El adjetivo ¡°ejemplar¡±
Con lo que no contaban Fabra ni los que lo adornaron con la falsa vestimenta era con lo que le iba a pasar por burlarse del fisco
Lo peor es mantener el adjetivo. El sustantivo est¨¢ ah¨ª, es una roca, pero si no aciertas con el adjetivo, este te persigue toda la vida, es la piel que habitas. Ahora reproducen mucho aquel adjetivo que el presidente Rajoy le regal¨® a Carlos Fabra, recientemente condenado por burlar al fisco mientras ejerc¨ªa el oficio en el que tanto mand¨®: es, dijo Rajoy, ¡°un pol¨ªtico ejemplar¡±.
?Qu¨¦ haces cuando la evidencia te quita el adjetivo? En este caso, y literalmente, ya Fabra era tan solo un pol¨ªtico, y, por lo que se deduce del acta judicial, un pol¨ªtico no ejemplar, acostumbrado a usar lo p¨²blico, desde unas facturas hasta un aeropuerto, como si fuera suyo. Acostumbrado, por citar una frase sacada del impresionante La vida entera, del israel¨ª David Grossman (Lumen), a ¡°la leve y placentera quemaz¨®n de la arbitrariedad¡±.
Esa arbitrariedad le hizo temible y querido, pues la edulcoraba con chistes que sus amigos de alta alcurnia grababan para hacerse m¨¢s feliz la vida, y la ejerc¨ªa con la implacable voluntad lib¨¦rrima de los caciques. Un hombre contento con la arbitrariedad en la que desarroll¨® su vida pol¨ªtica, sin que delante tuviera otro inconveniente que su real gana.
Por decirlo as¨ª, ya ¨¦l est¨¢ condenado, y aparte de eso no tiene ning¨²n problema. Porque le ha dejado el problema a los otros, y los otros no se atreven a quitarse el problema de encima. El problema empieza por aquel adjetivo, ejemplar, para calificar su estancia pol¨ªtica en la tierra. Y como era ejemplar, no lo tocaban, no lo hac¨ªan a un lado, lo segu¨ªan manteniendo en el partido, pero, sobre todo, en organismos que dependen del partido. Por si acaso.
En el tiempo largu¨ªsimo en que ejerci¨® ese trabajo compr¨® sin coste alguno ese adjetivo con el que le dejaron pasearse como el traje que llevaba el rey desnudo. Todo el mundo ve¨ªa que estaba desnudo, pero lo arroparon con el adjetivo, y lo arrop¨® nada menos que Rajoy, y nadie fue capaz de se?alarlo con el dedo.
Hasta que el juez vino, le quit¨® algunos aditamentos graves a sus faltas y delitos y lo dej¨® en uno solo, que el mismo Fabra dice que no es tan grave; es m¨¢s, es leve, una minucia. Ha hecho, incluso, una conferencia de prensa para jactarse de que lo han dejado sin polvo ni otras pajas, y ha levantado la voz para decir que se van a enterar en el Supremo, en el Constitucional, all¨¢ donde llegue la mano de sus muy diestros abogados. Ni siquiera le han quitado la poltrona menos adherente, la del muelle de Castell¨®n. Porque en realidad ¨¦l no hizo nada punible en la pol¨ªtica, dicen, sino en la vida privada.
Con lo que no contaban Fabra ni los que lo adornaron con la falsa vestimenta ejemplar era con lo que le iba a pasar, por lo mismo, por burlarse del fisco, a Berlusconi, el ex primer ministro italiano, tan poderoso, a su nivel, como el expresidente de todo en Castell¨®n. Y es que Berlusconi defraud¨®, se burl¨® y ahora sus compa?eros de Senado le han afeado el gesto, le han quitado el ropaje ejemplar y le han dicho que por all¨ª no pise m¨¢s.
Italia, acostumbrada a la placentera quemaz¨®n de la arbitrariedad, ha andado m¨¢s diestra que el PP, que a¨²n le mantiene a Fabra el hilito con que tiene adosado, a estas alturas, aquel adjetivo, ejemplar, que le impuso Rajoy cuando menos evidencia hab¨ªa.
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