¡°Hay que morir alguna vez en la vida¡±
Con solo 16 a?os es un icono global contra el integrismo. Los talibanes le arrebataron su infancia a balazos. Sin miedo. Sin rencores. Esta es su historia
Es diminuta pero posee una cabeza rotunda, una cabeza que destaca en la delicadeza de su cuerpo de elfo. Viste ropas tradicionales past¨²n de alegres colores y su cara est¨¢ enmarcada en un bonito chal estampado de flores y colocado con gracia. Se le ve el cabello, detalle muy importante en la tremenda jerarqu¨ªa de tocados musulmanes para mujeres, desde la siniestra y carcelaria burka hasta el ligero hiyab. Parece una figurilla de bel¨¦n, una pastorcita de terracota. ¡°Le voy a contar algo de m¨ª¡±, le digo nada m¨¢s sentarnos en la fea y burocr¨¢tica sala privada de un hotel de Birmingham, que es donde se est¨¢ celebrando el encuentro. ¡°Ver¨¢, yo he hecho muchas entrevistas durante d¨¦cadas, hasta que hace cuatro o cinco a?os me cans¨¦ y ya no hice m¨¢s. Sin embargo, cuando me propusieron su nombre, inmediatamente dije que si. As¨ª que usted es responsable de mi regreso a este g¨¦nero period¨ªstico¡¡± Malala me mira con una atenci¨®n absoluta, con una concentraci¨®n perfecta, una adolescente cautelosa y seria que lo controla todo. Empieza a darme las gracias, muy educada, como corresponde a lo que acabo de decirle. Le interrumpo: ¡°En realidad no se lo digo para halagarle, aunque desde luego la admiro; se lo digo porque me qued¨¦ pensando en el enorme efecto que tiene usted en tant¨ªsima gente alrededor del mundo. ?No le agobian las expectativas que todos parecemos tener sobre usted?¡±.
-No. Estoy entregada a la causa de la educaci¨®n y creo que puedo dedicarle mi vida entera. No me importa el tiempo que me lleve. Me concentro en mis estudios, pero lo que m¨¢s me importa es la educaci¨®n de cada ni?a en el mundo, asi que empe?ar¨¦ mi vida en ello y me enorgullezco de trabajar en pro de la educaci¨®n de las ni?as, y la verdad es que es una gran oportunidad tener esta entrevista hoy con usted. ?Gracias!
Ha contestado con firmeza, con seguridad y con tanta profesionalidad que la ¨²ltima palabra la ha dicho en espa?ol. Me la imagino aprendiendo a decir gracias en todos los idiomas de sus entrevistadores. Una ni?a aplicada. En su libro Yo soy Malala (Alianza Editorial) cuenta con gracia una an¨¦cdota reveladora: ¡°Mi profesor de Qu¨ªmica [en Paquist¨¢n], el se?or Obaidullah, dec¨ªa que yo era una pol¨ªtica nata porque, al comienzo de los ex¨¢menes orales, yo siempre dec¨ªa: ¡®Se?or, ?puedo decirle que usted es el mejor profesor y que la suya es mi clase preferida?¡±. El nivel de autocontrol de Malala me parece incre¨ªble: ?tiene diecis¨¦is a?os! Pero, como se ve en su escalofriante y conmovedor libro, lleva viviendo una vida extremadamente adulta y anormal desde los diez. Lo talibanes no lograron ni matarla ni callarla cuando le metieron una bala en la cabeza, pero le robaron una buena parte de su infancia.
?-?Ya est¨¢ bien de salud?
-Estoy muy bien, y esto es por las oraciones de la gente, y tambi¨¦n por las enfermeras y los m¨¦dicos en el hospital, que me han atendido muy bien, y porque Dios me ha concedido una nueva vida. Hago fisioterapia una o dos veces al mes en el lado izquierdo de mi cara, porque el nervio facial que controla el movimiento de este lado fue cercenado por la bala y por lo tanto hab¨ªa dejado de funcionar, pero ya han cosido el nervio, ha empezado a reconstruirse y est¨¢ recuper¨¢ndose muy bien. Ha alcanzado un 88% de recuperaci¨®n.
