Las vocales repetidas insultan menos
¡°Macarra¡±, ¡°tarambana¡±, ¡°mequetrefe¡±, ¡°pelele¡±..., de un lado; ¡°nazi¡± o ¡°totalitario¡± del otro
El dirigente nacionalista gallego Xos¨¦ Manuel Beiras dijo hace tres semanas en su Parlamento aut¨®nomo que la Uni¨®n Europea ¡°es un disfraz del IV Reich, sin ej¨¦rcito nazi por ahora¡± y que el presidente N¨²?ez Feijoo ¡°es un comando de exterminio¡± (afirmaci¨®n esta ¨²ltima que retir¨® luego). Tales palabras, pronunciadas el 15 de octubre, se sumaban a las proferidas por el propio Beiras un a?o antes, cuando acus¨® al presidente gallego de que ¡°est¨¢ matando a m¨¢s gente que ning¨²n grupo terrorista¡±.
El pasado 13 de abril, la n¨²mero dos del PP, Dolores de Cospedal, tild¨® los escraches organizados por las v¨ªctimas de los desahucios de ¡°nazismo puro¡± y ¡°reflejo de un esp¨ªritu totalitario¡±.
Frente a eso, el columnista Frank Bruni escrib¨ªa el 9 de octubre en el New York Times que ser¨ªa de esperar que el exterminio met¨®dico de millones de jud¨ªos estuviera a salvo de convertirse en un s¨ªmil chapucero. A continuaci¨®n detallaba algunos penosos ejemplos del debate pol¨ªtico estadounidense; y conclu¨ªa: ¡°Debemos vigilar nuestras palabras. Tienen consecuencias¡±.
El genio del idioma espa?ol previ¨® el insulto, qu¨¦ remedio. Pero ide¨® un truco para rebajarlo: la repetici¨®n de una misma vocal en una misma palabra. Creaba as¨ª adjetivos que m¨¢s describen que descalifican. O sea, el mal menor. Se trata de ofensas que vienen del idioma, frente a los venablos que salen de la historia. Muchos insultos que alumbr¨® la lengua se camuflan con un ropaje simp¨¢tico, como ¡°tarambana¡±, y logran un efecto sonoro que parece m¨¢s un juego que un juicio. Entre los que proceden de la historia, tenemos ¡°nazi¡±, ¡°franquista¡±, ¡°estalinista¡±... Todos tremendos.
Decimos ¡°tarambana¡± y pronunciamos, en efecto, cuatro veces la misma vocal para referirnos a una persona de poco criterio. La reiteraci¨®n de la letra a parece muy productiva. Al hombre rudo y tosco se le llama ¡°ganap¨¢n¡±. ¡°Mangarr¨¢n¡± (perezoso) se emplea en el norte, y ¡°charlat¨¢n¡± por todas partes. A un est¨²pido le dicen ¡°soplagaitas¡±. Y al informal, ¡°cantama?anas¡±. Y para el achulado y de mal gusto se usa ¡°macarra¡±. Al que reh¨²ye el trabajo lo tachan de ¡°harag¨¢n¡±; y a quien se enoja con facilidad, de ¡°cascarrabias¡±. La persona simple y cr¨¦dula puede ser un ¡°papanatas¡±; y el sinverg¨¹enza y frescales, un ¡°bandarra¡±.
Entre los bis¨ªlabos, al retr¨®grado se le tilda de ¡°carca¡±; y el que no da ni una saldr¨¢ incluso bien librado si alguien lo define como un ¡°manta¡±. La reiteraci¨®n de la a aparece igualmente en ¡°ga?¨¢n¡± o en ¡°pat¨¢n¡±, en ambos casos personas zafias: y tambi¨¦n en ¡°mandria¡±: un in¨²til.
Lo mismo sucede con la frecuencia de la e. ¡°Petimetre¡± define a quien se obsesiona con las modas, Y al entremetido y de poco provecho le llaman ¡°mequetrefe¡±. El navarrismo ¡°menerre¡± censura al in¨²til. Al d¨¦bil que no sirve para un trabajo f¨ªsico se le clasifica como ¡°enclenque¡±. Y la persona manejable es un ¡°pelele¡±.
La letra o, por su parte, resulta mucho m¨¢s rotunda: ¡°Tonto¡±, ¡°bobo¡±, ¡°tosco¡±, ¡°?o?o¡±, ¡°soso¡±, ¡°glot¨®n¡±, ¡°fofo¡±¡ Al que es m¨¢s simple que el mecanismo de un lapicero se le adjudica la voz ¡°zolocho¡±; y al hombre que parece no enterarse de nada pero no se descuida en su provecho, ¡°zorrocloco¡± (muy extendida en Canarias). Y al irrelevante se le considera un ¡°zorrocotroco¡±.
La i tiende a se?alar lo peque?o o despreciable (nimio, ¨ªnfimo¡), y con esa idea se relaciona al ¡°chisgarab¨ªs¡±. El que pone reparos de poqu¨ªsima monta es un ¡°tiquismiquis¡±. Y a quien carece de importancia el diccionario le llama ¡°mindundi¡±.
Por supuesto, no todos los insultos populares se basan en esas eufon¨ªas. Tambi¨¦n existen ¡°est¨²pido¡± o ¡°idiota¡± o ¡°gilipollas¡±. Y quiz¨¢s por ello parecen m¨¢s fuertes.
En un hipot¨¦tico c¨®digo penal de los insultos, algunos (como ¡°nazi¡±) deber¨ªan acarrear una indemnizaci¨®n severa, y otros s¨®lo una buena multa pagadera en c¨®modos plazos. Pero todos ellos han de provocar la descalificaci¨®n sim¨¦trica de quien los ha proferido; nunca la de quien los recibe.
As¨ª que, por favor, se?or¨ªas: ya que van a descalificarse ustedes mismos, les sugerimos que insulten con m¨¢s cuidado.
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