El lado menos amable de la Red
La l¨®gica de internet conduce a que podamos observar a cambio de ser observados; Snowden ha demostrado que es m¨¢s un bazar que un ¨¢gora. A partir de ahora se agudizar¨¢ el conflicto entre libertad y control
Es l¨®gico que estemos indignados (tal vez no lo suficiente) por el esc¨¢ndalo del espionaje, pero lo que no deber¨ªamos estar es sorprendidos, como si acab¨¢ramos de descubrir que ¨¦ramos observados. Tenemos derecho al enfado, por supuesto, pero no al asombro, porque ya deber¨ªamos estar avisados de que esta era la l¨®gica de internet. Nuestra reacci¨®n se merece aquel reproche de Nietzsche hacia quienes se pasan la vida sorprendi¨¦ndose al descubrir cosas que previamente hab¨ªan escondido.
Este desconcierto se produce porque est¨¢bamos todav¨ªa en medio de la resaca de una precipitada celebraci¨®n, que congregaba a muy variados festejantes en torno a diversas posibilidades prometedoras de internet. Unos se alegraban de que cualquiera pod¨ªa expresar su opini¨®n sin permiso de los directores de peri¨®dico o publicar un libro sin tener que someterse al filtro de los editores; otros aseguraban que la ciudadan¨ªa estaba a punto de despedirse de los partidos, las instituciones y sus representantes; hay quien celebraba la muerte de todos los secretos y el advenimiento de la transparencia total; nos cre¨ªamos que a partir de ahora ¨ªbamos a convertirnos en unos mirones, en unos observadores cr¨ªticos que no eran vistos, que el saber iba a estar universalmente disponible y que todo se pod¨ªa en adelante compartir.
Hemos pensado que informarse acerca del tiempo y las noticias, conectarse a una red social, comprar on line o enviar mensajes instant¨¢neos era un aut¨¦ntico chollo. Parec¨ªamos desconocer que de este modo est¨¢bamos proporcionando informaci¨®n a cualquiera. Estar conectado equivale a proporcionar informaci¨®n acerca de uno mismo, de su localizaci¨®n y de sus acciones. Tras el esc¨¢ndalo desvelado por Snowden en torno al espionaje del NSA americano, se nos ha hecho patente la cara menos amable de un estado de cosas en cuya configuraci¨®n hab¨ªamos colaborado. S¨ª, los ciudadanos tenemos mucho que ver con el esc¨¢ndalo del espionaje. En este espionaje no solo han colaborado diversos gobiernos, sino tambi¨¦n los usuarios de la red. ?En qu¨¦ sentido podemos afirmar sin exageraci¨®n que somos esp¨ªas de nosotros mismos?
Internet es un espacio de autoexhibici¨®n, tambi¨¦n para el usuario m¨¢s discreto. Existir en la red es desvelarse en cierto modo, mostrarse a trav¨¦s de los datos, nuestros itinerarios, relaciones y decisiones. Moverse en la red, aprovechar sus virtualidades, implica establecer una serie de relaciones de dependencia respecto de ella. El ciberactivismo se revela inesperadamente tambi¨¦n como una forma de ciberpasivismo.
Estar conectado equivale a dar informaci¨®n sobre uno mismo, sobre su localizaci¨®n y sus acciones
La l¨®gica del la red implica adquirir posibilidades de comunicaci¨®n, exhibici¨®n y movimiento a cambio de una dependencia respecto de esa misma red. Podemos observar porque al mismo tiempo nos dejamos observar. Por eso internet se ha convertido en una inmensa m¨¢quina de vigilancia. Me refiero a los fen¨®menos de censura crowdsourcing, de vigilancia regresiva en la que pueden participar los agentes de la red, pero sobre todo a la vigilancia m¨¢s banal inscrita en su propia l¨®gica. Cuanto m¨¢s sabemos gracias a la red, m¨¢s sabe ella acerca de nosotros. ?O es que alguien se cre¨ªa que esto era gratis total? El contrato digital impl¨ªcito consiste en que extraemos y aportamos informaci¨®n. Alimentamos la red con nuestras acciones cotidianas y las huellas de lo que visitamos, a trav¨¦s de las cuales estamos haciendo aportaciones, voluntarias e involuntarias, al tr¨¢fico global de datos. No hay en internet ninguna operaci¨®n que no sea archivable, es decir, identificable. Hasta la comunicaci¨®n m¨¢s cifrada deja huellas y se puede reconstruir. Internet es el espacio de los rastros y las pistas, en el que nada se pierde o desdibuja con el tiempo, ni se oculta tras un espacio reservado. Se registran las consultas de Google, se archivan todas las interacciones de Facebook. Con el uso de la red se est¨¢ produciendo un gigantesco intercambio de datos entre los usuarios y los servidores. Hasta el esp¨ªa deja huellas y personas como Snowden las rastrean con el prop¨®sito de impugnar o dificultar esa vigilancia.