-?Le han dado ayuda psicol¨®gica?
-S¨ª, los psic¨®logos del hospital me han ayudado. Vinieron y me hicieron muchas preguntas y a las dos o tres sesiones dijeron, Malala est¨¢ bien y ya no le hace falta tratamiento¡ Adem¨¢s es muy aburrido.
La bala entr¨® por debajo del ojo izquierdo y sali¨® por el hombro. Le destroz¨® los huesos de media cara, cort¨® el nervio y roz¨® el cerebro, que se inflam¨® tanto que tuvieron que quitarle toda la tapa de la cabeza. Durante meses estuvo con el cerebro al aire y con el pedazo de cr¨¢neo metido, para su conservaci¨®n, bajo la piel del abdomen (al final tiraron el hueso y le pusieron una pieza de titanio). Tambi¨¦n estuvo meses con medio rostro desplomado: no pod¨ªa reir, apenas pod¨ªa hablar, no pod¨ªa parpadear con el ojo izquierdo y los dolores eran terribles. En su discurso a la ONU el pasado 12 de julio, el d¨ªa que cumpli¨® diecis¨¦is a?os, se le notaban m¨¢s las secuelas que ahora: la rehabilitaci¨®n hace su efecto. Sigue siendo una chica guapa y s¨®lo queda una ligera sombra de desequilibrio en su cara.
-Le pregunto todo esto porque usted ha pasado por una situaci¨®n dur¨ªsima, y ahora podr¨ªa tomarse cierto tiempo para recuperarse. Pero no, inmediatamente ha sacado usted este libro, que le obliga a volver a dar entrevistas y a estar de nuevo en primera l¨ªnea. Eso es una elecci¨®n. Y parece dura.
Estar en primera l¨ªnea es mi vida. Ya no puedo abandonar
-Es que esto ya es mi vida, no es s¨®lo una parte de ella. No puedo abandonar. Cuando veo a la gente de Siria, que est¨¢n desamparados, algunos viviendo en Egipto, otros en el L¨ªbano; cuando veo a toda la gente de Paquist¨¢n que est¨¢ sufriendo el terrorismo, entonces no puedo dejar de pensar, ¡°Malala, ?por qu¨¦ esperas a que otro se haga cargo? ?Por qu¨¦ no lo haces t¨², por qu¨¦ no hablas t¨² a favor de sus derechos y de los tuyos?¡± Yo empec¨¦ mi lucha a los diez a?os.
-Lo s¨¦. Cuando llegaron los talibanes.
-En aquel entonces viv¨ªa con mi padre en Swat, es nuestra regi¨®n natal, y y los talibanes se levantaron y empez¨® el terrorismo, azotaron a las mujeres, asesinaron a las personas, los cuerpos aparec¨ªan decapitados en las plazas de M¨ªngora, nuestra ciudad. Destruyeron muchas escuelas, destruyeron las peluquer¨ªas, quemaron los televisores en grandes piras, prohibieron que las ni?as fueran a la escuela. Hab¨ªa mucha gente en contra de todo esto, pero ten¨ªan miedo, las amenazas eran muy grandes, as¨ª que hubo muy pocos que se atrevieron a hablar en voz alta en pro de sus derechos, y uno de ellos fue mi padre. Y yo segu¨ª a mi padre.
