contra Mubarak.
Mientras tanto, los militares organizaban la inestabilidad dentro del pa¨ªs: penurias de electricidad, de agua, inseguridad, etc¨¦tera, con lo que incentivaban el descontento de la poblaci¨®n que culpaba a los islamistas de incompetencia (?lo que era real!), todo ello hasta las manifestaciones de junio de 2013, que culminaron con la gran protesta del 3 de julio.
Entonces los militares, apoyados por fuerzas civiles dem¨®cratas e incluso por los islamistas radicales del partido Nur, perpetraron su golpe de Estado y se concedieron oficialmente el poder. Los islamistas fallaron porque se equivocaron sobre sus propias fuerzas: olvidaron que eran minoritarios, pues la mitad de la sociedad no particip¨® en las diversas elecciones democr¨¢ticas, y casi la mitad de los que s¨ª lo hicieron se pronunci¨® en contra de ellos. Al intentar islamizar las instituciones, no se dieron cuenta del car¨¢cter mayoritariamente laico de la sociedad egipcia, provocaron el despertar de las fuerzas democr¨¢ticas y la formaci¨®n a lo largo de un a?o de un bloque opositor, en el que se reagruparon tanto quienes apoyaban a Mubarak como los nasseristas que lo rechazaban, adem¨¢s de los dem¨®cratas laicos y una parte significativa de la ¡°mayor¨ªa¡± hasta entonces silenciosa. ?Un milagroso escenario para los militares! El choque era inevitable, y fue increment¨¢ndose gracias a la sorprendente incompetencia del presidente Mohamed Morsi, un ingeniero sin ninguna preparaci¨®n pol¨ªtica.
El golpe de Estado militar no significa la victoria definitiva de los militares. Es una etapa, contrarrevolucionaria, dentro del proceso abierto en febrero de 2011. Traduce una doble clarificaci¨®n: por un lado, el fracaso de los islamistas, incapaces de integrar la democracia en su ideolog¨ªa religiosa; por otro, el papel real de los militares que se quedaron emboscados durante estos dos a?os a la espera de una oportunidad para acabar con el proceso democr¨¢tico. Pero este golpe conlleva su propia din¨¢mica interna: primero, la represi¨®n antiislamista y el desmantelamiento de su estructura dirigente van a provocar la subida de una nueva generaci¨®n de cuadros, mucho m¨¢s radicales, en la clandestinidad. Desde ahora, se ha abierto una ¨¦poca de guerra civil larvada, lo que es radicalmente nuevo en Egipto. Segundo, la represi¨®n de los islamistas no va a tener los mismos efectos que tuvo durante los a?os cincuenta, en la ¨¦poca de Nasser. Durante aquel periodo el nacionalismo laico era ideol¨®gicamente dominante mientras que ahora es el islamismo el que se ha impuesto sobre partes importantes de la poblaci¨®n.
Adem¨¢s, hoy d¨ªa existe un terrorismo islamista por doquier en el mundo ¨¢rabe (Al Qaeda) y los islamistas egipcios tienen muchos aliados en la regi¨®n. Probablemente asistiremos a atentados cuyo objetivo ser¨¢ la desestabilizaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs.
El golpe de Estado va a favorecer la emergencia de una nueva generaci¨®n de cuadros m¨¢s radicales
Y esa es seguramente la consecuencia m¨¢s peligrosa para el bando democr¨¢tico egipcio. Porque cualquier violencia significar¨¢ el endurecimiento del poder militar, la utilizaci¨®n permanente de la ley marcial y, al fin y al cabo, la imposici¨®n de una dictadura a¨²n m¨¢s dura que la de Mubarak. Dicho de otro modo: la din¨¢mica generada por el golpe militar no puede conducir al fortalecimiento de la democracia, sino todo lo contrario, a la dictadura sobre la totalidad de la sociedad egipcia.
Se puede apostar que ser¨¢n los dem¨®cratas los pr¨®ximos que van a sufrir los efectos del golpe de Estado. Ahora los militares se benefician del apoyo de estas capas medias, pero cuando empiecen a restringirse las libertades, ser¨¢ otro cuento. Es una evoluci¨®n probablemente ineluctable porque no se puede imaginar al Ej¨¦rcito egipcio, que gobierna este pa¨ªs desde 1953, aceptando devolver el poder a la ¡°sociedad civil¡± sin haber sido efectivamente vencido. Bien lo ha entendido Mohamed el Baradei, premio Nobel de la Paz y vicepresidente de la rep¨²blica instaurada por los militares, que ha dimitido para protestar contra la represi¨®n sangrienta de los islamistas.
La verdad es que se consigui¨® vencer al clan familiar de los Mubarak con la ayuda de los militares, pero el sistema de dominaci¨®n qued¨® intacto tanto a nivel del monopolio de la violencia, siempre en manos del Ej¨¦rcito, como econ¨®micamente (los militares representan grupos de intereses econ¨®micos muy importantes). El Ej¨¦rcito retoma las riendas del poder despu¨¦s de dos a?os de experimentaci¨®n democr¨¢tica.
Queda saber si la transici¨®n democr¨¢tica ha sido solo un par¨¦ntesis en la historia de Egipto o si, como creo, es el pr¨®logo de una larga ¨¦poca de revoluciones y contrarrevoluciones en este pa¨ªs. Pues aun disponiendo del apoyo de una parte de las clases medias y de las ¨¦lites financieras dirigentes, los militares ¡ªy eso s¨ª que es seguro¡ª no podr¨¢n solucionar los enormes problemas sociales y econ¨®micos de Egipto. Esta es la piedra de toque de la transici¨®n democr¨¢tica, del ¨¦xito o del fracaso de la revoluci¨®n. Pues ning¨²n poder podr¨¢, solo con la fuerza, hacer frente a este desaf¨ªo.
Sami Na?r es profesor invitado de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Su ¨²ltimo libro es ?Por qu¨¦ se rebelan? (Clave Intelectual, 2013).
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