Impulso a la paz
El acuerdo sobre participaci¨®n pol¨ªtica logrado con las FARC refuerza el di¨¢logo en Colombia
El Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han culminado un nuevo cap¨ªtulo en las negociaciones de paz que celebran en La Habana. El pacto sobre participaci¨®n pol¨ªtica, que sigue al alcanzado en mayo sobre desarrollo rural, insufla ox¨ªgeno a un proceso que empezaba a desilusionar a la opini¨®n p¨²blica: dos acuerdos en 12 meses es un ritmo demasiado lento incluso para el Gobierno, que hab¨ªa amenazado con levantarse de la mesa si en un a?o no se registraban avances sustantivos. En la agenda a¨²n aguardan el narcotr¨¢fico, el desarme, los derechos de las v¨ªctimas y el fin del conflicto.
Ahora el presidente Santos puede pisar a fondo el acelerador y deso¨ªr a quienes recomendaban suspender el di¨¢logo para evitar interferencias con la campa?a electoral de las presidenciales de mayo de 2014. No habr¨¢ pausa en las conversaciones, ha dicho Santos, que debe anunciar este mes si, como todos creen, se presenta a la reelecci¨®n. En este sentido, el acuerdo logrado el mi¨¦rcoles no solo espolea un proceso de paz que parec¨ªa languidecer, sino que refuerza al propio Santos, cuya popularidad se hab¨ªa desplomado en los ¨²ltimos meses.
No cabe sino congratularse de que los esfuerzos por encontrar una salida negociada a casi 50 a?os de violencia vayan dando frutos. Pero conviene mantener un punto de escepticismo. Primero, porque, tal y como insisten las autoridades colombianas, ¡°no hay nada acordado hasta que todo est¨¦ acordado¡±. Y en segundo lugar, porque lo que ha trascendido de los dos acuerdos alcanzados hasta ahora son enunciados generales, que adem¨¢s despiertan suspicacias en una poblaci¨®n con demasiado sufrimiento a sus espaldas.
Editoriales anteriores
El pacto sobre participaci¨®n pol¨ªtica abre la puerta y crea ¡°condiciones especiales¡± para la transformaci¨®n de las FARC, consideradas como grupo terrorista, en un partido, pero deja en el aire cuestiones decisivas sobre el procedimiento. Est¨¢ claro que sus dirigentes, la mayor¨ªa condenados por cr¨ªmenes de lesa humanidad, pretenden garantizarse la impunidad con esa ¡°reconversi¨®n pol¨ªtica¡±, algo contra lo que ya han advertido organizaciones de derechos humanos y que encuentra un contundente rechazo popular. Las encuestas son claras: los colombianos quieren la paz, pero no a cualquier precio. Ellos tienen la ¨²ltima palabra. Santos lo sabe y tiene que jugar en esos m¨¢rgenes.
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