T¨ªbet fuera de T¨ªbet
Estar en T¨ªbet sin estar. Un drama que conocen bien los 150.000 exiliados que habitan desde hace medio siglo fuera de esa regi¨®n que China asume como propia. Viajamos a Dharamsala, en India, la sede de su Gobierno. Una ciudad espejo desde donde abordan nuevos retos y se solidarizan con las protestas en el interior: ya son 115 los inmolados desde 2009
Dentro / fuera. Desde la recepci¨®n del hotel T¨ªbet, en McLeod Ganj, el barrio alto de Dharamsala (India), se ve el mundo pasar sin descanso por una calle de tierra. Peatones, coches, vacas, perros, monos¡ Basta sentarse, mirar y esperar. El todo T¨ªbet intergeneracional en el exilio cruzar¨¢ por ah¨ª antes o despu¨¦s. El todo oenegero occidental. Y el todo turista alternativo llegado aqu¨ª en busca de lo m¨ªstico o ex¨®tico. El ambiente es el de una poblaci¨®n bien viva, un Times Square de cuatro calles en cuesta, un balneario de altura repleto de vestidos y rostros curtidos (¡°chinky tibetan face¡±, lo llaman), monasterios con nombres replicados de los del interior de T¨ªbet y dram¨¢ticos curr¨ªculos personales. Aqu¨ª lo mismo se oyen los mantras de los monjes, las palmadas de los debates filos¨®ficos de los estudiantes en el templo mayor (Tsuglagkhang) o las letan¨ªas de las procesiones por los inmolados (dentro, en T¨ªbet) que la m¨²sica occidental en los restaurantes, los gritos de los tenderos o la algarab¨ªa popular en cuanto el Dal¨¢i Lama sale de su residencia en el monasterio de Namgyal, donde se instal¨® tras su exilio en 1959¡ Y sale mucho. Todo salpicado siempre por olas color vino, el tono de los h¨¢bitos de los monjes que nunca paran quietos, ida y vuelta desde el templo, la kora, el c¨ªrculo que es la purificaci¨®n del karma. ¡°En prisi¨®n¡±, dir¨¢ el monje octogenario Palden Gyatso, 33 a?os encarcelado por los chinos, ¡°o¨ªamos pronunciar el nombre de Dharamsala en voz muy baja y en nuestro interior surgi¨® una sensaci¨®n de respeto reverencial¡±. Un sue?o. Aqu¨ª est¨¢ ahora, en su habitaci¨®n colorista del monasterio de Kirti: ¡°Es m¨¢s reducida que mi celda, pero soy libre¡±. Hombres libres en tierra extra?a.
Carretera a Dharamsala. Este viaje nos ha tra¨ªdo hasta la cuna del exilio tibetano en India, previa parada en zona de refugiados en Delhi, donde existen centros de recepci¨®n y asentamiento para ellos, al igual que al sur del pa¨ªs o en Nepal. Hay desde Delhi 12 horas hasta llegar aqu¨ª, a trav¨¦s de ciudades del Punjab e Himachal Pradesh atestadas de comercios y carteles que dan pistas de lo mucho que los dioses han mutado por aqu¨ª: arrasan la Coca-Cola y el cemento. Primera etapa por autopistas de locura y ¨²ltima por carretera de monta?a en veh¨ªculos suicidas cuyos conductores no saben de descanso¡ Mientras avanzamos a¨²n no lo sabemos, pero el monje budista de 28 a?os Lobsang Thokmey ha decidido ya prenderse fuego en protesta por la situaci¨®n de su pueblo. Una pr¨¢ctica que crece desde 2009, tras la represi¨®n china contra las manifestaciones tibetanas durante los Juegos Ol¨ªmpicos del verano anterior (hubo incontables muertos y arrestados): 115 inmolados van al cierre de este texto. En nada McLeod Ganj se llenar¨¢ de tibetanos en procesi¨®n, vela en mano, oraci¨®n en los labios, protesta, sin prisa pero sin pausa. Los tibetanos son beduinos de altura.
