Pi¨¦nsalo dos veces

El pasado s¨¢bado, a las tres de la ma?ana, me encontr¨¦ con una prostituta en Gran V¨ªa. Le ofrec¨ª dinero, pero no por sexo, sino por contarme su historia. Naci¨® en Senegal, fue criada en Ghana, donde vivi¨® como pudo hasta que, hace seis meses, debido a la falta de dinero, decidi¨® venir a Espa?a a trabajar. Atractiva e inteligente, hablaba ingl¨¦s, franc¨¦s, espa?ol y otra lengua de su pa¨ªs; era peluquera, trabaja como prostituta.

El destino quiso que, tras despedirme de ella, un hombre borracho me asaltara por la calle. No s¨¦ qu¨¦ dijo; s¨ª s¨¦ lo que pens¨¦; un segundo despu¨¦s cambi¨¦ de opini¨®n, me gir¨¦ y habl¨¦ con ¨¦l. Naci¨® en Liberia y fue a la escuela hasta cumplir 12 a?os, cuando, como la mayor¨ªa de los ni?os ¡°normales¡± de su pa¨ªs, se convirti¨® en ni?o soldado. Me habl¨® de la guerra y los ¡°diamantes de sangre¡± (vosotros comprabais los diamantes y nos dabais armas, me dijo). Ni ¨¦l sabe cu¨¢ntos a?os pasaron, pero cuando volvi¨® a su casa toda su familia hab¨ªa muerto. ?l dej¨® su pa¨ªs y escap¨® de la guerra, pero me pregunta: ?qu¨¦ me queda ahora?

Ofrec¨ª invitarle a cenar a lo que quisiera. ?l escogi¨® un trozo de pizza que costaba menos de dos euros. Cuando le ped¨ª que cogiese algo m¨¢s me dijo que era demasiado caro.

La pr¨®xima vez que mires con desprecio a un borracho, a una prostituta o a cualquier otra persona sin conocer su historia, pi¨¦nsalo dos veces.¡ª Daniel Roures Rego.