La educaci¨®n intelectual de una generaci¨®n
Se cumple medio siglo de la llegada a Espa?a del Fondo de Cultura Econ¨®mica, la m¨ªtica editorial mexicana que contribuy¨® a llenar el vac¨ªo creado por la censura franquista y ayud¨® a la formaci¨®n de tantos espa?oles
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A Javier Pradera, ¡°nuestro hombre en Madrid¡±
Ayudo a Natalia Rodr¨ªguez-Salmones, la viuda de Javier Pradera, a desbrozar los papeles y los libros de este ¨²ltimo (en una parte donados a la Fundaci¨®n Pablo Iglesias). Esta labor rompe uno de los t¨®picos m¨¢s repetidos en vida de Pradera: que era un intelectual ¨¢grafo, que casi siempre prefer¨ªa leer a escribir (como los buenos editores) y que la ¨²nica obra escrita que dejaba eran sus art¨ªculos, sobre todo en EL PA?S y en Claves. Se cre¨ªa que en los a?os en que milit¨® en el Partido Comunista fue, ante todo, un apparatchik a las ¨®rdenes de Federico S¨¢nchez (Jorge Sempr¨²n) para organizar a los intelectuales del interior. Fue eso y mucho m¨¢s. Por ejemplo, durante esos a?os (en parte en la c¨¢rcel) escribi¨® un libro sobre la mitolog¨ªa falangista, de m¨¢s de 500 p¨¢ginas, que aparecer¨¢ pr¨®ximamente (editado por el Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales y prologado por el profesor ?lvarez Junco). Tambi¨¦n en su largo periodo como editor (Fondo de Cultura Econ¨®mica, Siglo XXI y Alianza) y como editorialista, jefe de Opini¨®n y columnista de este peri¨®dico, escribi¨® much¨ªsimos folios in¨¦ditos, dej¨® alg¨²n libro m¨¢s (sobre la corrupci¨®n) e inici¨® unas memorias que no hab¨ªa logrado concluir cuando falleci¨® hoy har¨¢ dos a?os.
Entre todos esos escritos est¨¢ su historia personal en el Fondo de Cultura Econ¨®mica (FCE). En el a?o 1963, la m¨ªtica editorial mexicana abre su primera sucursal en Espa?a (en Madrid) y pone al frente a un jovenc¨ªsimo Javier Pradera (al que califican como ¡°nuestro hombre en Madrid¡±). En sus papeles, este cuenta sus esfuerzos (avalado por Arnaldo Orfila, el director del Fondo, y por Mar¨ªa Elena Satostegui, gerente en Argentina, que se desplaz¨® a Madrid a hacer los tr¨¢mites). Hay que poner en perspectiva esta llegada: en Espa?a est¨¢ a¨²n vigente la Ley de Prensa del a?o 1938, que supon¨ªa un estado de excepci¨®n permanente en lo que se refer¨ªa a la publicaci¨®n de libros.
Como ha escrito el periodista Antonio Lozano en La Gaceta, la publicaci¨®n del FCE, la palabra ¡°M¨¦xico¡± (matriz de la editorial) disparaba todas las alarmas en las filas del franquismo. Ambos pa¨ªses hab¨ªan roto las relaciones diplom¨¢ticas y comerciales desde la Guerra Civil, y M¨¦xico hab¨ªa recibido y acogido masivamente a una buena parte del exilio espa?ol. Instalada ya la sucursal, recibi¨® en varias ocasiones la visita de la siniestra Brigada Pol¨ªtico Social. En esos papeles est¨¢n contadas esas visitas (Javier pone su cargo a disposici¨®n de Orfila por si este considera que su presencia dificulta la marcha de la editorial), relatados los continuos problemas con la censura, sus intentos para incorporar al fondo del FCE a autores espa?oles, y tambi¨¦n su intercambio epistolar con Orfila cuando este fue destituido a ra¨ªz de la publicaci¨®n en M¨¦xico de Los hijos de S¨¢nchez, del antrop¨®logo estadounidense Oscar Lewis. Pradera se solidariza con ¨¦l, dimite (es el a?o 1965) y ambos fundan Siglo XXI.
El FCE abre en Madrid con Javier Pradera al frente, y a¨²n est¨¢ vigente la Ley de Prensa de 1938
Veinte a?os tard¨® el FCE en poder instalarse en Espa?a. En un libro hoy inencontrable (Historia de la casa. Fondo de Cultura Econ¨®mica 1934-1996), cuenta su autor, V¨ªctor D¨ªaz Arciniega, que para poner los pies en Madrid ¡°se necesitaron 20 a?os de trabajo preparatorio, pues el Gobierno del General¨ªsimo Franco impidi¨® el paso a todo aquello que tuviera algo que ver con la Segunda Rep¨²blica, con la libertad de opini¨®n y con avances del conocimiento, entre otros muchos problemas que identifican al FCE ante el franquismo (¡) El FCE comenz¨® formal y directamente a distribuir sus libros en 1944 a trav¨¦s de Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez, de la Distribuidora Hispano Argentina, creada por el FCE en Argentina para operar en Barcelona, pues la editorial no pod¨ªa hacerlo en forma directa debido a que el franquismo lo imped¨ªa¡±.