Es comprensible que el budismo crezca. En las crisis, la gente se acerca a las religiones"
El arroz ceremonial. Del aislamiento de T¨ªbet hoy (con una superficie como Europa Occidental, no se puede entrar ni salir), de esperanza ante el nuevo presidente chino y de las inmolaciones constantes, su eco y la preocupaci¨®n internacional se habla en primer lugar en el Parlamento (Kashag), convocado para su sesi¨®n bianual en la zona administrativa en Gangchen Kyishong. Se ve a los 44 diputados (se reparten entre las tres provincias y las cinco escuelas del budismo tibetano) sentados en mesas escolares con los cuencos de dresil, el arroz ceremonial. Han llegado de todo lugar: unos 20.000 tibetanos viven en esta esquina, 100.000 en toda India, 20.000 en Nepal, otros tantos en Norteam¨¦rica o Europa. Ellos los representan. Y sus sesiones despiertan ahora gran inter¨¦s, pues los exiliados se enfrentan al reto de la democratizaci¨®n creciente desde que, en marzo de 2011, el Dal¨¢i Lama (Tenzin Gyatso, 1935; nobel de la Paz en 1989), que era el poder al completo, renunciara a lo pol¨ªtico. ?l lo hab¨ªa anunciado ya: ¡°El cambio est¨¢ llegando al sistema pol¨ªtico tibetano, es una desgracia que suceda en el exilio, pero esto no nos va a impedir aprender el arte de la democracia¡ Esto permitir¨¢ a los tibetanos decidir su futuro¡±. Y el futuro ya est¨¢ aqu¨ª. Invitada hoy en el Congreso es la escritora Dagmar Bernstorff, a quien agradecen su esfuerzo por retratar su realidad. Su libro The tibetan diaspora (Orient Longman) es compendio de todo lo que hay que saber del ayer (cuando miles salieron de su tierra de la mano de su l¨ªder espiritual) y del hoy. ¡°La comunidad tibetana en el exilio es una de las m¨¢s exitosas del mundo. Los habitantes del ¡®techo del mundo¡¯ han tenido que superar tres desaf¨ªos: sobrevivir, construir un sistema educativo milagroso que ha roto el analfabetismo anterior y desarrollar la democratizaci¨®n¡¡±, afirma. ¡°Fue una buena decisi¨®n crear asentamientos fijos donde reconstruir sus vidas. Contrasta con otros grupos de refugiados que habitan d¨¦cadas en campos provisionales¡±. Todo tibetano sabe tanto sobre su tierra que un mundo paralelo ha surgido solo, cual avatar. Habitar fuera; vivir de coraz¨®n, dentro.
¡®The Outsiders¡¯. En las ¨²ltimas elecciones (2011) fue elegido primer ministro el abogado Lobsang Sangay (del que el alem¨¢n Christian Paehler anda haciendo un largometraje titulado The outsider que valdr¨ªa para todos), hier¨¢tico y protocolario. Y parlamentario por Europa el monje Thubten Wangchen (1954), director de la Casa de T¨ªbet, con sede en Barcelona, que es quien nos ha tra¨ªdo hasta este mundo bipolar. Pero a¨²n no existen partidos pol¨ªticos. Se est¨¢n fraguando para 2016. Y promete ser interesante. Todos valoran la democratizaci¨®n, pero, siempre con la uni¨®n y la no violencia por bandera, algunos temen perder de vista el objetivo: dar respuesta s¨®lida ante los chinos. Nueve rondas de negociaci¨®n ha habido, la ¨²ltima en 2010. Y nada. ¡°La compasi¨®n es la base del budismo tibetano¡±, repite el Dal¨¢i Lama. Y lo recordar¨¢ en los cursos de meditaci¨®n que impartir¨¢ estos d¨ªas en el majestuoso hotel Taj Majal de Delhi ante un p¨²blico de adinerados indios entregados a sus ense?anzas y a su persona. Nada extra?o: ¨¦l transmite energ¨ªa y buen esp¨ªritu.
