Compro oro
El mendigo solo buscaba esa clase de tesoros que nadie en el mundo te puede arrebatar
Pod¨ªa ser un poeta loco aquel mendigo de barba florida, semejante a Walt Whitman, que se paseaba por una calle muy concurrida con un gran cartel colgado del cuello, donde con letras may¨²sculas hab¨ªa escrito: compro oro. Toda la ciudad estaba plagada con esta clase de anuncios que incitaban a vender el oro que muchas familias guardan en las gavetas de la c¨®moda o en la caja fuerte de los bancos, pero el mendigo no serv¨ªa de reclamo para ninguna casa de empe?os. Este mendigo era due?o de un extra?o negocio. No le interesaban los relojes, pulseras, collares, monedas, lingotes y medallas que muchos empe?an o malvenden para remediar alguna necesidad en tiempos de crisis. Al mendigo la crisis econ¨®mica le tra¨ªa sin cuidado. Un d¨ªa se le acerc¨® alguien para ofrecerle sus muelas de oro: ¡°No tengo nada que comer. Se las cambio por un pollo frito¡±, suplic¨®. El mendigo le dijo: ¡°Solo busco el oro que no tiene precio¡±. Este hombre-anuncio podr¨ªa comprar el oro que se extiende en el mar en un centelleante amanecer, el oro cegador que deja en los rastrojos la siega del trigo en agosto, el oro que madura en los membrillos por San Mart¨ªn en noviembre, el oro podrido de las hojas muertas de oto?o que se lleva el viento. Como era un viejo enamorado tambi¨¦n hubiera comprado la trenza de oro que le part¨ªa la espalda a aquella muchacha que se llamaba Mar¨ªa Berenguela y cada uno de los pelillos de melocot¨®n que brillaban al trasluz en sus brazos y muslos tostados en la playa este verano. El mendigo solo buscaba esa clase de tesoros que nadie en el mundo te puede arrebatar, el de los cofres de los piratas que solo exist¨ªan en los cuentos de ni?os; tambi¨¦n mendigaba el oro de cualquier sillar rom¨¢nico cuando el sol lo enciende a media tarde y la luz de oro que emerge de algunos cuadros de Klimt o de Matisse, el de las letras capitulares de los c¨®dices de vitela, pero no el oro de las mitras de los papas ni el de las coronas de los reyes. Compraba el oro que nos envuelve como una d¨¢diva, el que se nos hace sabios al contemplarlo: el mosto que fluye de la uva al final de la vendimia y que el crep¨²sculo dora en la copa de vino que tienes en la mano, ese oro que vuelve siempre a brillar sobre la vida cuando sale el sol cada ma?ana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.