Top¨®nimos lim¨ªtrofes
El empleo de determinados nombres propios, particularmente de espacios geogr¨¢ficos sobre los que se emplean distintas denominaciones, suscita el reproche
El empleo de determinadas denominaciones, desde geogr¨¢ficas a hist¨®ricas, provoca la r¨¦plica de lectores. Detr¨¢s de algunas hay una susceptibilidad ideol¨®gica. Las batallas nominales no son, en muchos casos, gratuitas. Algunos sectores no quieren reconocer, por ejemplo, la unidad ling¨¹¨ªstica del catal¨¢n, al margen de las denominaciones de sus distintas variantes, a pesar de estar establecida con certeza por autoridades cient¨ªficas tan poco sospechosas como la Real Academia. Ah¨ª est¨¢ el episodio del bautizo este a?o por parte de las Cortes aragonesas del catal¨¢n que se habla en determinados zonas de su comunidad como LAPAO (Lengua Aragonesa Propia del ?rea Oriental) negando su pertenencia al idioma catal¨¢n.
?Muy diferente es el fundamento del reproche de dos lectores aragoneses por el empleo de la expresi¨®n ¡°corona catalano-aragonesa¡±. Uno de ellos, Luis Torres, comentaba que ¡°jam¨¢s se us¨® en los documentos de ¨¦poca ese t¨¦rmino, la cosa se reduc¨ªa a la Corona de Arag¨®n. Es la historiograf¨ªa nacionalista catalana de ¨¦poca reciente, que en su intento (yo dir¨ªa que infantil) de marcar distancias y otorgarse protagonismo comenz¨® a usar esa palpable adulteraci¨®n de la historia. En Arag¨®n el uso del t¨¦rmino ¡°corona catalano-aragonesa¡± duele, sobre todo cuando lo usan instituciones y/o medios que cuentan con una amplia trayectoria de veracidad hist¨®rica¡±. Juan, por su parte, escribe: ¡°Mi pregunta es ?en qu¨¦ momento de la historia ha existido tal corona? ?Por qu¨¦ debemos leer continuamente esta reinterpretaci¨®n de la historia?¡±. El comentario se refiere a un art¨ªculo, La partida de ajedrez de 1714, dedicado a describir la ca¨ªda de Barcelona en 1714 tras meses de asedio de las tropas franco-espa?olas de Felipe V. En otros casos, pocos, se han publicado en este diario art¨ªculos que emplean el t¨¦rmino corona catalano-aragonesa como nombre propio. En el mencionado, se citaban las coronas de Castilla y Arag¨®n y, en otro p¨¢rrafo, se hablaba de la corona catalano-aragonesa en min¨²sculas, en t¨¦rminos descriptivos. De hecho, el archivo oficial ubicado en Barcelona se llama de la Corona de Arag¨®n. Dada la documentaci¨®n mayoritaria de la ¨¦poca, aunque se hayan localizado textos que hablan, por ejemplo, de la Corona Aragonum et Catalonie o de Corona Daragon e al Comptat de Barcelona, el t¨¦rmino correcto es Corona de Arag¨®n. En la ¨¦poca moderna, historiadores catalanes han construido el concepto de corona catalano-aragonesa para explicar, por emplear conceptos contempor¨¢neos, la composici¨®n casi confederal de la citada corona y el peso que ten¨ªa en ella (econ¨®mico, demogr¨¢fico o ling¨¹¨ªstico) la parte catalana, al margen de que se extendi¨® a otros territorios. La denominaci¨®n, que no ha estado exenta de disputa, es Corona de Arag¨®n, como hac¨ªa el citado texto, al margen del empleo de otros t¨¦rminos de tipo descriptivo.
Un tema que suscita debate es el de los t¨¦rminos de toponimia, particularmente en zonas lim¨ªtrofes. El Libro de Estilo dedica un amplio cap¨ªtulo al tratamiento ling¨¹¨ªstico de los nombres de ciudades o accidentes geogr¨¢ficos en Espa?a pero, obviamente, dada la notable casu¨ªstica, no se anticipa a todas las dudas.
Dos casos planteados al defensor ilustran el debate. Javier Pajar¨®n escribi¨® reprochando que una pieza de este diario hablara de la bah¨ªa de Gibraltar. ¡°Ahora resulta que lo que los algecire?os hemos conocido como bah¨ªa de Algeciras, y as¨ª figura en todos los mapas espa?oles, es finalmente Gibraltar Bay. Ni James Cook hubiera so?ado con lograr semejante ¨¦xito¡±. Efectivamente, aunque en cartas n¨¢uticas espa?olas, por ejemplo del XVIII, figura la expresi¨®n bah¨ªa de Gibraltar, en el caso espa?ol hay que acudir al Instituto Geogr¨¢fico Nacional que fija el nomencl¨¢tor. Y en este caso, es bah¨ªa de Algeciras.