Gasolina. ¡°Los inmolados beben gasolina antes de prenderse, y as¨ª se aseguran la muerte; lo m¨¢s terrible es sobrevivir¡±, cuenta Wangchen. ¡°Y corre el rumor dentro de que hasta que no lleguen a 200 los muertos, la ONU no har¨¢ nada; nos preocupa esto¡±. Sus nombres, rostros y cuerpos quemados son presencia constante: carteles en calles, comercios, escuelas¡: Tsering Kyi, de 19 a?os; Jamyang Palden, de 34; Samdup, de 16; Tadin Dorjee, de 54¡ Del drama sabe mucho el estudiante Gyaltsen, de 23 a?os, delgado y guapo, quien, tras seis meses de traves¨ªa, lleg¨® junto a su hermana a India en 2004. Su primo Lobsang J. se inmol¨®, y fue sonado. Dice que es dif¨ªcil entenderlo desde fuera: ¡°Porque aqu¨ª somos libres, podemos hablar, protestar¡; all¨ª no pueden mostrar nada que remita a nuestra cultura, est¨¢n vigilados¡ Mi hermano me dijo un d¨ªa por tel¨¦fono: ¡®Tu primo dice que va a hacer algo grande¡¯. Al poco se quem¨®¡±. Gyaltsen no espera ayuda internacional: ¡°Lo que tenemos que hacer debemos hacerlo por nosotros mismos, India no nos va a ayudar en pol¨ªtica, y tampoco la ONU con China ah¨ª dentro¡¡±. ?Qu¨¦ hacer entonces? ¡°Preservar nuestra cultura y nuestra lengua, permanecer unidos¡ Y lo estamos. Las tres provincias tibetanas son hoy m¨¢s nacionalistas y comprometidas que hace 50 a?os. Nuestra identidad no se difumina¡±. Desafiantes, varias generaciones han pasado ya y los chinos est¨¢n, cuanto menos, desconcertados. Millones de ellos viven hoy en T¨ªbet, superando los seis millones de tibetanos.
La humedad del exilio. Dharamsala tiene ra¨ªces budistas desde hace casi 3.000 a?os, aunque quiz¨¢ eso no lo supiera el primer ministro indio Nehru en 1960 cuando decidi¨® donar este lugar del Kangra Valley a los refugiados que llegaban a miles. Y s¨ª: en el a?o 635 antes de Cristo se contaban aqu¨ª 50 monasterios. Los brahmanes los eliminaron luego, y las invasiones hicieron estragos. La ¨²ltima, la brit¨¢nica, estableci¨® un regimiento en 1949 que al poco era ya hill station de moda. Perdi¨® adeptos en 1950, cuando un terremoto barri¨® las laderas y la poblaci¨®n se mud¨® abajo. ¡°Estamos cerca de los 1.900 metros¡±, nos lee en ingl¨¦s un ni?o en la m¨¢s importante y grandiosa escuela tibetana (en la monta?a, 2.000 alumnos con patrocinadores o en busca de ellos), la TCV, red que pusieron en marcha las hermanas del Dal¨¢i Lama, ¡°m¨¢ximo 38 grados, menos cero en invierno. Monz¨®n en julio¡±. No lo menciona, pero la humedad est¨¢ inyectada de por vida en los edificios. Y ella es como el lastre del exilio en las personas¡si no la controlas, afectar¨¢ tus cimientos. Gyaltsen lo expresa bien: ¡°No estoy con mis padres, no estoy en mi aldea y no puedo ayudarles. Me gustar¨ªa regresar a mejorar sus vidas. Y se morir¨¢n sin m¨ª y yo me sentir¨¦ siempre culpable¡¡±.
En la c¨¢rcel o¨ªamos el nombre de Dharamsala en voz muy baja y surgi¨® un respeto reverencial"
Ojo de elefante. Si la narraci¨®n del sufrimiento de algunos corta la respiraci¨®n, las vivencias de otros atrapan. Sucede con Wangchen, que habla un castellano propio del que brotan im¨¢genes en tiovivo: perdi¨® pronto a su madre, cruz¨® el Himalaya de ni?o y fue siempre monje genuino vinculado al Dal¨¢i Lama, que le anim¨® a salir al extranjero. Aterriz¨® cual ser extra?o en Espa?a en 1981 (hay un centenar de tibetanos)¡?l nos explica el entramado que facilita que la causa de T¨ªbet sea hoy global: hay tres oficinas fuera del Gobierno en el exilio; miles de centros budistas que abren los lamas a su gusto; casas de T¨ªbet en Londres, M¨¦xico, Nueva York (el padre de la actriz Uma Thurman es el encargado; Richard Gere la dej¨® y abri¨® el Tibet Center)¡ El budismo crece y crece. ¡°Y es comprensible. En situaciones de crisis, la gente busca soluciones individuales y se acerca a las religiones¡±, dice. Wangchen es la personificaci¨®n del ser tibetano: afable, franco, medita en voz alta, junta las manos, mira al cielo, r¨ªe mucho¡ ¡°El color granate del h¨¢bito nos protege del fr¨ªo, el azafr¨¢n del calor y los ribetes azules son de ojo de elefante, que siempre mira hacia delante¡ como los monjes mismos¡±.
