Conversaciones en el tiempo
Mantener el bienestar y las pensiones pasa por aumentar el nivel educativo de todos
Cuentan que hace a?os, un joven y brillante economista visit¨® una peque?a econom¨ªa que, despu¨¦s de un periodo de autarqu¨ªa, iniciaba un proceso de apertura y reformas que impulsaran su modernizaci¨®n e internacionalizaci¨®n. En las reuniones con las personas que impulsaban las reformas, le plantearon que la intensificaci¨®n de los flujos migratorios internos, asociada a la industrializaci¨®n, alteraba las pautas de comportamiento individuales. El shock en la oferta de trabajo requer¨ªa un nuevo modelo de viabilidad para la poblaci¨®n mayor. ?Qu¨¦ modelo cree que deber¨ªamos impulsar?, le preguntaron. Este tema es central para afrontar los retos del Estado de bienestar. La referencia es el Informe Beveridge de 1942, respondi¨® el economista. ?Qu¨¦ podr¨ªamos hacer con este enfoque?, preguntaron. Tras pensar un instante, el economista respondi¨®: implantar un sistema de reparto. La idea es muy sencilla. Se aparta una proporci¨®n del producto de la econom¨ªa, que se reparte entre los mayores. Esta proporci¨®n la aportan los trabajadores. En el futuro, los trabajadores actuales ser¨¢n pensionistas y recibir¨¢n la misma proporci¨®n del producto del futuro con la que contribuyeron en el pasado. Ello garantiza que los mayores reciban una proporci¨®n constante de los bienes y servicios que produzca el pa¨ªs, que incorporar¨¢ los avances en tecnolog¨ªa y capital humano. La cantidad recibida por cada generaci¨®n crecer¨¢ con el PIB. Este es el gran atractivo de la propuesta. Es un contrato entre generaciones. Pero rebosa romanticismo. Una generaci¨®n soporta las pensiones de sus mayores y recibir¨¢ la suya de las aportaciones de sus hijos.
Es cierto que es muy atractiva. Es pol¨ªtica en estado puro. Nuestra poblaci¨®n es de 100 personas que se distribuyen de la siguiente forma: 26 menores, 67 en edad de trabajar y 7 son mayores, le dijeron. El economista respondi¨®: la decisi¨®n pol¨ªtica consiste en establecer el sistema y en determinar el porcentaje del mismo. El resto son medidas t¨¦cnicas. La distribuci¨®n de contribuciones y prestaciones debe responder solo a criterios t¨¦cnicos que garanticen el contrato.
El gran atractivo del reparto es que es un contrato entre generaciones
?Qu¨¦ porcentaje deber¨ªamos establecer?, preguntaron los pol¨ªticos. La proporci¨®n de mayores es del 7% pero aumentar¨¢, por lo que deber¨ªa superar esta cifra. Al principio, el sistema podr¨¢ financiar incluso otras pol¨ªticas sociales como la sanidad, respondi¨® el economista. Pero no olviden que las ¨²nicas variables relevantes son la tasa de dependencia, el n¨²mero de mayores en relaci¨®n con el de personas en edad de trabajar, y el porcentaje del salario que cubre la pensi¨®n media. Ambas est¨¢n fijadas solo por la demograf¨ªa.
Cincuenta y un a?os despu¨¦s, el economista, ya profesor retirado, coincidi¨® con uno de aquellos pol¨ªticos y reanudaron su conversaci¨®n en el tiempo. ?Cu¨¢nto tiempo ha pasado!, ?c¨®mo ha ido el sistema de reparto?, pregunt¨® el economista. Fue un ¨¦xito absoluto, un salto de bienestar social. Se estableci¨® el 10% del PIB para el sistema. Aunque ahora hay una enorme preocupaci¨®n, le contest¨® el pol¨ªtico. Ya, s¨¦ que la econom¨ªa ha crecido mucho y que ahora est¨¢ plenamente integrada. S¨¦ que la poblaci¨®n ha crecido el 46%, hasta 146 personas: 21 menores, 100 en edad de trabajar y 25 mayores. Y s¨¦ que el sistema est¨¢ maduro, dijo el economista. ?Qu¨¦ quiere decir?, pregunt¨® el pol¨ªtico. Que la tasa de dependencia es 1/4 en lugar de 1/9 y que la pensi¨®n media a¨²n cubre el 80% del salario. Y, ?c¨®mo lo sabe? Ni siquiera yo lo s¨¦, dijo el pol¨ªtico. Es f¨¢cil, respondi¨® el economista. La remuneraci¨®n de asalariados es aproximadamente la mitad del PIB. Dado que hay 100 personas que trabajan, el coste laboral medio es el 0,5% del PIB. Y la pensi¨®n media es el 10% dividido entre 25, es decir el 0,4% del PIB, el 80% del coste laboral. Tienen un sistema de prestaci¨®n definida, ?no es as¨ª?, pregunt¨®. S¨ª, el sistema determina la pensi¨®n inicial con la carrera laboral individual, respondi¨® el pol¨ªtico. Lo que quiero decir es que si las reglas est¨¢n bien definidas, la pensi¨®n media no puede superar el 80% del coste laboral. Pero el cambio demogr¨¢fico reducir¨¢ este porcentaje, dijo el economista. S¨ª, existe un amplio debate social, preocupan la evoluci¨®n de los ingresos y los desequilibrios que se prev¨¦n en el sistema. El Gobierno ha encargado una evaluaci¨®n a un grupo de expertos. ?Qu¨¦ significa que el cambio demogr¨¢fico reducir¨¢ la pensi¨®n media?, pregunt¨® el pol¨ªtico. El problema no son los ingresos. El sistema est¨¢ equilibrado por definici¨®n. Si aparecen desequilibrios es porque las prestaciones est¨¢n mal definidas. El cambio demogr¨¢fico aumentar¨¢ la tasa de dependencia y reducir¨¢ el porcentaje del salario que podr¨¢ cubrir la pensi¨®n media. Es el cambio demogr¨¢fico el que afecta al sistema, respondi¨® el economista.