El libro de Malala no es s¨®lo sobre Malala sino, en gran medida, tambi¨¦n sobre su padre. Un tipo singular y sin duda heroico, un maestro dispuesto a conquistar, por medio de la cultura, un futuro de justicia y de paz en un mundo en llamas. Y un hombre que, adem¨¢s, en una sociedad brutalmente machista como la past¨²n, apoy¨® a su hija mayor y le dio la misma libertad y la misma confianza que a un var¨®n. El padre, Ziauddin, tambi¨¦n est¨¢ aqu¨ª, sentado al otro lado de la mesa. Bajito, de unos cuarenta a?os, con algo limpio y casi ni?o en su sonrisa. La gravedad de Malala contrasta con la ligereza juvenil de Ziauddin. Pero, claro, ¨¦l no perdi¨® su infancia ni tuvo que luchar contra todo su mundo para ser reconocida como persona pese a ser mujer. A los once a?os, en lo m¨¢s negro del terror talib¨¢n, Malala empez¨® a escribir un blog para la BBC en urd¨². En la primera entrada dec¨ªa: ¡°En mi camino a casa desde la escuela escuch¨¦ a un hombre gritando: ?Te matar¨¦! Apresur¨¦ el paso¡ pero para mi gran alivio vi que estaba hablando por su movil y que deb¨ªa de estar amenazando a otra persona¡±. Aunque firmaba con seud¨®nimo, todo el mundo acab¨® sabiendo que era ella. Adem¨¢s empez¨® a acudir a las televisiones y a las radios, junto con su padre, a protestar por los abusos. Fueron casi los ¨²nicos en hacerlo.
-El libro tiene una parte que es como un cuento de terror. Dice usted: ¡°Ten¨ªa diez a?os cuando los talibanes llegaron a nuestro valle. Moniba [su mejor amiga] y yo hab¨ªamos estado leyendo los libros de Crep¨²sculo y dese¨¢bamos ser vampiras. Y nos pareci¨® que los talibanes llegaron en la noche exactamente como vampiros"...
- Lo importante es que si preguntas a los ni?os aqu¨ª de qu¨¦ tienen miedo, te van a contestar que de un vampiro, de Dr¨¢cula o de un monstruo, pero en nuestro pa¨ªs tenemos miedo a los humanos. Los talibanes son seres humanos pero son muy violentos y hacen tanto da?o que cuando un ni?o oye hablar de un talib¨¢n le entra miedo, igual que si fuera un vampiro o un monstruo.
-Es un sistema perverso y demencial; prohibieron la m¨²sica, prohibieron cantar...
-Nos prohibieron todo y si o¨ªan barullo y risas en una casa, irrump¨ªan por si estabas cantando o viendo la televisi¨®n, y romp¨ªan los televisores. A veces se limitaban a amonestar a la gente, a veces la pegaban o la fusilaban o la masacraban. No nos dejaban ni jugar a las peluqueras con las mu?ecas.
-Ustedes terminaron viendo la televisi¨®n dentro de un armario. Era la apoteosis del absurdo,
-S¨ª, y con el volumen muy bajo, para que nadie m¨¢s la oyera. Con tanto temor por todas partes la vida se hac¨ªa muy dura y pens¨¢bamos desesperadamente en nuestro futuro, en c¨®mo ¨ªbamos a vivir con ese miedo, en lo peligrosa que era la situaci¨®n¡. Y a¨²n as¨ª nos quedaba cierta esperanza en un rinc¨®n del coraz¨®n.
-Luego los talibanes empezaron a matar. Primero a los polic¨ªas, asi que dejaron sus empleos y pusieron anuncios en los peri¨®dicos diciendo que ya no eran polic¨ªas, para que no les asesinaran¡. Despu¨¦s asesinaron a los m¨²sicos, y los m¨²sicos tambi¨¦n pusieron anuncios diciendo que hab¨ªan dejado el pecado de la m¨²sica y que ya eran fervientes creyentes¡. Eso de los anuncios me impresion¨®. Su propio padre, cuando le amenazaron, puso un anuncio que dec¨ªa: ¡°Matadme a m¨ª pero no hag¨¢is da?o a los ni?os de mi escuela, que rezan todos los d¨ªas al mismo Dios en el que vosotros creeis¡±.
-S¨ª, y luego estaba la radio de los talibanes, predicaban como dos veces al d¨ªa. Y daban mensajes diciendo: ¡°Felicitamos a Fulano, que se ha dejado crecer la barba y por eso va a entrar en el para¨ªso; felicitamos a Zutano, que ha cerrado su tienda de video y se ha arrepentido; nos congratulamos de que la ni?a Tal y Cual ha dejado de ir a la escuela¡±... Y a las ni?as que ¨ªbamos a clase nos insultaban todos los d¨ªas de forma muy fea y nos dec¨ªan que ir¨ªamos al infierno.
