Dos imperios en apuros financieros
El conflicto entre Felipe II y las Cortes en 1575 y las dificultades de Obama sobre el ¡°techo de la deuda¡± en 2013 muestran similitudes sorprendentes. En ambos casos, la cuesti¨®n de fondo s¨®lo qued¨® aplazada
En las ¨²ltimas semanas el mundo ha estado pendiente del enfrentamiento entre el gobierno federal de los EEUU y su poder legislativo por el llamado "techo de deuda". El gobierno hab¨ªa alcanzado el l¨ªmite de gasto que le permit¨ªa su presupuesto. No pod¨ªa endeudarse m¨¢s, salvo que lograse una autorizaci¨®n del Congreso. Muchas voces, dentro y fuera del pa¨ªs, han advertido de las enormes consecuencias que tendr¨ªa la falta de un acuerdo entre ambos, no s¨®lo para su econom¨ªa, sino tambi¨¦n para la del resto del mundo. Si la primera potencia del planeta dejase de pagar su deuda, se desencadenar¨ªa una espiral que probablemente paralizar¨ªa el cr¨¦dito y el comercio internacional.
En EEUU el "techo de deuda" no se puede aumentar sin que los legisladores y el gobierno federal se pongan de acuerdo. Sin embargo, desde 2010 los republicanos dominan la C¨¢mara de Representantes, mientras que la presidencia la ocupa el dem¨®crata Barack Obama, decidido a reformar el sistema de salud norteamericano (Affordable Care Act). Los republicanos se niegan a incrementar el "techo de deuda", si el presidente no renuncia a su propuesta. Una pugna muy similar a la que ocurri¨® hace casi cinco siglos en Espa?a, cuando Felipe II gobernaba un extenso imperio y ejerc¨ªa una influencia internacional que tambi¨¦n le exig¨ªa endeudarse.
La Corona espa?ola consegu¨ªa cr¨¦dito a corto plazo firmando anualmente contratos con los grandes banqueros alemanes y genoveses; y tambi¨¦n a largo plazo, emitiendo t¨ªtulos de deuda p¨²blica (juros). Mientras en los asientos, Felipe II abonaba intereses en torno al 12%, la mayor¨ªa de los juros rend¨ªan un 7%. Los niveles de inflaci¨®n ¡ªla famosa revoluci¨®n de los precios¡ª se situaban entonces en torno al 1% anual. Estas cifras permiten entender por qu¨¦ la mayor parte de la deuda del rey era dom¨¦stica. Un 9% del stock total de la deuda en 1575 estaba en juros. El nombre de este instrumento financiero significaba que el rey empe?aba su palabra en el pago de intereses, algo que durante su reinado se cumpli¨® escrupulosamente, contribuyendo a ampliar su demanda, incluso a nivel internacional. La Corona espa?ola fue la primera en el mundo en alcanzar, ya en el siglo XVI, niveles de deuda dom¨¦stica similares a los que presentan hoy en d¨ªa muchas econom¨ªas modernas (en torno al 60% de su PIB).
La principal caracter¨ªstica de la deuda p¨²blica castellana en el siglo XVI ¡ªcomo en la de Inglaterra del siglo XVIII¡ª era su vinculaci¨®n directa con los impuestos m¨¢s estables (impuestos al consumo, monopolios y aduanas). El m¨¢s destacado fue el equivalente a nuestro IVA actual (la alcabala), cuyo cobro y gesti¨®n estaba en manos de las ciudades. El mismo tesorero que cobraba el impuesto, pagaba los juros. As¨ª se cre¨® un v¨ªnculo entre quienes pagaban impuestos e invert¨ªan en deuda p¨²blica, algunos de los cuales eran los propios gobernantes de las ciudades y los primeros interesados en que todos los a?os se abonaran sus intereses.
Muchas ciudades castellanas empezaron su decadencia a ra¨ªz de la suspensi¨®n de pagos
La Corona logr¨® en 1536 que las ciudades cobrasen la alcabala en su nombre, a cambio de entregarle a la Corona una cantidad fija todos los a?os (encabezamiento). Convertir en cupo el ingreso indirecto m¨¢s importante del rey, en una econom¨ªa en plena expansi¨®n, obviamente supon¨ªa limitar sus ingresos, pero ten¨ªa como ventaja que la ciudad se compromet¨ªa a pagar los intereses de la deuda, reforzando a¨²n m¨¢s la confianza de los inversores en los juros. La ventaja para las ciudades era obvia: se establec¨ªa una contribuci¨®n fija y en dinero en un momento de expansi¨®n econ¨®mica. La inflaci¨®n supondr¨ªa, a la larga, pagar menos impuestos. Las Cortes de Castilla fueron las encargadas de negociar con el rey la suma total de este cupo o encabezamiento, que b¨¢sicamente permaneci¨® invariable durante casi 40 a?os, salvo un peque?o incremento en 1562. En 1575 Felipe II alcanz¨® su "techo de deuda" y qued¨® imposibilitado para emitir m¨¢s deuda p¨²blica. A diferencia de lo que ha ocurrido en EEUU esta semana, el rey y las Cortes no llegaron a un acuerdo.