Por eso se podr¨ªa incluso sostener que el caso Snowden y el de Bradley Manning, en tanto que revelaci¨®n de secretos, son una muestra de la capacidad autoreguladora de la democracia, un sistema pol¨ªtico que s¨®lo es posible all¨ª donde termina por conocerse el trabajo de los servicios secretos... y el mensajero sobrevive. ?Cabr¨ªa imaginarse una revelaci¨®n semejante en Rusia o China?
Frente a quienes han exagerado sus posibilidades democratizadoras, ahora sabemos que internet es m¨¢s un bazar que un ¨¢gora. El negocio del profiling lo atestigua. La red es un gran mercado de informaci¨®n acerca de los h¨¢bitos de los consumidores, un continuo sondeo de marketing. Las opiniones, los gustos, los deseos y la propia localizaci¨®n geogr¨¢fica de los usuarios son recopilados pacientemente por una serie de empresas que hacen de esos datos su propiedad privada. Al nutrir las bases de datos, el usuario aumenta el valor de las empresas que le ofrecen sus servicios de forma aparentemente gratuita, les permite conocerle mejor y suministrarle aquello que (cree que) necesita. Si colaboramos tan pl¨¢cidamente en este rastreo sobre nosotros mismos es porque todo tiene un aspecto ideol¨®gico anarco-liberal, dando a entender que el cliente es el que manda y que es cortejado por todo el mundo para adivinar y satisfacer sus necesidades. Lo que ha hecho Snowden es mostrar c¨®mo esa observaci¨®n no solo serv¨ªa para satisfacer los deseos de los consumidores sino para gestionarlos estrat¨¦gicamente de acuerdo con objetivos pol¨ªticos. Por eso no es una casualidad que las grandes empresas de internet y los gobiernos est¨¦n colaborando, unos por el negocio que esos datos representan y los otros en nombre de la seguridad o de sus intereses geoestrat¨¦gicos.
Probablemente estemos entrando en una segunda era de internet, en la que ciertas ingenuidades se desvanecer¨¢n y que deber¨¢ hacer frente a determinados riesgos. Se agudizar¨¢n los conflictos entre libertad y control, gobiernos y ciudadanos, proveedores y usuarios, entre transparencia y protecci¨®n de datos, a los que deberemos dar una soluci¨®n equilibrada; habremos de regular fen¨®menos como "el derecho al olvido", la privacidad y la voluntariedad en la puesta a disposici¨®n de datos; se inventar¨¢n sin duda nuevos procedimientos de protecci¨®n y enciframiento, pero tambi¨¦n nuevas regulaciones jur¨ªdicas y nuevas formas de diplomacia y cooperaci¨®n.
La construcci¨®n de la confianza es el gran desaf¨ªo, tambi¨¦n en lo que se refiere a seguridad
No desaparecer¨¢ el espionaje, pero tendr¨¢ que ser m¨¢s respetuoso con la legalidad y, sobre todo, m¨¢s inteligente. Y es que al final espiar no sirve tanto porque no hace innecesarias las tradicionales relaciones de confianza que permit¨ªan una puesta en com¨²n de informaci¨®n que ahora aparece da?ada. Entre otras cosas, debido a que la cantidad enorme de datos ¡ªesos 100.000 gigabytes que, al parecer, est¨¢n girando en el mundo¡ª debe ser gestionada y acumularlos ilimitadamente puede ser un obst¨¢culo para hacerse con la informaci¨®n deseada.
Hace mucho tiempo que los servicios de inteligencia reconocen que cada vez se trata menos de acumular datos como de mejorar los filtros. El soci¨®logo Niklas Luhmann dec¨ªa que la confianza era el principal reductor de la complejidad. Pero parece ser que en la National Security Agency circula el chiste seg¨²n el cual "aqu¨ª solo creemos en Dios; a todos los dem¨¢s los espiamos", o sea, que esp¨ªan demasiado. Lo que Obama pod¨ªa saber llamando directamente al tel¨¦fono de Merkel es m¨¢s que lo que puede obtener pinchando su tel¨¦fono y socavando as¨ª la confianza entre ellos. La construcci¨®n de la confianza es nuestro gran desaf¨ªo, tambi¨¦n y principalmente en lo que se refiere a la seguridad.
Daniel Innerarity Catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica, investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y actualmente profesor visitante en la London School of Economics.
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