La peste
El caso B¨¢rcenas est¨¢ instalado en la escena p¨²blica hasta que se reconstruya la verdad que pide una ciudadan¨ªa irritada
La peste devastaba poblaciones, la corrupci¨®n destruye las instituciones democr¨¢ticas y mina la confianza ciudadana en ellas. Cuando la peste se expand¨ªa por Tebas, el or¨¢culo de Delfos invit¨® a un ritual de purificaci¨®n y puso la muerte de Layos en el centro de la escena. La tragedia de Edipo es el largo proceso de reconocimiento de la verdad del crimen, ante la exigencia del Coro, es decir, de la ciudadan¨ªa. No basta la palabra de Tiresias a Edipo: ¡°T¨² eres el asesino¡±; ni los argumentos de Edipo. Tiresias no aporta pruebas y Edipo habla desde la irritaci¨®n. A partir de ah¨ª se despliega el juego de los testimonios y las coincidencias, hasta la verificaci¨®n, la reconstrucci¨®n de los hechos que el or¨¢culo hab¨ªa anunciado: Edipo matar¨ªa a su padre y se casar¨ªa con su madre.
El caso B¨¢rcenas est¨¢ instalado en la escena p¨²blica para tiempo, por mucho que el PP quiera sacarlo de ella. Y tiene que estarlo. Hasta que, como en la tragedia griega, se reconstruya la verdad que pide una ciudadan¨ªa irritada. Desde que estall¨®, el guion del espect¨¢culo gira en torno a la persona de Rajoy. Es un caso de enorme gravedad: afecta a dos d¨¦cadas de la vida del partido que gobierna y, por tanto, del r¨¦gimen pol¨ªtico. En un sistema tan jer¨¢rquico, el PP tiene un responsable absoluto: Rajoy (bajo la sombra paternal de Aznar). El momento de la verdad pasa por ¨¦l. Y la pregunta decisiva para el Coro es: ?cu¨¢l era la implicaci¨®n del presidente? La ciudadan¨ªa no puede creer los prop¨®sitos de enmienda de quienes borran ordenadores, se niegan a responder a las preguntas de los periodistas y apuestan toda su estrategia a que las acusaciones no pueden sustanciarse en el proceso judicial. La credibilidad de las instituciones pol¨ªticas est¨¢ en m¨ªnimos.
Hay que dar una respuesta que honre la verdad. Esto es lo que pide el Coro. La ciudadan¨ªa comenta las sospechas de los medios de comunicaci¨®n, desconf¨ªa por completo de las respuestas de los acusados y da poca credibilidad a las exclamaciones de la oposici¨®n, pringada en otras ocasiones. Mariano Rajoy se parapeta en la palabra de honor: soy una persona decente. No es esta la respuesta. Lo que se necesita, como en la tragedia, es claridad en la explicaci¨®n de los hechos, en lo que ocurri¨® durante estos a?os en el PP. Y solo el PP puede darla. La justicia ha de seguir su camino y pronunciarse cuando corresponda.
Pero la justicia no dirimir¨¢ la cuesti¨®n de confianza, ni la cuesti¨®n pol¨ªtica. Solo la verdad de Rajoy, la abierta y clara exposici¨®n de qu¨¦ pas¨® con los dineros de su partido, y la asunci¨®n de las consecuencias necesarias, puede poner freno a los efectos devastadores de la corrupci¨®n en el sistema. La ciudadan¨ªa solo puede volver a creer en los partidos si la explicaci¨®n de la verdad viene de ellos. Y, por el lugar que ocupa y por el momento de aguda crisis social que vivimos, es a Rajoy a quien le ha ca¨ªdo esta responsabilidad. A ¨¦l corresponde celebrar el ritual de renovaci¨®n de una democracia gastada.
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