El misterio de Oswald en M¨¦xico
EE UU intent¨® acallar las sospechas sobre Cuba por el asesinato de John F. Kennedy
En estos d¨ªas se cumplieron 50 a?os del asesinato de John F. Kennedy. Como es l¨®gico, en un pa¨ªs que no recuerda su historia antigua inexistente, pero evoca a cada rato recuerdos m¨¢s recientes, han proliferado los programas especiales de televisi¨®n, los libros y los ensayos sobre aquellos acontecimientos ya lejanos. Nada demasiado nuevo ha surgido, salvo quiz¨¢ dos o tres enfoques diferentes sobre el magnicidio de Dallas.
El primero lo resumi¨® bien el acad¨¦mico Larry Sabato en su nuevo libro El medio siglo de Kennedy, despu¨¦s de haber utilizado tecnolog¨ªa del siglo XXI para escudri?ar audios, v¨ªdeos y documentos delegados del siglo XX. Concluye que Lee Harvey Oswald actu¨® solo, pero que nunca sabremos si fue inducido / manipulado / incitado por alguien, o si procedi¨® por su cuenta. En el espacio de esa duda se insertan varios libros m¨¢s, empezando por el reci¨¦n publicado y mejor de ellos, JFK: Caso abierto, de Philip Shenon; el pr¨®logo a la edici¨®n de bolsillo de Brian Latell, Los secretos de Castro; y uno de hace cinco a?os, de Jefferson Morley, Nuestro hombre en M¨¦xico: Winston Scott y la historia oculta de la CIA. Estos tres textos se centran en m¨²ltiples interrogantes abiertas por la investigaci¨®n tanto de la Comisi¨®n Warren como del Comit¨¦ Selecto sobre Asesinatos del Congreso norteamericano de 1979. En t¨¦rminos muy resumidos, las preguntas que plantean son las siguientes:
La Comisi¨®n Warren no supo que la CIA intent¨® matar a Castro
?Qu¨¦ hizo Oswald durante los ocho d¨ªas que permaneci¨® en la Ciudad de M¨¦xico en septiembre y octubre de 1963? ?Solo acudi¨® tres veces a la Embajada de Cuba en Tacubaya para solicitar una visa, o tuvo contacto con los servicios de inteligencia cubana (de nacionalidad mexicana o cubana)? ?Sus contactos tuvieron lugar solo en la embajada o en otras ocasiones tambi¨¦n (la versi¨®n de Elena Garro, exesposa de Octavio Paz, y Helena Garro, su hija, a prop¨®sito de una fiesta donde afirman haber visto a Oswald)? ?Qu¨¦ tanto informaron los agentes de inteligencia cubanos en M¨¦xico ¡ªen particular el c¨®nsul Azcu¨¦ y la oficial de la Direcci¨®n General de Inteligencia Luisa Calder¨®n¡ª a La Habana sobre la presencia de Oswald y sus supuestas exclamaciones al neg¨¢rsele la visa: ¡°Ya ver¨¢n, voy a matar a Kennedy¡±? ?Por qu¨¦ esta versi¨®n, procedente de una nota de J. Edgar Hoover, director del FBI, aparecida misteriosamente en los archivos desclasificados de la CIA a principios de este siglo, transmitida a Hoover por un supuesto agente suyo, Jack Childs, que convers¨® con Fidel Castro en mayo de 1964 en La Habana, no fue confirmada nunca por los cubanos, ni siquiera cuando Castro se reuni¨® en secreto con William Coleman, un abogado de la Comisi¨®n Warren, en su yate durante el verano de 1964? ?Por qu¨¦ la estaci¨®n de la CIA en M¨¦xico, encabezada por Winston Scott, y la del FBI, dirigida por Clark Anderson, no compartieron informaci¨®n entre ellos, ni con el embajador Thomas Mann, ni con sus superiores en Washington? ?Por qu¨¦ Mann fue relevado de su cargo y nombrado subsecretario de Estado para Am¨¦rica Latina apenas 10 d¨ªas despu¨¦s del asesinato de Kennedy? ?Solo porque el flamante presidente Lyndon B. Johnson lo quer¨ªa tener cerca? ?Por qu¨¦ la siniestra Direcci¨®n Federal de Seguridad mexicana se adelant¨® a la CIA y al FBI e interrog¨® primero a Silvia Dur¨¢n, la colaboradora mexicana de los cubanos, y que atendi¨® a Oswald en la embajada? Por qu¨¦ Luis Echeverr¨ªa, el entonces ministro del Interior mexicano y futuro presidente, impidi¨® que la CIA o el FBI interrogaran a Dur¨¢n en aquel momento (solo compareci¨® ante fiscales norteamericanos en 1978)?