La intensidad de los debates sobre los nombres geogr¨¢ficos la explica muy claramente el catedr¨¢tico de Geograf¨ªa Humana de la Universidad Aut¨®noma de Madrid Fernando Arroyo Ilera en Creciente inter¨¦s geogr¨¢fico por la toponimia. La toponimia tiene varias funciones. Identifica un lugar, individualiz¨¢ndolo, lo localiza y describe. ¡°Pero hay una cuarta funci¨®n, no menos importante y cada vez m¨¢s relevante, que a?adir a las anteriores: la toponimia de un territorio como forma de apropiaci¨®n del lugar por el grupo, reafirmando la identidad, imagen o s¨ªmbolo de la poblaci¨®n que lo habita. Ello debido a que todo top¨®nimo es expresi¨®n de la perspectiva emp¨ªrica que las personas tienen del espacio que habitan. Es decir, las experiencias de quienes ocupan un ¨¢rea son las que hacen que ese lugar sea significativo para ellos e inteligible para los dem¨¢s¡±. Y termina con una cita del ge¨®grafo Yi-Fu Tuan: Se puede sostener que los ingenieros pueden crear localizaciones, pero que el tiempo es necesario para crear lugares.
Raramente se trata de debates t¨¦cnicos, es geopol¨ªtica
En el caso de la bah¨ªa de Algeciras, por ejemplo, en 2112 la prensa gibraltare?a critic¨® que la Enciclopedia Brit¨¢nica incluyera el top¨®nimo de ¡°bay of Algeciras¡± junto a la tradicional de Gibraltar.
Algunos se acomodan a la hipot¨¦tica sensibilidad de su audiencia. El buscador Google, en su secci¨®n de mapas, cuando buscas en la versi¨®n inglesa (google.com) ¡°bay of Algeciras¡± lo corrige y presenta la zona como ¡°Bay of Gibraltar¡±. Pero si el internauta acude a la versi¨®n espa?ola (google.es) y busca ¡°bah¨ªa de Gibraltar¡± sustituye la expresi¨®n por ¡°Bah¨ªa de Algeciras¡±.
Otro caso que me lleg¨® hace m¨¢s tiempo es la denominaci¨®n del mar que ba?a, entre otras, las costas de Corea el Sur y Jap¨®n. Jap¨®n defiende el nombre de Mar de Jap¨®n y Corea del Sur lo llama Mar del Este. El uso de esta ¨²ltima denominaci¨®n en un mapa sobre Corea del Sur fue objeto de diplom¨¢tico reproche por parte de un ciudadano japon¨¦s. La Organizaci¨®n Hidrogr¨¢fica Internacional (OHI), autoridad en esta materia, tiene reconocido desde 1929 el nombre de Mar de Jap¨®n, pero el gobierno de Corea del Sur considera que se tom¨® esta decisi¨®n en la ¨¦poca colonial japonesa durante la cual no pod¨ªa defender sus intereses. El gobierno japon¨¦s, por su parte, sostiene que es un nombre con arraigo hist¨®rico de siglos. Ambos gobiernos han aportado cartograf¨ªa de distintas ¨¦pocas para sostener sus tesis. En algunas publicaciones internacionales volvemos a encontrar soluciones afines a la filosof¨ªa que sostiene Google que, con el objetivo de que sus mapas sean m¨¢s ¨²tiles ¡°a los usuarios en cada idioma¡±, presenta ¡°el nombre que esperan ver¡± sin eludir el nombre alternativo en disputa. National Geographic opta por el nombre oficial y, cuando la escala lo permite, incluye entre par¨¦ntesis el de Mar del Este. La Enciclopedia Brit¨¢nica en 2007 decidi¨® que en los mapas de Jap¨®n, el top¨®nimo Mar del Este figurara entre par¨¦ntesis como segunda opci¨®n, pero en los mapas de Corea se proced¨ªa a invertir el tratamiento.
Para Arroyo, es l¨®gico que, en el caso de bah¨ªa de Algeciras, las publicaciones espa?olas respeten el nombre fijado por el Instituto Geogr¨¢fico Nacional ¡°aunque no hay que escandalizarse porque los brit¨¢nicos empleen la otra expresi¨®n¡±. Con respecto al Mar de Jap¨®n, se inclina por respetar el criterio del OHI sin excluir que se refleje la alternativa en disputa. ¡°El problema de la denominaci¨®n de Mar del Este para los japoneses, al margen de debates hist¨®ricos, es que se halla al oeste de sus costas y al este de las de Corea¡±. Con todo, concluye, estos debates raramente son t¨¦cnicos. ¡°Estamos hablando de geopol¨ªtica¡±.
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