Consenso alem¨¢n, incomunicaci¨®n espa?ola
PP y PSOE no concretan un discurso nacional ni frente al independentismo
Alemania ha impuesto a la Uni¨®n Europea sus criterios econ¨®micos sin el contrapeso que en el pasado reciente supuso Francia, capitidisminuida durante el mandato de Sarkozy e inexistente con Hollande a pesar de las expectativas despertadas por la elevaci¨®n del socialista franc¨¦s a la jefatura de la Rep¨²blica. El protagonismo germano ha provocado recelo en sus socios comunitarios, que entienden que Merkel ha sido prisionera de una visi¨®n excesivamente dom¨¦stica de la pol¨ªtica europea y de una ortodoxia econ¨®mica ineficaz.
Los an¨¢lisis sobre el comportamiento alem¨¢n son muy variados. Se ha sacado a pasear, sin las limitaciones que imponen la inteligencia y el conocimiento, tanto el nacimiento de la canciller en la antigua Alemania comunista como las experiencias b¨¦licas del siglo XX. Los unos y los otros necesitaban imperiosamente otra Alemania m¨¢s humana y menos fan¨¢tica, m¨¢s solidaria y menos ortodoxa, m¨¢s europea y menos alemana. Y desde la distancia, con todos los lugares comunes y apriorismos disponibles, vieron en el SPD la alternativa tranquilizadora que siempre ha necesitado la mayor¨ªa. Para todos ellos no era tan importante quien ganara las elecciones, sino que se siguiera ofreciendo una imagen alternativa de Alemania, permitiendo sobrevivir la esperanza de opciones distintas. Para este numeroso grupo, que necesita la cercan¨ªa de lo que ¡°podr¨ªa ser¡± para evadirse de la responsabilidad que impone la tozuda y desagradable realidad, el golpe m¨¢s duro se lo dar¨ªa una s¨ªntesis entre lo que niegan con todas sus fuerzas y lo que justifica su felicidad, por otro lado siempre insatisfecha; en otras palabras, un Gobierno de coalici¨®n entre la UDC y el SPD.
Las peores expectativas para los militantes de este sectarismo ideol¨®gico, basado m¨¢s en el odio al adversario que en la raz¨®n, empiezan a convertirse en una certidumbre enojosa. Los socialdem¨®cratas alemanes han propuesto, entre otras condiciones, el establecimiento de un salario m¨ªnimo para abrir las puertas a un gran acuerdo. Con su inclinaci¨®n a gobernar con Merkel provocan confusi¨®n y enojo en todos aquellos que encuentran en el sectarismo la motivaci¨®n fundamental para su programa pol¨ªtico, que son multitud incontable entre nosotros.
El ¨¦xito germano se
basa en el acuerdo social, la capacidad de renuncia
y el h¨¢bito de encauzar los conflictos
En Alemania, la crisis econ¨®mica no parece tan grave como en Espa?a, no tienen una crisis de deslegitimaci¨®n de las instituciones y parece que su compleja ordenaci¨®n territorial no soporta un cuestionamiento radical y quebrantador como el que se soporta en Espa?a; sin embargo, los dos grandes partidos alemanes, en un empe?o com¨²n, abren la posibilidad de unirse desde?ando los socialdem¨®cratas sus intereses partidistas y dominando los conservadores la euforia de una victoria hist¨®rica, que casi les lleva al umbral de la mayor¨ªa absoluta.
No creo que las sociedades sean prisioneras de un car¨¢cter uniformador, impreso en un ADN colectivo, que igual sirve para disculpar la responsabilidad individual como para evitar enfrentarse al desconocido futuro; s¨ª creo en las tendencias nacidas de la costumbre y la educaci¨®n. En Espa?a es excepcional el esp¨ªritu de consenso, la cultura de la negociaci¨®n en la vida p¨²blica; predispuestos siempre a satisfacer a los m¨¢s cercanos y a considerar el acuerdo como una derrota imposible de encubrir. Tal vez por esa sempiterna victoria del sectarismo miramos con triste languidez la Transici¨®n espa?ola, significada por todo lo contrario.
Aqu¨ª, la crisis econ¨®mica, que ha venido con un empobrecimiento general, un ej¨¦rcito de seis millones de parados y un desconcierto considerable sobre las bases de recuperaci¨®n, no ha sido capaz de convocarnos a un esfuerzo nacional y equilibrado para superarla, y el debilitamiento del cr¨¦dito institucional sirve de marco para la pol¨ªtica m¨¢s sectaria y menos encumbrada. Ni siquiera el reto independentista de los pol¨ªticos nacionalistas catalanes ha tenido la fuerza suficiente para obligar a los dos grandes partidos a concretar un discurso nacional en el que puedan desenvolverse sin prevenciones, content¨¢ndose con citas oscurecidas por el secreto y el desd¨¦n por la inteligencia de sus representados. Embarcado uno en un viaje sin destino, si no es el de buscar las diferencias con el otro gran partido nacional, y dedicado, el que tiene hoy la responsabilidad de Gobierno, con af¨¢n de usurero, a contar los beneficios del desencuentro, que sin duda los tendr¨¢.
No me extra?a, por tanto, que nos sorprenda el h¨¢bito del pacto en Alemania y que pronto procuremos olvidar que la base del ¨¦xito germano se basa en el acuerdo social, sin impedir el fragor del conflicto propio de una sociedad con variados y m¨²ltiples intereses, pero capaz de encauzarlos. Desde una dura y traum¨¢tica experiencia hist¨®rica, los alemanes han llevado la pol¨ªtica del acuerdo a todas las esferas de la vida p¨²blica: al ¨¢mbito partidario, al institucional y a¨²n al ¨¢mbito socioecon¨®mico. Han demostrado que las tendencias sociales se pueden doblegar.
Mientras tanto, en una nueva vuelta al pasado, se nos presentan en Espa?a dos realidades incomunicadas, incapaces de encontrar bases m¨ªnimas, no solo para una convivencia pac¨ªfica, sino tambi¨¦n esperanzadora. Sin darnos cuenta de que Alemania, con todos los reparos que pongamos, no basa su buena fama en la productividad de trabajadores y empresarios, ni siquiera en los avances tecnol¨®gicos; es la capacidad de renuncia, de acuerdo, de sacrificio, de esfuerzo individual y colectivo, la verdadera raz¨®n de su fortaleza.
Nicol¨¢s Redondo Terreros es presidente de la Fundaci¨®n para la Libertad.
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