Adelant¨¢ndose al problema, a principios de la d¨¦cada de 1570 Felipe II solicit¨® un aumento de impuestos. Las Cortes recibieron su solicitud con enorme frialdad y concentraron sus cr¨ªticas en los banqueros del rey. Si la Corona ten¨ªa problemas financieros, la soluci¨®n no era subir impuestos, sino actuar contra ellos. A finales de 1574, Felipe II tom¨® la iniciativa y multiplic¨® por tres el encabezamiento. Las ciudades se sintieron traicionadas y trataron de impedirlo, desentendi¨¦ndose de la recaudaci¨®n del impuesto. ?El rey no estaba de parte suya, sino de los banqueros extranjeros! Felipe II accedi¨® entonces a sus demandas y el 1 de Septiembre de 1575 suspendi¨® el pago de sus obligaciones en los contratos con sus principales financieros. Por supuesto, los juros no se vieron afectados. Aquel oto?o, muchos pensaron que le hab¨ªan ganado el pulso a la Corona, pero la realidad demostr¨® ser muy diferente.
Los banqueros del rey no eran m¨¢s que intermediarios financieros. Captaban cr¨¦dito en los mercados y en las ferias antes de prest¨¢rselo al monarca. A trav¨¦s de sus redes y correspondientes aceptaban dep¨®sitos (herencias, dotes, ahorros), o vend¨ªan letras de cambio entre los mercaderes, canalizando as¨ª dinero hacia la Corona. Cuando el rey dej¨® de pagarles, ellos tampoco lo hicieron a sus acreedores. Su dinero qued¨® atrapado. Por primera vez, las ferias de Medina del Campo, las m¨¢s importantes del reino, dejaron de celebrarse. En 1576 quebraron los dos grandes bancos de Sevilla, la ciudad que monopolizaba el comercio con Am¨¦rica. En Madrid y otras ciudades, muchos comerciantes fueron encarcelados por no pagar sus deudas. Otros se vieron enzarzados en costosos pleitos. Su ruina fue tambi¨¦n la de las ciudades donde resid¨ªan y hac¨ªan negocios. El da?o causado se extendi¨® a otros mercados internacionales a trav¨¦s de G¨¦nova y Flandes, afectando incluso a la propia Roma.
El acuerdo de la semana pasada apenas ha mitigado los temores de la econom¨ªa mundial
Parad¨®jicamente, los ¨²nicos que no acabaron en la c¨¢rcel fueron los grandes banqueros del rey, a quienes Felipe II, poco despu¨¦s de publicar el decreto de suspensi¨®n, les concedi¨® inmunidad ante cualquier tribunal de justicia, evitando as¨ª que les embargasen sus bienes. El rey no quer¨ªa arruinarlos porque en breve los necesitar¨ªa de nuevo. En marzo de 1577 lleg¨® a un acuerdo con ellos para abonarles todo lo que les deb¨ªa, pero en lugar de firmarlo y restablecer los pagos, lo dej¨® aparcado. El rey sigui¨® esperando.
La situaci¨®n no se desbloque¨® hasta noviembre de 1577, cuando las principales ciudades de Castilla aceptaron el nuevo encabezamiento, logrando que el incremento de las alcabalas se multiplicase s¨®lo por dos. El acuerdo permiti¨® que Felipe II incrementase su "techo de deuda". Un acuerdo duradero porque logr¨® 20 a?os adicionales para poder seguir emitiendo deuda a largo plazo. Nada m¨¢s firmar el acuerdo con las ciudades, Felipe II lo hizo con sus banqueros: aboli¨® el decreto de suspensi¨®n y les abon¨® sus deudas. Los ahorradores accedieron de nuevo a sus dep¨®sitos, el cr¨¦dito volvi¨® a fluir entre los mercaderes y las ferias de Medina del Campo se reabrieron en 1578.
La vuelta a la normalidad no impidi¨® que Castilla sufriera serias consecuencias por esta pugna entre los poderes ejecutivos y legislativos. Muchas ciudades comenzaron su decadencia, en la que arrastraron al resto de la econom¨ªa castellana y, con el tiempo, a la propia Corona. La suspensi¨®n de pagos de Felipe II en 1575 no fue una quiebra, s¨®lo form¨® parte de un plan para permitirle elevar su "techo de deuda". El rey no ten¨ªa problemas para pagar sus deudas, sino para seguir endeud¨¢ndose.
No podemos adivinar el futuro, pero analizar el pasado con rigor nos deber¨ªa ayudar a no cometer los mismos errores. La semana pasada los EEUU consiguieron aplazar el problema una vez m¨¢s despu¨¦s de varias semanas de incertidumbre, pero el enfrentamiento sigue sin resolverse, prolongando as¨ª los temores que tendr¨ªa una falta de acuerdo sobre la econom¨ªa mundial.
Carlos ?lvarez-Nogal Universidad Carlos III de Madrid
Christophe Chamley Paris School of Economics and Boston University
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