-En los ¨²ltimos a?os ustedes estaban convencidos de que su padre, Ziauddin, iba a ser asesinado. E idearon todo tipo de estrategias para evitarlo¡ Sus hermanos peque?os quer¨ªan construir un t¨²nel¡
-S¨ª, y tambi¨¦n pens¨¢bamos esconder a mi padre en un armario. Mi madre dorm¨ªa con un cuchillo debajo de la almohada, y tambi¨¦n dejamos una escalera apoyada en el muro de atr¨¢s para que mi padre pudiera huir si ven¨ªan a buscarle. Alg¨²n tiempo despu¨¦s se col¨® en nuestra casa un ladr¨®n gracias a esa escalera y nos rob¨® la tele.
-De hecho, --interviene el padre desde el otro lado de la mesa, -- nos alegr¨® mucho que se llevara la tele, porque de haberse llevado la escalera nada m¨¢s, habr¨ªamos tenido miedo de verdad.
-- ?Cierto! De modo que era alguien que, como ustedes, ?quer¨ªa ver la televisi¨®n!
-?S¨ª, s¨ª! (Malala y Ziauddin r¨ªen) ?Gracias a Dios ha sido un ladr¨®n!
-?C¨®mo pod¨ªan aguantar ese miedo todos los d¨ªas?
Los talibanes, que ten¨ªan fusiles y explosivos, eran m¨¢s d¨¦biles que la gente con l¨¢pices y libros
-En aquel entonces el miedo nos rodeaba. Fue todo tan duro. No sab¨ªamos lo que el futuro nos deparaba, quer¨ªamos hablar pero no sab¨ªamos que nuestras palabras nos conducir¨ªan al cambio, que nos escuchar¨ªan en todo el mundo. No est¨¢bamos enterados del poder que encierra un l¨¢piz, un libro. Sin embargo, se ha demostrado que los talibanes, que ten¨ªan fusiles y explosivos, eran m¨¢s d¨¦biles que la gente con l¨¢pices y libros.
-En el libro cuenta que hace poco, en un centro comercial en Abu Dhabi, sinti¨® un repetino ataque de terror. Un comprensible ataque de angustia. ?Le ha vuelto a pasar?
-S¨ª, me ha pasado dos o tres veces. Cuando vi a la gente a mi alrededor en Abu Dhabi, a todos esos hombres alrededor, de pronto pens¨¦ que estaban al acecho, armados, que me iban a disparar. Y luego me dije, ?y por qu¨¦ te da miedo ahora? Ya le has visto la cara a la muerte, ya no debes tenerle miedo, se ve que ya ni la muerte quiere matarte; la muerte quiere que vivas y trabajes en pro de la educaci¨®n. De manera que me dije, no tengas miedo, sigue adelante, que Dios y la gente te acompa?a. Hay que morir alguna vez en la vida.
-Pero usted es demasiado joven¡
-Demasiado joven, demasiado joven ¨Crepite dolorosamente el padre, como un coro griego.
-Hay otra cosa que me parece muy importante de usted, y es que es creyente. Una intelectual argelina me dijo hace a?os que la izquierda argelina hab¨ªa fracasado en su intento de modernizar el pa¨ªs porque se hab¨ªan enajenado completamente de su pueblo y de su sociedad. Eran laicos, rupturistas, demasiado modernos, demasiado occidentalizados para ser aceptados por la mayor¨ªa. Usted, en cambio, sigue perfectamente integrada en su cultura y en su religi¨®n.
