"Si recargar un iPhone nos quitase 10 minutos de vida, lo har¨ªamos"

Beppe Grillo, el caso Greenwald, Rajoy en un plasma, las Google Glass (sobre todo las Google Glass), el mero hecho de que tu madre y tu pareja sepan a qu¨¦ hora te acostaste mirando tu ¨²ltima conexi¨®n de Whatsapp. Todo esto es muy Black mirror (Espejo negro).

"Somos como ni?os en un planeta en los adultos se han marchado y nos han dejado sin supervisi¨®n".

La serie, que emitir¨¢ su tercera temporada en 2014, tard¨® muy poco en convertirse en un adjetivo. Cualquiera que la ve, empieza autom¨¢ticamente a detectar en su vida o en la prensa fen¨®menos ¡°muy Black mirror¡±. Y esa era precisamente la intenci¨®n de su creador, Charlie Brooker, una de las mentes m¨¢s interesantes de la tele actual. ¡°Me encanta que la gente diga eso, era mi ambici¨®n secreta. Lo pusimos ya en el primer briefing que le presentamos a la cadena. Quer¨ªamos crear el mismo efecto que cuando la gente dec¨ªa ¡®esto es muy La dimensi¨®n desconocida¡±, cuenta este productor, guionista y columnista, un francotirador semidomesticado empe?ado en ser la carabina aguafiestas en nuestro sucio romance con la tecnolog¨ªa.

"Encuentro agotadora la constante necesidad de comunicar, hay veces que simplemente no tengo nada que decir"

Cada uno de los cap¨ªtulos de Black mirror ¨Cs¨®lo tres por temporada¨C aborda un tema distinto, una ¡°pesadilla plausible¡±, como las define ¨¦l, derivada de los tiempos locos en los que vivimos. En el titulado The entire history of you, que ha comprado Robert Downey Jr para rodar un remake en el cine, todos los personajes llevan implantado detr¨¢s de la oreja un discreto dispositivo llamado Grain que permite grabar todas nuestras vivencias, rebobinarlas y borrarlas. Los pocos que conf¨ªan en sus memorias org¨¢nicas se ven como hippies asilvestrados, como ese t¨ªo que todo el mundo conoce que no tiene m¨®vil. ?Exagerado? Lean las instrucciones de las gafitas de Google y ver¨¢n. En otro, Be Right Back, una joven viuda consigue resucitar virtualmente a su marido gracias a un software que replica su voz y su estilo, utilizando toda la huella digital que dej¨® en las redes sociales. ?Raro? Pues ya existen aplicaciones como LivesOn, que mantiene vivo el Twitter de un fallecido gracias a la inteligencia artificial ¨Cel finado puede seguir comentando Quien quiere casarse con mi hijo desde el m¨¢s all¨¢ y hasta interactuar con otros usuarios¨C y Deadsoci.al, que permite componer los estatus que se publicar¨¢n despu¨¦s de muertos.

¡°En realidad, a mi me encanta la tecnolog¨ªa". asegura Brooker. "Pero en estos momentos somos todos como ni?os en un planeta en el que todos los adultos se han marchado y nos han dejado sin supervisi¨®n. Los avances se nos presentan siempre como algo s¨®lo positivo, pero no percibimos las cosas que vamos perdiendo ni el efecto que tiene en nuestras mentes. Es como un coche, puedes utilizarlo para ir r¨¢pido a los sitios, que es genial, pero tambi¨¦n puedes atropellar a un mont¨®n de gente¡±. Como bonus, regala un ejemplo que no lleg¨® a formar parte de la serie: ¡°Si existiese un smartphone que s¨®lo se pudiese recargar renunciando a diez minutos de vida, la gente lo har¨ªa. ?Diez minutos? Claro, por qu¨¦ no, tengo que llegar al siguiente nivel en el Angry Birds¡±.

Los episodios quiz¨¢ m¨¢s inquietantes son los que se mueven en la esfera pol¨ªtico-medi¨¢tica, que Brooker disecciona tambi¨¦n en el informativo sat¨ªrico 10 o¡¯clock live y en los especiales del programa Newswipe, que graba ocasionalmente en el sal¨®n de su casa. Se ha citado mucho el cap¨ªtulo The Waldo effect, en el que un personaje virtual, una marioneta malcarada, acaba ganando unas elecciones a base de decir-las-verdades-a-la-cara y ser estudiadamente antisistema. ¡°No lo veo tan lejos de la realidad¡±, dice el guionista, y cita a Boris Johnson, el alcalde de Londres y firme aspirante a primer ministro tory, que lucha por convertirse en un meme andante: ¡°Se hace el payaso, sabe que cu¨¢nto m¨¢s bufonesco sea, m¨¢s popular resultar¨¢ y m¨¢s poder amasar¨¢¡±.

Black mirror no es la primera creaci¨®n prof¨¦tica de Brooker. En 2004 firm¨® la telecomedia de culto Nathan Barley, en la que se cincelaba el perfil del hipster multitarea, un tipo con piso en Shoreditch que se autodefin¨ªa como ¡°director de guerrilla, webmaster, gur¨² de la moda, promotor de clubes y nodo medi¨¢tico autogestionado¡±. Un idiota, vamos ?Qu¨¦ har¨ªa Nathan hoy? ¡°Estar¨ªa desarrollando aplicaciones, cultivando su presencia en las redes sociales y siendo generalmente insufrible. Lo mismo que entonces, pero peor¡±. La serie sigue dando risa pero tambi¨¦n puede provocar un inc¨®modo picor de autorreconocimiento en cualquiera que maneje perfiles en un par de redes sociales y que, por tanto, pase una porci¨®n significativa de su d¨ªa dedicado al self-branding.

Brooker est¨¢ cabreado con Spotify (¡°?por qu¨¦ tuvieron que convertirlo en un club social? No quiero que nadie sepa qu¨¦ m¨²sica escucho¡±), ha dejado Facebook y frecuenta menos Twitter, convertida en ¡°un concurso de ver quien mea m¨¢s lejos¡±. Debe formar todo parte de su promesa de ¡°reducir sus emisiones de palabras¡±, que anunci¨® en su columna de The Guardian el pasado verano y que, dice, ha conseguido cumplir s¨®lo a medias. ¡°Encuentro agotadora la constante necesidad de comunicar, hay veces que simplemente no tengo nada que decir¡±. Pues qu¨¦ poco Black mirror.