Ministras y monjas. Los diputados se re¨²nen en una sala provisional mientras se construye la nueva C¨¢mara junto al templo de Nechung, el del or¨¢culo, algo no casual, pues es protector. Hay dos ministras en el Kashag. Y varias parlamentarias (destaca Dhardon Sharling). No se ven monjas en ¨¦l. Pero es fen¨®meno nuevo: su n¨²mero ha aumentado mucho. ¡°Y por vez primera hay dos que optan al grado Geshe de filosof¨ªa budista, fundamental para ascender¡±, aclarar¨¢ Samten Chodon, vicepresidenta de la Tibetan Women¡¯s Association (fundada en 1959). Hay seis conventos femeninos en Dharamsala: vemos a las monjas aqu¨ª y all¨¢, aplicadas en el rezo y el trabajo al aire libre, muchas son ni?as. El concepto dentro / fuera importa. ¡°Las mujeres estamos aqu¨ª mejor que en T¨ªbet, somos m¨¢s libres, tenemos educaci¨®n gratis y m¨¢s igualdad. Nuestro mayor problema es la autoestima¡±.
El poder de la antiviolencia. La ministra de relaciones internacionales, Dicki Chhoyang, est¨¢ muy segura: ¡°La soluci¨®n a nuestra situaci¨®n es el di¨¢logo con China, y el tiempo juega a nuestro favor. Si miras superficialmente, parece que no hay implicaci¨®n internacional en la causa de T¨ªbet, que somos los ¨²ltimos de la fila, que nada se mueve; pero si lo haces en profundidad, ver¨¢s que el peso de los movimientos antiviolencia es creciente, no es solo por T¨ªbet, es el mensaje global de c¨®mo as¨ª y no con el terrorismo o la guerra se pueden resolver conflictos¡±. Ellos, dice, trabajan duro fuera y dentro: ¡°Con disidentes chinos e intelectuales, con la di¨¢spora y los dem¨®cratas¡ China tiene intereses que le obligan a relacionarse y los mensajes sobre derechos humanos son claros¡ Nosotros queremos una autonom¨ªa genuina en la regi¨®n, no lo que hay ahora, que no es tal¡±. Hay tibetanos, sin embargo, que claman por la independencia¡ ¡°Tenemos libertad de discurso entre nosotros. El Gobierno ha de trabajar con la realidad, con lo factible¡±, concluye. Pero por primera vez sucedi¨® en la C¨¢mara algo que es novedad. Uno de sus miembros pronuncia tal palabra, independencia. Lo cuenta Wangchen. ¡°Se levant¨® y dijo: ¡®Antes acept¨¢bamos el camino medio como lucha porque lo indicaba el Dal¨¢i Lama, pero ahora que ¨¦l dej¨® la pol¨ªtica, puedo decir que yo soy luchador por la independencia¡±. Postura que defienden especialmente los j¨®venes. ¡°La inmolaci¨®n es la m¨¢s alta forma de protesta no violenta. No es suicidio, sino sacrificio. Y el ¨²nico responsable es el Gobierno chino¡±, afirma en su oficina Tsewang Rigzin, presidente del Youth Congress, la mayor organizaci¨®n juvenil (35.000 miembros). Lo mismo (o similar) que otras organizaciones, Gu-Chu-Sum, Student for a Free Tibet o el National Democratic Party of Tibet. ¡°Nadie quiere vivir bajo la ocupaci¨®n china. Respetamos la postura del Gobierno, pero queremos la independencia para garantizar la supervivencia de nuestro pueblo¡±, dice Rigzin. ¡°No quiero morir como un refugiado¡ igual que las primaveras ¨¢rabes han brotado cuando nadie lo esperaba, brotar¨¢ aqu¨ª y dentro de China¡±. El Dal¨¢i Lama ya dijo a los j¨®venes: ¡°?Y qui¨¦n os va a dar la independencia y c¨®mo tomarla? ?Con las armas, con sangre, con alguien que apoye? No hay nadie¡±. Estos d¨ªas, una vez m¨¢s, el Gobierno de EE UU ha pedido a China, al hilo del viaje del secretario de Estado, John Kerry, que entable di¨¢logo¡ Hay quien cree que, si no, los tibetanos dentro acabar¨¢n como los indios en Norteam¨¦rica, exterminados.