Clamo por los derechos de las ni?as en nombre del mismo Dios de los talibanes
-Amo a Dios porque me ha protegido, y creo que me va a preguntar el d¨ªa del juicio, ¡°Malala, ve¨ªas el sufrimiento de la gente en Swat, ve¨ªas c¨®mo sufr¨ªan las ni?as, que masacraban a las mujeres, que asesinaban a tantos polic¨ªas. ?Qu¨¦ has hecho t¨² para defender sus derechos?¡± Sent¨ª que era mi deber clamar por los derechos de las ni?as, por los m¨ªos, por el derecho de asistir a la escuela, y lo hago en nombre del Dios por el que los talibanes me tirotearon.
-Cuando ten¨ªa usted once a?os y estaba escribiendo el blog, The New York Times hizo un precioso documental de televisi¨®n sobre usted y su padre. Le dir¨¦ que, cuando lo vi, pens¨¦ que su padre era como m¨¢s idealista, m¨¢s alocado, y que usted era la sensata de los dos. Vamos, usted me pareci¨® la madre de su padre, y usted perdone, Ziauddin.
(Los dos se tronchan de risa)
-?Me vi¨® asi? En la sociedad past¨²n, si una chica es muy madura y empieza a hablar muy pronto de cosas de la familia, digamos a los once a?os, le dicen niy¨¢ o sea abuela.
-Pues no s¨¦ si ser¨¢ usted una niy¨¢, pero desde luego tiene un gran sentido pr¨¢ctico. Las dos primeras cosas que dijo en el hospital de Birmingham, tras una semana de coma inducido, fue: ¡°?D¨®nde est¨¢ mi padre?¡± y ¡°No tenemos dinero para pagar todo esto¡±.
-Por entonces estaba todav¨ªa muy aturdida, muy confundida. Cuando un m¨¦dico hablaba con una enfermera, cre¨ªa que le estaba preguntando c¨®mo ¨ªbamos a pagar el hospital, y pensaba que me iban a expulsar y que tendr¨ªa que buscar un empleo.
-En ese mismo documental usted dec¨ªa que su padre quer¨ªa que fuera pol¨ªtica, pero que usted quer¨ªa ser doctora y que no le gustaba la pol¨ªtica¡. Ahora ha cambiado de opini¨®n.
-Amo a mi padre y ¨¦l me inspira, lo cual no significa que siempre est¨¦ de acuerdo con ¨¦l. Discrepo con ¨¦l en muchas cosas, ¨¦l cree que la pol¨ªtica es buena y sirve para cambiar el mundo pero yo antes quer¨ªa ser m¨¦dico. Pero luego pas¨® el tiempo y fui d¨¢ndome cuenta de que el Gobierno no estaba haciendo nada, que su deber elemental era conceder derechos b¨¢sicos al pueblo, proporcionarles electricidad, gas, educaci¨®n, buenos hospitales. Y entonces por eso de repente pens¨¦ que s¨ª que quer¨ªa ser pol¨ªtica para conseguir un cambio grande en mi pa¨ªs. Para que un d¨ªa Paquist¨¢n est¨¦ en paz, para que no haya guerra ni talibanes y todas las ni?as vayan a la escuela. Y no s¨®lo quiero ser pol¨ªtica, sino l¨ªder tambi¨¦n.
-L¨ªder social.
-S¨ª, l¨ªder social, y guiar a la gente, porque el pueblo en Paquist¨¢n anda descaminado, est¨¢n divididos en muchos grupos, y llega un l¨ªder y forma un grupo, llega otro y forma otro grupo distinto, pero nunca he visto a alguien que sepa unir a la gente. Quiero hacer que toda esa gente se una, quiero que Paquist¨¢n sea uno solo, quiero ver la igualdad entre todos y la justicia.
-?Y cree que usted los puede unir?
-Para lograr ese objetivo tengo que conseguir poder, y el verdadero poder consiste en la educaci¨®n y el conocimiento. Adem¨¢s nos hace falta un escudo, que es la unidad del pueblo. Cuando la gente me acompa?e, cuando los padres de las ni?as me acompa?en, cuando estemos juntos, me apoyar¨¢n con su voz, con su acci¨®n, con su compasi¨®n. Cuando nos apoyemos los unos a los otros, cuando nos eduquemos, cuando logremos ese poder, podremos con todo. Y entonces volver¨¦ a Paquist¨¢n.
