Denis Mukwege repara mujeres rotas
Las cifras en la guerra de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo son abrumadoras. Han muerto m¨¢s de 6 millones de personas tras 15 a?os de violencia y se estima que, cada mes, son asesinados 45.000 congole?os. La ONU ha desplegado 20.000 soldados para el mantenimiento de una paz inexistente en un territorio inabarcable de puro accidentado y enorme. S¨®lo cuatro de las provincias m¨¢s conflictivas del pa¨ªs cubren la extensi¨®n de Alemania tres veces, con 35 kil¨®metros de carretera asfaltada y 20 grupos armados diferentes cargando contra la poblaci¨®n civil.
Entre las cifras que m¨¢s impactan de esta guerra, de una crueldad inimaginable, est¨¢n las de violaciones y agresiones sexuales a mujeres: un aut¨¦ntico feminicidio. Se habla de medio mill¨®n de mujeres agredidas, desde beb¨¦s a ancianas. Sin embargo, hay mujeres que no denuncian, otras que son asesinadas, muchas otras cuyas historias se pierden en la inmensidad de un pa¨ªs que es puro naufragio. Tambi¨¦n se habla de todo tipo de atacantes, desde las propias fuerzas de seguridad congole?as y los efectivos de la ONU a una mir¨ªada de grupos rebeldes locales y extranjeros que campan, con total impunidad, por un territorio practicamente sin ley.
Unas 40.000 de esas mujeres han pasado por el hospital de Panzi, en Bukavu, Kivu meridional, donde trabaja Denis Mukwege como ginec¨®logo. Especializado en la reparaci¨®n de la f¨ªstula obst¨¦trica, el doctor Mukwege es un hombre alto, canoso y digno, que parece haber vivido cien a?os m¨¢s de los 58 que se le atribuyen. Hijo de un predicador de Kaziba, se form¨® en Bujumbura, en Burundi, y en Angers, Francia. Ha denunciado la brutalidad de los ataques contra las mujeres congole?as en todas las entrevistas y alocuciones que ha hecho a lo largo de los ¨²ltimos a?os, sobre todo, con ocasi¨®n de los premios que ha recibido: Rey Baduino, Olof Palme, Fundaci¨®n Chirac o Premio Nobel Alternativo, entre otros.
La periodista belga Colette Braeckman ha entrevistado varias veces al doctor Mukwege. En octubre del a?o pasado, cuando cinco hombres armados le tirotearon en su hogar, en el barrio de Muhumba, en la comuna de Ibanda, despu¨¦s de matar a su guarda de seguridad y mantener, durante horas, a sus dos hijas y un amigo retenidos. En enero de este a?o, cuando tras tres meses de exilio en Europa regres¨® a Bukavu sin avisar a nadie y sin m¨¢s compa?¨ªa que la de su mujer y sus hijas. En marzo, en su hospital, recluido entre personal y pacientes para no sufrir un nuevo atentado y recibiendo los resultados de una parodia de investigaci¨®n sobre su intento de asesinato. Hace d¨ªas, con motivo de su nominaci¨®n al Nobel, entre 258 candidatos, de los que 50 eran organizaciones, y con posibilidades de suceder a la Uni¨®n Europea, Obama o Kissinger en la n¨®mina de los agraciados.
Denis Mukwege no tiene pelos en la lengua. Ha denunciado claramente la implicaci¨®n de la Ruanda de Paul Kagame en la guerra de su pa¨ªs y habla de una epidemia que contamina a toda la sociedad congole?a cuando se refiere a las violaciones. Con el nuevo siglo, Mukwege se ha percatado de que la violencia contra mujeres y ni?os en su pa¨ªs ha alcanzado cotas de paroxismo y de que la brutalidad de las violaciones, firmadas con ¨¢cido, los ca?ones de armas de fuego, palos o tiros, no tiene l¨ªmites. Violaciones sistem¨¢ticas y masivas, en p¨²blico, atrozmente crueles, con las que se somete, aut¨¦nticas operaciones de castigo, que provocan desplazamientos y desarraigo, que propagan el sida y otras enfermedades ven¨¦reas, que resultan en embarazos traum¨¢ticos y no deseados y en partos casi insalvables, en infertilidad, en todo tipo de traumas sociales, f¨ªsicos y sicol¨®gicos. Mujeres que son campos de batalla contra el fondo de la depredaci¨®n de las riquezas naturales de un pa¨ªs. Terrorismo practicado sobre la carne viva de miles de cuerpos.
Sus denuncias le han valido la reclusi¨®n en el hospital de Panzi, vigilado por seis polic¨ªas. Una reclusi¨®n que abandona con un chaleco antibalas, un casco y un veh¨ªculo blindado de la misi¨®n de la ONU en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. Con frecuencia, de nuevo, para denunciar lo que pasa en su pa¨ªs con motivo de diferentes premios y reconocimientos.
El doctor Mukwege no se conforma con reparar a las mujeres rotas por dentro. Ha creado un servicio jur¨ªdico para apoyarlas e implantado un servicio de microcr¨¦ditos para ayudar a que sus pacientes, muchas veces rechazadas por sus comunidades, puedan comenzar una nueva vida. Tambi¨¦n ha puesto en marcha cl¨ªnicas itinerantes que recorren el Kivu Sur, mientras que los casos m¨¢s graves se derivan a Panzi, un hospital limpio, bien gestionado, una referencia en la regi¨®n. Ense?a, forma. Y, sobre todo, habla con sus pacientes, las mira a los ojos, las dignifica en un contexto en el que se han convertido en menos que nada.
No en vano, las mujeres de la zona le importunaron durante semanas cuando escap¨® por los pelos a la muerte y se refugi¨® en Francia. Hicieron una colecta con las ventas de sus bananas fritas y su mandioca para pagarle el billete de retorno. Cuando regres¨®, acamparon en el hospital para defenderle de posibles agresiones.
Es una relaci¨®n de amor correspondida: Denis Mukwege encuentra el coraje para seguir adelante en esas pacientes a las que recompone y que luchan para convivir con su infierno particular y recuperar la dignidad y la entereza d¨ªa a d¨ªa.
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