En toda la d¨¦cada de los sesenta solo fue posible para el FCE contar con un t¨ªtulo de Espa?a, tal era la cerraz¨®n del R¨¦gimen: una antolog¨ªa de Unamuno a cargo de Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren y Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, sobre la cual la censura se cubri¨® de rid¨ªculo al censurar ?una l¨ªnea! en el pr¨®logo. Pradera, Ab¨¢solo y el resto de los compa?eros tuvieron que administrar los libros del Fondo que llegaban de ultramar (primero de econom¨ªa, luego del resto de las ciencias sociales y m¨¢s adelante, tambi¨¦n de ficci¨®n), muchos de los cuales solo eran encontrables en las trastiendas de las librer¨ªas dem¨®cratas que exist¨ªan entonces, y que solo abr¨ªan a sus clientes m¨¢s seguros. Entre el 30% y el 40% del total del cat¨¢logo del FCE fue vetado por la censura espa?ola y en ese porcentaje se inclu¨ªan textos como Pedro P¨¢ramo, de Juan Rulfo, o La regi¨®n m¨¢s transparente, de Carlos Fuentes.
En el libro citado, D¨ªaz Arciniega explica que durante la gerencia de Javier Pradera, el FCE cre¨® dentro de sus propias instalaciones (en la madrile?a calle de Men¨¦ndez Pelayo) una especie de extraterritorialidad, por permitir el espacio f¨ªsico indispensable para el desarrollo intelectual, tan obstaculizado por las autoridades franquistas. Seg¨²n este autor, la sucursal espa?ola no estaba identificada con una militancia partidista, a pesar de que quien la llevaba hab¨ªa pertenecido al Partido Comunista, ¡°cosa por lo dem¨¢s com¨²n entre los hombres progresistas de aquellos a?os¡±. As¨ª como el cat¨¢logo del Fondo abarcaba de uno a otro extremo del pensamiento, igual era la sucursal a la que tanto iban falangistas como militantes del pensamiento progresista m¨¢s radicalizado. En aquellos a?os, la aventura del FCE se basaba tanto en intereses comerciales como en una concepci¨®n pol¨ªtica tendente a facilitar las libertades p¨²blicas.
Entre el 30% y el 40%
del cat¨¢logo fue vetado
y ah¨ª se incluyen obras como ¡®Pedro P¨¢ramo¡¯
Al escribir sobre Pradera, su amigo y tambi¨¦n editor, Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, le introduc¨ªa en la categor¨ªa de los grandes del oficio y dec¨ªa: ¡°Lo que los un¨ªa a todos, cada uno con sus caracter¨ªsticas, era la convicci¨®n de que una editorial ha de ser una contribuci¨®n necesaria al desarrollo intelectual del pa¨ªs, de una parte, y veh¨ªculo de conocimiento universal de otra; es decir, un constante flujo cultural de ida y vuelta¡±. El FCE de Pradera, junto a otros sellos latinoamericanos como Editorial Sudamericana, Losada, Sur o Emec¨¦ cubrieron en parte el vac¨ªo creado por la carrera de obst¨¢culos que el franquismo puso a la educaci¨®n intelectual de m¨¢s de una generaci¨®n de ciudadanos espa?oles, demediados por la censura y la arbitrariedad.
Aquel FCE, que quer¨ªa ¡°llevar la Universidad al hogar¡± (Orfila), fue un bal¨®n de ox¨ªgeno para muchos estudiantes y profesores universitarios. Muchos de sus libros llevan la impronta y las se?as de identidad (traducci¨®n, autor¨ªa¡) de intelectuales espa?oles del exilio mexicano (Cernuda, Max Aub, Manuel And¨²jar, Adolfo S¨¢nchez V¨¢zquez, Wenceslao Roces¡) cuya existencia desconoce hoy mucha gente. Del mismo modo que los ciudadanos bienintencionados han agradecido la atenci¨®n que el presidente de M¨¦xico L¨¢zaro C¨¢rdenas y la comunidad intelectual mexicana tuvieron con los exiliados de la Rep¨²blica, los espa?oles del interior debemos recordar, medio siglo despu¨¦s, que el FCE se instal¨® en Espa?a y nos ayud¨® a ser libres y capaces de gobernarnos a nosotros mismos.
Cuando Natalia Rodr¨ªguez-Salmones, con la habitual generosidad de los Pradera, ve la cara que pongo cuando entre los libros de Javier aparece abarquillada una primera edici¨®n de La acumulaci¨®n de capital, de Joan Robinson, de 1956, me la regala. Soy consciente de lo que me llevo.
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