Ahora bien, todas estas preguntas, para las cuales existen respuestas ya sea perfectamente corroboradas, o que dejan lugar a muchas dudas, se vinculan a otras de estos mismos hechos, pero sobre acontecimientos en Washington. ?Por qu¨¦ Johnson crey¨® hasta su muerte que ¡°Los hermanos Kennedy quisieron acabar con Castro, pero Castro acab¨® con ellos primero¡±? ?Por qu¨¦ ni la CIA, ni el FBI, ni Robert Kennedy le informaron a la Comisi¨®n Warren de los repetidos intentos de asesinato de Fidel Castro por la CIA, incluso mediante la contrataci¨®n de g¨¢nsteres de la mafia? ?Por qu¨¦ no aparece en toda la documentaci¨®n entregada a la comisi¨®n ninguna referencia a la decena de atentados llevados a cabo contra Castro antes de la muerte de Kennedy? ?Por qu¨¦ se dej¨® en manos de Allen Dulles, el exdirector de la CIA, despedido por el fiasco de Playa Gir¨®n, informar o no, de manera personal y no documentada, al ministro Earl Warren, presidente de la comisi¨®n, de dichos atentados, su momento y su fracaso? ?Por qu¨¦ Richard Helms, subdirector de la CIA en ese momento (y director despu¨¦s), perfectamente enterado de todos los atentados, decidi¨® no compartir su informaci¨®n ni con la comisi¨®n, ni con Warren, ni con Johnson, que supo de todo esto hasta enero de 1967? ?Por qu¨¦ Robert Kennedy, el encargado de la conspiraci¨®n norteamericana contra Castro y de alguna manera el autor intelectual de los atentados, no compareci¨® ante la comisi¨®n, y pens¨® hasta d¨ªas antes de su muerte que su hermano hab¨ªa sido ultimado como represalia por acciones suyas?
Desatar un holocausto nuclear por un asesinato carec¨ªa de sentido
Si bien los investigadores norteamericanos, tanto en 1964 como en 1976-1979, pudieron hablar con varios funcionarios cubanos, incluyendo a Fidel Castro, nunca interrogaron a Luisa Calder¨®n ¡ªque presumi¨®, en una conversaci¨®n telef¨®nica intervenida por la CIA, que ¡°supo del asesinato de Kennedy casi antes que ¨¦l¡± y que cinco horas despu¨¦s del atentado, sab¨ªa que Oswald participaba en grupos castristas en Estados Unidos¡ª ni tuvieron acceso a los archivos del Ministerio de Relaciones cubano o de la DGI para saber qu¨¦ cables envi¨® la embajada en M¨¦xico a La Habana cuando Oswald se present¨® en Tacubaya. Esa informaci¨®n falta. La pregunta es si se debe a que no existe, es decir, no hay archivos y Luisa Calder¨®n ya muri¨®, o porque hay algo que alguien no quiere que se sepa.
Existen dos explicaciones del misterio que envuelve a¨²n hoy la estad¨ªa de Oswald en M¨¦xico. Una, la m¨¢s sencilla y probable, es que todo lo que la CIA y el FBI sab¨ªan sobre sus andanzas en el Distrito Federal ¡ªque era mucho, como se deduce del llamado Informe L¨®pez de la Comisi¨®n de 1976-1979¡ª provino de fuentes inconfesables: intervenciones telef¨®nicas de las misiones diplom¨¢ticas sovi¨¦tica y cubana, fotos de quienes ingresaban y sal¨ªan de dichas misiones, informantes mexicanos de ambas agencias, etc¨¦tera, todo ello con la anuencia del Gobierno de M¨¦xico. Revelar los hechos implicaba revelar las fuentes, es decir, poner en evidencia a muchas personas, a muchos procedimientos, a muchos abusos.
La otra interpretaci¨®n es m¨¢s especulativa, mas no excesiva. Para nadie era un secreto que si surg¨ªan insinuaciones o sospechas ¡ªpor no hablar de pruebas¡ª de alg¨²n involucramiento de Cuba o de la URSS en el homicidio, le resultar¨ªa imposible a cualquier presidente de Estados Unidos evitar una venganza o represalia terrible. Al mismo tiempo, cualquier presidente sabr¨ªa que desatar un holocausto nuclear ¡ªo siquiera la invasi¨®n de Cuba¡ª por un asesinato, carec¨ªa de sentido, a pesar de la innegable conmoci¨®n que caus¨® la muerte de Kennedy en el mundo entero. La mejor manera de salir de esa disyuntiva diab¨®lica consist¨ªa en... negar su existencia, callando toda sospecha, todo rumor, toda posibilidad de implicaci¨®n cubana o sovi¨¦tica. Y la mejor manera de proceder as¨ª yac¨ªa en silenciar lo esencial: la indudable motivaci¨®n del Gobierno cubano para responder con vigor y malicia a la decena de intentos de asesinato de Fidel Castro por la CIA. Ausente el m¨®vil, desaparec¨ªa la sospecha.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
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