Las salidas estad¨ªsticas de las crisis
No es posible que empobrecer sustancialmente a las clases medias y bajas se presente como la gran reforma
No se sabe bien si la econom¨ªa es una ciencia triste llena de profesores respetables y pol¨ªticos espabilados, como dec¨ªa un pensador norteamericano de principios del siglo XX, que animaba, ya entonces, a estar muy alerta frente al discurso exclusivamente econ¨®mico, o si realmente no hay nada que hacer, porque, como asegura un proverbio b¨²lgaro muy a la moda en los pa¨ªses del Este, ¡°la econom¨ªa es la madre de la pobreza¡±.
La cuesti¨®n es que una vez m¨¢s se nos pretende hacer creer que estamos teniendo ¨¦xito econ¨®mico porque los salarios son m¨¢s bajos, las prestaciones sociales m¨¢s peque?as, el acceso a la educaci¨®n est¨¢ m¨¢s restringido y la sanidad es m¨¢s lenta. Hemos ganado competitividad, nos aseguran, porque exportamos m¨¢s y las cifras y los par¨¢metros de la macroeconom¨ªa empiezan a estabilizarse. No se trata de negar el alivio que producen esas noticias, por supuesto, pero s¨ª de estar muy atentos no vaya a ser que, como dice el economista Emilio Ontiveros, salgamos estad¨ªsticamente de la crisis¡ y eso sea todo.
Que salgamos de la crisis y que tengamos durante a?os el mismo n¨²mero de parados (doscientos mil arriba o abajo); que salgamos de la crisis y que los que conservan o acceden al empleo acepten condiciones laborales insoportables, humillantes, que no est¨¢n motivadas por necesidades empresariales reales sino que responden a un convencimiento ideol¨®gico, al muy agresivo sentimiento, muy arraigado entre los ¡°indudablemente ricos¡±, definici¨®n de Krugman, de que cu¨¢nto m¨¢s dinero acumulen ellos y m¨¢s d¨¦biles sean sus trabajadores, mejor le ir¨¢ a la sociedad. Que salgamos de la crisis y que no se recupere la inversi¨®n p¨²blica en educaci¨®n y en sanidad, porque lo que est¨¢ sucediendo no es temporal, sino que se est¨¢ aprovechando la crisis para introducir cambios perdurables que afectan fundamentalmente a las rentas bajas y medias endeudadas, que quedar¨¢n ya en una posici¨®n de debilidad y manipulaci¨®n considerables. Que bajo una monta?a de t¨¦rminos y an¨¢lisis t¨¦cnicos que se nos viene encima se est¨¦ sepultando, como escrib¨ªa el recientemente fallecido Mario Trinidad, una realidad muy antigua y muy simple: el rechazo de las ¨¦lites a contribuir a las arcas p¨²blicas y a los gastos comunes.
La econom¨ªa espa?ola, y la sociedad espa?ola, necesita cambios, por supuesto. No se puede pretender cambiar un modelo basado en la construcci¨®n y la especulaci¨®n financiera por otro m¨¢s sano y sostenible sin introducir cambios, sin favorecer la claridad en el modelo impositivo y sin preservar la competitividad. Por supuesto. Y seguramente esos cambios exigen un cierto sacrificio y un gran compromiso de la sociedad. El problema es que se pretende hacer buena parte de todo eso ignorando totalmente el an¨¢lisis social, la variable imprescindible de los indicadores que la situaci¨®n de las familias espa?olas. No es posible que el ¨¦xito consista en empobrecer sustancialmente a las clases medias y bajas y que eso se pretenda presentar como el gran cambio, la gran reforma.
Es muy dif¨ªcil creer en el mensaje optimista que intenta hacer llegar el gobierno porque el campo de an¨¢lisis sigue estando estrechado artificialmente: incluyan indicadores sociales fiables, solventes, y entonces podremos empezar a hablar de la salida de la crisis. Veamos cu¨¢l est¨¢ siendo el impacto de la crisis seg¨²n rentas, que se est¨¢ detrayendo, que se est¨¢ restando o desviando de las clases medias y bajas hacia otros sectores y veamos cu¨¢l es el compromiso de devoluci¨®n y en qu¨¦ plazos. Entonces podemos hablar de la salida de la crisis con un m¨ªnimo de honestidad.
Es cierto que las desigualdades no dejaron de aumentar durante los gobiernos socialistas, pero eso ocurr¨ªa cuando la econom¨ªa crec¨ªa y la calidad de vida de esos sectores sociales mejoraba sustancialmente. El fuerte incremento de desigualdad que se registra en los ¨²ltimos a?os se acompa?a de un deterioro muy marcado de esas condiciones de vida y, lo que es peor, con un horizonte de empobrecimiento duradero.
Pongamos atenci¨®n cuando hablan de brotes verdes: hay que estar alerta para ver qui¨¦n se lo come.
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