La querella. Wangchen cree que esto ya ha ocurrido. Por eso, cuando el Comit¨¦ de Apoyo al T¨ªbet y la Fundaci¨®n Casa de T¨ªbet interpusieron en 2006 una querella en la Audiencia Nacional en Espa?a contra ex l¨ªderes chinos por genocidio cometido contra su pueblo en los ochenta, ¨¦l se person¨® como acusaci¨®n particular. M¨¢s de un mill¨®n de muertos se cree que hubo. ¡°En seis a?os de diligencias hemos aportado una cantidad de evidencia que desborda el juzgado: informes de la ONU, del Parlamento Europeo, de organismos de derechos humanos (HRW, AI¡). Todos han ratificado los hechos. Ha habido declaraci¨®n de testigos y v¨ªctimas, comisiones rogatorias¡ Los querellados se han negado a declarar, as¨ª que solo falta que el juez d¨¦ el paso, que sean detenidos como lo fue Pinochet¡±, asegura Jos¨¦ El¨ªas Esteve, abogado y autor de un libro de referencia, El T¨ªbet: la frustraci¨®n de un Estado. Ahora esperan sentencia. ¡°?Mi p¨¢lpito? Que la verdad est¨¢ de parte de las v¨ªctimas, pero que los condicionamientos pol¨ªticos son muy grandes; debemos tener confianza en que el sistema judicial funcionar¨¢¡ y si no, recurriremos¡±.A declarar, a Espa?a vinieron testigos internacionales (como el m¨¦dico Blake Kerr), expresos como Takna Jigme Sangpo, Ven. Bagdro o Palden Gyatso, que describe su vida perdida en Fuego bajo la nieve. Memorias de un prisionero tibetano, del escritor Tsering Shakya. Este dice: ¡°Cuando le conoc¨ª, llevaba lista de muertos y fechas, para no olvidar a los que no pudieron sobrevivir para contar la barbarie¡±. Detenido con 28 a?os y liberado con 61, narra el da?o de la revoluci¨®n cultural, la destrucci¨®n de los templos¡ ¡°Espero poder expresar en palabras el dolor que sienten todos y cada uno de los tibetanos¡±. Torturas, reeducaci¨®n, fuerza y perd¨®n. ?Qu¨¦ siente por los chinos? ¡°Tuve miedo de perder la compasi¨®n por ellos¡±. Un d¨ªa vemos a Palden rezar en el templo mayor, en un acto emotivo y multitudinario, tan quieto y dentro de s¨ª como si la vida se le hubiera ya escapado. Y comprendimos su fuerza.
La inmolaci¨®n es la m¨¢s alta forma de protesta no violenta. Es sacrificio. Nadie quiere vivir bajo la ocupaci¨®n China"
Librer¨ªas en McLeod Ganj. Abundan. Bookworm, por ejemplo, est¨¢ regentada por Dorjee Lhamo, una mujer en los 60, cuyo rostro es como el surco del altiplano que la vio nacer. Basta mirarla para sentir la dureza del clima, el olor de la cebada tostada y el t¨¦ con mantequilla; para ver los yaks, los ni?os con el culo al aire por las aldeas¡ Dorjee remite a una obra que cuenta ¡°el viaje¡±, cuando el Dal¨¢i Lama -que asumi¨® el poder con solo 15 a?os en 1950 (el mismo que China ocup¨® Tibet)- sali¨® desde Lhasa, 17 d¨ªas por el pa¨ªs de las nieves: el Dal¨¢i Lama con Mao, a caballo, con Nehru¡ Fotos de los primeros campamentos en India donde, dado el n¨²mero y el calor, mujeres y ni?os mor¨ªan mucho¡ Lhamo vende otra obra que actualiza, desde lo global, el medio siglo transcurrido: Virtual Tibet. Buscando el Shangri-La. Desde el Himalaya a Hollywood (Orville Schell), se titula. Habla de la fascinaci¨®n que siempre ejerci¨® T¨ªbet en Occidente (conquistadores, aventureros, cineastas, misioneros¡) hasta convertir ¡°la tierra m¨¢s austera del planeta¡ en obsesi¨®n e incluso en ideal para comunidades hedon¨ªsticas como el mism¨ªsimo Beverly Hills¡±.Un d¨ªa en el monasterio de Gyuto, entre fuertes controles de la seguridad india, le preguntamos al karmapa, l¨ªder espiritual de una de las escuelas tibetanas, la Kagyu, por qu¨¦ su religi¨®n es tan querida y qu¨¦ significa ser budista hoy. ¡°En este siglo el mundo es m¨¢s peque?o, todos estamos m¨¢s cerca unos de otros, la interconexi¨®n e interdependencia es mayor, tener curiosidad y compartir es necesario para entender el mundo, salvaguardarlo y cuidar lo que nos ha sido dado, animales, medio ambiente, seres humanos¡ En eso el budismo lleva delantera: compartir es nuestro verbo, la base de nuestra filosof¨ªa, como el respeto, la no violencia, los derechos y la compasi¨®n¡±.