-En su libro dice que, a los trece o catorce a?os, ve¨ªa los DVD de la serie norteamericana Betty la Fea ¡°que era sobre una chica con una ortodoncia enorme y un coraz¨®n tambi¨¦n enorme. Me encant¨® y so?aba con la posibilidad de ir alg¨²n d¨ªa a Nueva York y trabajar en una revista como ella¡±. Me parece una afirmaci¨®n conmovedora. ?La revista de Betty la Fea es de moda! Esa a?oranza por una vida normal y sin el peso sobrehumano que acarrea usted sobre los hombros¡
-Me gustaba ver la serie, me gustaba pensar en otro mundo en donde el mayor problema era la moda, quien viste qu¨¦ ropa, qu¨¦ sandalias, qu¨¦ color de l¨¢piz de labios usa tal chica¡ Mientras por otro lado las mujeres se mueren de hambre, y los ni?os tambi¨¦n, y azotan a las mujeres, y aparecen cuerpos decapitados¡
-Pero, en cualquier caso, lo que indica este texto es que por ah¨ª abajo hay ese anhelo comprensible de una existencia liviana y normal¡
Malala me mira fijamente, se toma un par de segundos y luego dice que s¨ª con la cabeza. Ni siquiera se atreve a verbalizar su a?oranza de otra realidad. Es una ni?a atrapada entre las ruedas de una responsabilidad colosal. Imaginen la situaci¨®n: una realidad de violencia y abuso insoportables, un padre heroico que se?ala el camino y una ni?a inteligent¨ªsima, evidentemente superdotada, consciente de su propia dignidad y con una gran capacidad de compasi¨®n. Todo se conjur¨® en la vida de Malala para encerrarla en su destino de Juana de Arco. Las balas de los talibanes la han catapultado a una visibilidad mundial y es posible que, cuando ustedes lean esta entrevista, le hayan concedido el Nobel de la Paz, que se har¨¢ p¨²blico mientras esta revista est¨¦ en imprenta. Yo he firmado pidiendo el Nobel para ella, pero ahora casi me preocupa que se lo den: ser¨ªa otro peso m¨¢s, otra exigencia. Malala, enardecida por haber sobrevivido y todav¨ªa muy joven, pese a su madurez, tiene ensue?os grandiosos para el futuro de su pueblo. Ensue?os inocentes y dif¨ªciles de alcanzar pero que quiz¨¢ ella logre poner en marcha, porque esta pizca de mujer es poderosa. Tanto el padre como la hija tienen algo limpio, el coraz¨®n en la boca, una luz que encandila. Pero la luz de Malala est¨¢ llena de sombras, es una estrella oscura llena de dolor y de determinaci¨®n. A los diecis¨¦is a?os est¨¢ dispuesta a sacrificar toda su vida por su proyecto.
-?Se ha enamorado alguna vez? Me refiero a esos amores infantiles, de un actor, de un vecino mayor.
-(Risas) Me encantan los jugadores de cricket. Pero eso es s¨®lo parte de la vida, cuando te encari?as con alguien, y tengo cari?o a tanta gente. Hay un jugador que se llama Shahid Afridi, que siempre sale eliminado sin anotar, pero sin embargo todos le queremos mucho. Est¨¢ tambi¨¦n Roger Federer. Hay muchos, pero eso no significa que me case con ellos.
-?Pero piensa casarse?
-?Tal vez!
-Interesante, porque, en su parte del mundo, todas las l¨ªderes pol¨ªticas tuvieron sin duda que casarse: Benazir, Indira¡ Es una buena respuesta.
-Es una respuesta diferente.
-Pues nada m¨¢s. Muchas gracias, Malala.
-Gracias a usted por su amor y su apoyo.
Y al escuchar su primorosa contestaci¨®n final me siento como el se?or Obaidullah, su profesor de Qu¨ªmica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.