El sistema no se puede politizar; las reglas han de ser solo t¨¦cnicas
?Ser¨ªa posible anticipar lo que ocurrir¨¢ en otros 51 a?os?, pregunt¨® el pol¨ªtico. Claro, las proyecciones demogr¨¢ficas estiman que la poblaci¨®n aumentar¨¢ solo el 1,74% hasta 149 personas: 20 menores, 75 en edad de trabajar y 54 mayores. La tasa de dependencia se triplicar¨¢, desde 0,25 hasta 0,73. El coste laboral medio ser¨¢ el 0,67% del PIB. Y la pensi¨®n media el 0,19%, como m¨¢ximo el 27,8% del salario medio, respondi¨® el economista. Y, ?ser¨¢ suficiente?, pregunt¨® el pol¨ªtico. Es imposible responder, pero los mayores deber¨ªan reducir demasiado su nivel de vida. ?Y qu¨¦ se puede hacer?, volvi¨® a preguntar el pol¨ªtico. Adecuar la edad de jubilaci¨®n al nuevo ciclo vital, contest¨® el economista. Ya, pero eso cuenta con el rechazo de los votantes, dijo el pol¨ªtico. Ya les dije que no se pod¨ªa politizar este tema, que una vez tomada la decisi¨®n pol¨ªtica de implantar el sistema de pensiones, las reglas eran exclusivamente t¨¦cnicas, contest¨® el economista. ?Existe viabilidad para el sistema de reparto?, pregunt¨® el pol¨ªtico. S¨ª, el informe del Banco Mundial de 1994 propuso tres pilares, los dos ¨²ltimos de capitalizaci¨®n para complementar la pensi¨®n del sistema. Ello exige una fiscalidad del ahorro adecuada, respondi¨® el economista. ?Y no podr¨ªamos cambiar el porcentaje, subiendo las aportaciones?, insisti¨® el pol¨ªtico. Recuerde que el sistema de reparto es un contrato entre generaciones, eso alterar¨ªa el contrato, habr¨ªa una generaci¨®n beneficiada a costa de otras. Adem¨¢s, implicar¨ªa subir la fiscalidad sobre el trabajo, respondi¨® el economista. S¨ª, la tasa de desempleo es ya muy elevada, afirm¨® el pol¨ªtico. Pues subir la fiscalidad aumentar¨ªa el desempleo, argument¨® el economista.
Parece que no hay salida. ?Qu¨¦ se puede hacer?, pregunt¨® el pol¨ªtico. Explicar que los problemas son exclusivamente consecuencia del cambio demogr¨¢fico. Hay que aumentar el ahorro, dise?ar una fiscalidad que no lo penalice, contest¨® el economista. Y ?qu¨¦ m¨¢s?, ?cu¨¢l es ahora el gran reto?, pregunt¨® el pol¨ªtico. El gran reto, respondi¨® el economista, es el capital humano. La evidencia muestra que, en promedio, por cada a?o adicional de educaci¨®n, el salario real aumenta el 10%. Esta es la ¨²nica v¨ªa para aumentar el bienestar de todos, de los trabajadores y de los pensionistas.
[Solo a?adir que las estructuras poblacionales son las de Espa?a en 1950, 2001 y 2052. El porcentaje del PIB que se destina al sistema de pensiones es el 13% e incluye las clases pasivas del Estado. Y, a lo largo del tiempo, hasta donde la memoria me alcanza a recordar, los ingresos oscilan alrededor del 13% del PIB, a pesar de las crisis].
David Taguas Coejo Director del Instituto de Macroeconom¨ªa y Finanzas. Universidad Camilo Jos¨¦ Cela
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