El templo mayor. En lo laboral, los tibetanos de Dharamsala, muchos sin nacionalidad india, sin Estado y sin mucho trabajo, se buscan la vida como pueden. No tienen permiso para crear grandes empresas, tampoco para comprar tierra o casa. Una salida es el menudeo: ropa, medicina tibetana, masajes, agencias de viaje¡ Pero la competencia india es alta. Hay buen mercado tur¨ªstico al calor de su santidad. Hay esquinas inolvidables en Dharamsala, por la mezcla de mensajes y mundos. Hind¨²es, budistas, sijs, jud¨ªos, cristianos o ateos. Pero nada como el templo mayor; imprescindible; todos van o vuelven de ¨¦l. Y los mi¨¦rcoles, el d¨ªa sagrado del Dal¨¢i Lama, los mayores hacen la kora (un c¨ªrculo completo alrededor de la estupa o monasterio) a su alrededor y realizan ofrendas al aire de harina de cebada. ¡°Om mani padme hum¡±, recitan el mantra de la perfecci¨®n, de la generosidad a la sabidur¨ªa, mientras mueven los rodillos¡
¡°Desde que Nepal es aliado chino, pocos tibetanos se atreven a salir, apenas llegan hoy refugiados"
Reci¨¦n llegados. ¡°Ahora que por vez primera, al fin, tenemos un gran centro de recepci¨®n para albergarlos, apenas llegan refugiados¡±. Risas. Wancheng, de nuevo. Y s¨ª, a unos 15 kil¨®metros de Dharamsala, financiado por EE UU, se construy¨® en 2011, con capacidad para 400 personas. Solo hay 19 reci¨¦n llegados de rostro rural y mucho desconcierto que se amontonan en la clase de ingl¨¦s y ser¨¢n trasladados a las llamadas ¡°Transit Schools¡±. ¡°Antes de 2008 llegaban 3.000 al a?o; hoy nadie intenta salir, el miedo a ser detenido es grande, sobre todo desde que Nepal es aliado chino¡±, cuenta el director. ¡°Somos gente muy orgullosa y con coraje, resistiremos otro medio siglo¡±, dice Ringchen Samdup, de 72 a?os, exprisionero y cocinero del centro. Samdup comparte experiencia carcelaria con Palden Gyatso y otros como Rinzin Cheoney, de 77 a?os, o su compa?era Ama Adhe, de 85. Esta ¨²ltima luce trenzas, mandil tradicional, bast¨®n. ?Odiaba a los chinos?, le preguntamos. ¡°Los quer¨ªa ahogar¡±, responde ella, ¡°por retenerme 27 a?os¡±. Adhe nos ve partir desde lo alto frente a terrazas de restaurantes repletos de occidentales. Hay barullo. Dicki Lhamo, activista, avisa: ¡°Hay otro inmolado. Una mujer. Kunchok Wangmo, de 30 a?os¡±.
¡°Team Tibet¡±. Suena otra vez el meg¨¢fono y otra vez las calles se llenan de banderas. Muchos visten camisetas elocuentes, son equipo: ¡°Team Tibet¡±. Vigilia de velas por la nueva inmolada. Ah¨ª est¨¢ el poeta y activista Tenzin Tsundue, quien lo mismo convoca manifestaciones que escala fachadas para instalar pancartas tipo ¡°Free T¨ªbet¡± durante las visitas a India de mandatarios chinos. Todo el mundo aqu¨ª le conoce. Quien m¨¢s, la polic¨ªa india¡ Cuando llega la procesi¨®n al templo hay c¨¢ntico doloroso y discurso de Tsundue: ¡°Nuestro enemigo no es cualquier cosa, nos enfrentamos a la econom¨ªa global. Cualquiera que comercie con China debe saberlo. China est¨¢ interesada en las minas de oro, cobre y litio en T¨ªbet, en sus r¨ªos¡¡±. Sus libros, Crossing the border y Kora, son alabados. Lo mismo pone versos a la desesperaci¨®n de los exiliados de m¨¢s edad (¡°Estoy cansado / estoy cansado de vender jers¨¦is en la cuneta / cuarenta a?os sentado entre polvo y escupitajos) que a los j¨®venes: ¡°Soy un tibetano. Pero no de T¨ªbet¡±.
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