El regreso de la FAI
Una plataforma internacionalista recupera las siglas de la legendaria facci¨®n anarquista
Tal como est¨¢n las cosas, no es extra?o que se registren brotes terroristas, ni que sus protagonistas busquen viejas siglas cuyo prestigio les legitime. Ya en los a?os setenta, al fusionarse dos grup¨²sculos franceses partidarios del terrorismo, tomaron por nombre Acci¨®n Directa, la t¨¢ctica que desde principios de siglo patentara el sindicalismo revolucionario. Fue la misma transfiguraci¨®n realizada por los mao¨ªstas que en Chiapas crearon el Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional, haciendo suyo el nombre del l¨ªder de la revoluci¨®n mexicana. Ahora se trata de que la FAI, la Federaci¨®n Anarquista Ib¨¦rica, vuelva a la vida, impulsada desde una plataforma internacionalista, la FAI/ FRI, cuyos efectos empiezan a sentirse en Espa?a.
A favor de ese prop¨®sito interviene la leyenda dorada que ha envuelto durante las ¨²ltimas d¨¦cadas al anarquismo espa?ol, y en particular a la FAI. Frente a la perversidad en la Guerra Civil del falso revolucionarismo del PCE, se encontrar¨ªa la aut¨¦ntica revoluci¨®n encarnada por el anarquismo (y el POUM) que los estalinistas lograron abortar. Son las im¨¢genes de Blanca asesinada por ellos en Tierra y Libertad, de Ken Loach, rubricando el fin de la ejemplar Disneylandia colectivista que los agricultores establecieran en el curso de su asamblea. Seg¨²n explicaba el veterano propagandista ciego F¨¦lix Carrasquer en Madrid a los estudiantes de un colegio mayor durante la Transici¨®n, en el proceso colectivizador aragon¨¦s, tal era el entusiasmo que ni los propietarios pudieron resistirse a ¡°la coacci¨®n moral¡±. L¨¢stima que L¨ªster destruyera luego las colectivizaciones, hasta llegar al extremo, precis¨® Carrasquer, de ¡°devolver las tierras a las viudas de los propietarios¡±.
Al margen de las simplificaciones, cuenta que el anarcosindicalismo despleg¨® en Espa?a una cultura propia, alcanzando a formar en muchos lugares una microsociedad alternativa, basada en la fraternidad, en la educaci¨®n racionalista, en el universalismo, en el culto a la naturaleza, sin olvidar la atenci¨®n a problemas acuciantes para las clases populares, tales como las relaciones sexuales y el control de la natalidad. Minoritaria y en contraste con el machismo dominante, la afirmaci¨®n de g¨¦nero tuvo una brillante expresi¨®n en el movimiento de mujeres libres. Eran rasgos que pod¨ªan apreciarse sin dificultad al entrar en contacto con los supervivientes de la guerra en los a?os setenta. La dimensi¨®n ut¨®pica constituy¨® un componente natural de nuestro anarquismo.
El legado de esta agrupaci¨®n tiene poco que ver con la
creatividad del sue?o libertario
Ser¨ªa un error, sin embargo, contemplar su historia pol¨ªtica como una proyecci¨®n inmediata de esa mentalidad libertaria. Desde los d¨ªas de la gran guerra, cuando realmente se consolida org¨¢nicamente la Confederaci¨®n Nacional del Trabajo (CNT), bajo el r¨®tulo del ¡°sindicalismo¡±, la acci¨®n directa se ti?e de violencia y el pistolerismo acaba siendo un componente inseparable de las luchas sociales, con la contrapartida de otro pistolerismo, el patronal, apoyado este en las instituciones del Estado. El virreinato criminal de Mart¨ªnez Anido culmin¨® esa deriva entre 1920 y 1922 y el asesinato de Salvador Segu¨ª en marzo de 1923 anul¨® la posibilidad de un anarcosindicalismo asentado sobre una pol¨ªtica de la CNT en el marco de la izquierda democr¨¢tica. Lleg¨® entonces el momento de la lucha a muerte, que desde 1923 encabezan los autotitulados ¡°reyes de la pistola obrera¡±, integrantes del grupo Los Solidarios en torno al n¨²cleo dirigente formado por Durruti, Garc¨ªa Oliver y Francisco Ascaso, luego llamados los tres mosqueteros. Eran, a?ade el segundo, ¡°los mejores terroristas de la clase trabajadora¡±: asesinos, atracadores en gran escala e inspirados en un anarquismo ortodoxo inspirado en Bakunin, confiando hasta 1936 ¡ªincluida la delirante invasi¨®n por Vera de 1924¡ª en que la insurrecci¨®n popular respondiese al detonante activado por la minor¨ªa anarquista.
A su lado intervino la presi¨®n de los grupos anarquistas por hacer efectiva su hegemon¨ªa sobre la CNT frente a la autonom¨ªa sindical. Para garantizar ese predominio nace la FAI en 1927, siendo la llegada de la Segunda Rep¨²blica el momento de pasar a la acci¨®n contra los moderados que a¨²n controlan el sindicato. La presentaci¨®n en sociedad de la FAI, con Garc¨ªa Oliver al frente, se hizo a tiros en Barcelona, el Primero de Mayo de 1931. La espiral acci¨®n-represi¨®n-acci¨®n les dar¨¢ en 1933 el poder en la CNT, en nombre de la FAI (por encima de problemas formales: los tres mosqueteros no necesitaban un carn¨¦ para mandar), de modo que la organizaci¨®n militar en su mano, los Cuadros de Defensa, desencadene el ciclo insurreccional de 1933, con Garc¨ªa Oliver y Durruti al frente. Desastres salvados ante la opini¨®n p¨²blica por el impacto de la matanza de Casas Viejas. Antes que espontaneidad revolucionaria, hubo ¡°anarco-bolchevismo¡±.
Julio de 1936. La ¡°zarandeada¡± Rep¨²blica tuvo a su lado a la CNT-FAI. Pero el precio pagado fue alto: en los meses de plomo de la gran represi¨®n de 1936 en Catalu?a, al frente de las ¡°patrullas de control¡±, instrumentos del terror, encontramos por la FAI al cuarto mosquetero, Aurelio Fern¨¢ndez, cerca de Garc¨ªa Oliver. Fueron ¡°d¨ªas de euforia criminal¡±, explic¨® Joan Manent, secretario de Joan Peir¨®, el ministro de la CNT que denunciara ese ¡°peligro en la retaguardia¡±. El legado de la FAI tiene poco que ver con la creatividad del sue?o libertario.
Antonio Elorza es autor de Anarquismo y utop¨ªa (Cinca, 2013).
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