No hay otra
La justicia no entiende de razones populares, no es un refer¨¦ndum
Esto es lo que pasa cuando se perge?an apa?os en la ley para responder a un clamor popular de justicia. El clamor popular es leg¨ªtimo. Lo que uno desea, aunque no le unan con la v¨ªctima lazos de amistad o familiares, es que el culpable pague. El familiar de una v¨ªctima del terrorismo lo expresaba ayer de esta manera: ¡°que se pudra en la c¨¢rcel como se est¨¢n pudriendo sus v¨ªctimas¡±. Aun entendiendo las indiscutibles razones sentimentales que llevan a pronunciarse as¨ª, siente una un escalofr¨ªo al escucharlo: en primer lugar, por el muerto. Preferimos imaginar que no se trata de un proceso de putrefacci¨®n el que se apodera de nuestros seres queridos sino de la manera en que la naturaleza act¨²a sobre cualquier cuerpo para integrarlo en su ser. Pero el verbo, pudrirse, tampoco cuadra con la justicia que debe ejercerse en un pa¨ªs democr¨¢tico. Es un verbo que nos llena la boca cuando nos referimos al destino que merecen quienes cometieron asesinatos, unos por razones ¡°pol¨ªticas¡±, otros por ¡°perturbaci¨®n mental¡±; en cualquier caso, por tener anulado el resorte de la empat¨ªa y la compasi¨®n, que es lo que hace humano a un ser humano.
Nadie desea que no se haga justicia con los muertos, menos con sus familiares, pero hace tiempo que sabemos que no podemos aplaudir a Europa cuando nos da la raz¨®n y abominar de ella cuando nos la quita. La justicia no entiende de razones populares, no es un refer¨¦ndum. Y el hecho de que sea para todos igual la convierte en ocasiones en humanamente injusta, pero necesaria.
Es otra maquinaria la que ahora hay que activar, la de la reparaci¨®n social con las v¨ªctimas, en la que deber¨ªamos estar todos sin exclusi¨®n. E intentar, no s¨¦ de qu¨¦ manera, que la excarcelaci¨®n de un asesino no se convierta en una fiesta. Hay que evitar el recochineo, al insulto, la humillaci¨®n. Y hay que acatar la ley. No hay otra.
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