Entrometerse
Cospedal no debe de conocer muy bien a los periodistas. Los alecciona y los adoctrina desde el p¨²lpito que ocupa
Mar¨ªa Dolores de Cospedal cometi¨® el lunes un desliz (el desliz 31, por as¨ª decirlo) por precipitarse; muchas veces, cuando te precipitas te entrometes. Lejos de m¨ª la intenci¨®n de llamar entrometida a la secretaria general del Partido Popular. Pero lo cierto es que se entrometi¨® en la tradici¨®n no escrita de la difusi¨®n oficial de las estad¨ªsticas, levant¨® la liebre de un r¨¦cord y al d¨ªa siguiente lo que dijo se qued¨® en agua de borrajas. Por precipitarse. Es decir, por entrometerse.
El dato es una pata que corre muy deprisa; si no se corrobora, se te sube la sangre a la cabeza y el dato se te convierte en una migra?a. En este caso, a ella se le atragant¨® esa rueda de prensa en la que se hablaba de lo que ella no quer¨ªa y decidi¨® llevar a los periodistas a un terreno menos resbaladizo. Ella no debe de conocer muy bien a los periodistas. Los alecciona y los adoctrina desde el p¨²lpito que ocupa; no solo est¨¢ ah¨ª arriba, en la tarima, sino que parece que ese es el sitial que ocupa en el mundo. ¡°Ni mucho menos, ni mucho menos. Pues no faltaba m¨¢s¡±. La protagonista del ¡°no me consta¡± ha administrado la admonici¨®n de una manera que me parece perjudicial para su discurso. Es como si hablara desde otro mundo sobre cosas que no ocurren en este. Y, claro, los periodistas no llegan a entender sus palabras porque en ella todo ha pasado a ser voz y cuerpo, le falta enjundia, inteligencia emocional, capacidad para saber que el otro no espera reprimendas, sino respuestas que puedan ser ¨²tiles a los lectores.
Una vez me dio una entrevista larga en un coche; el coche la llevaba a Toledo desde su casa de Madrid, de modo que como la entrevista ten¨ªa que durar, tuve tiempo durante todo el trayecto para hacerle preguntas que pudieran interesar a los lectores de El Pa¨ªs Semanal. Alg¨²n tiempo despu¨¦s la entrevist¨¦ en periodo electoral; esta vez fue en tierra firme, sentados ambos en un hotel de Madrid. Cumpli¨® ella con una costumbre de los pol¨ªticos y que no satisface mucho a los periodistas: acudi¨® acompa?ada. Esas entrevistas a tres, siendo el tercero un silente cancerbero de lo que responda la entrevistada, y me temo tambi¨¦n que de lo que pregunta el periodista, es un g¨¦nero que no se practica en otros pa¨ªses, pero aqu¨ª ha adquirido fortuna y en ese caso ella lo estimul¨®.
Bueno, pues por esas cosas y por otras de las que ella se acompa?a pienso que no debe de conocer muy bien a los periodistas. Quiz¨¢ eso la llev¨® a interpretar que burlar la tradici¨®n sobre la publicaci¨®n de las estad¨ªsticas oficiales no iba a tener otro efecto que el de sortear el caso B¨¢rcenas. Claro, al d¨ªa siguiente no fueron solo los periodistas los que recordaron su precipitada satisfacci¨®n, sino los ciudadanos. Nada hay m¨¢s relevante que una cifra, y ese 31 lo tendr¨¢ marcado ella como un desliz m¨¢s ominoso, m¨¢s insensato, que aquel diferido que sigue siendo carne de Youtube.
A ella le gust¨® tanto el dato, que lo lanz¨® como una adivinanza, cre¨® la expectativa que se alza cuando a un ni?o le avisas de que va a llegar un elefante y es un rat¨®n lo que aparece. As¨ª que al d¨ªa siguiente, la prensa, la radio y la televisi¨®n no tuvieron m¨¢s remedio que glosar y desglosar el 31. Ella, entre La Mancha y Madrid, tendr¨¢ el 31 como un n¨²mero intransitable. Si parara un rato en ese trayecto, quiz¨¢ parar¨ªa tambi¨¦n antes de responder a los periodistas como si estos no fueran periodistas, sino adversarios.
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