Camus, Renoir, Visconti
¡®El extranjero¡¯ es un filme fiel a la novela, pero no una obra maestra como esta
La conmemoraci¨®n del centenario de Camus ha sacado a la luz, entre homenajes, recelos, mezquindades y espl¨¦ndidas publicaciones (como la correspondencia con el poeta Francis Ponge), detalles desconocidos de un proyecto cuyo fracaso entristeci¨® al escritor. El 25 de septiembre de 1950, el actor G¨¦rard Philipe le escribi¨® una carta a Camus rebosante de optimismo; el encabezamiento, ¡°Mon cher Albert¡±, y el tuteo utilizado en toda ella denotan la familiaridad que exist¨ªa entre ambos, establecida desde que en 1945 se conocieron personalmente el d¨ªa del estreno de Cal¨ªgula en el teatro H¨¦bertot de Par¨ªs. Tres a?os antes, Camus hab¨ªa descubierto a Philipe en una pieza de Giraudoux, quedando tan impresionado que fue ¨¦l mismo quien le eligi¨® para interpretar el rol titular de su tragedia. Poco tiempo despu¨¦s, en 1947, G¨¦rard protagonizar¨ªa junto a Mar¨ªa Casares, la pareja de Camus, la adaptaci¨®n de La cartuja de Parma filmada por Christian-Jaque.
Los documentos encontrados en los archivos de la editorial Gallimard y recientemente dados a conocer, indican sin embargo que fue del actor ¡ªen 1950 convertido en una estrella gracias a sus papeles cinematogr¨¢ficos a las ¨®rdenes de Autant-Lara, All¨¦gret, Ren¨¦ Clair, Max Oph¨¹ls y Marcel Carn¨¦, entre otros¡ª de quien parti¨® la idea de llevar a la pantalla El extranjero de Camus, que ya hab¨ªa despertado el inter¨¦s de la industria cinematogr¨¢fica francesa. En la correspondencia cruzada con los primeros productores que pidieron una opci¨®n de compra de derechos a la editorial parisina encontramos a Dionys Mascolo, sugestiva figura del campo entrecruzado de la literatura y la pol¨ªtica, en el que desempe?¨® largos a?os, y no solo por su larga vinculaci¨®n amorosa con Marguerite Duras, un relevante papel de caracter¨ªstico. En el asunto al que nos referimos, Mascolo comparece en funci¨®n del cargo que desempe?aba en Gallimard desde el fin de la guerra mundial, el de director del servicio de ventas audiovisuales y teatrales de los libros de autores de la casa. Y es ¨¦l el que, al contestar a esos productores interesados, se?ala que el novelista franco-argelino sin duda pondr¨¢ como una de las condiciones de su consentimiento el nombre del director elegido, a?adiendo Mascolo que a Camus le gustar¨ªa mucho ¡°ver a Jean Renoir hacer el filme. ?Creen que eso ser¨¢ posible?¡±.
El actor G¨¦rard Philipe y el novelista franco-argelino murieron antes de llevar al cine su obra
Frustrado casi de ra¨ªz aquel intento, G¨¦rard Philipe, a trav¨¦s de su agente Lulu Watier, logr¨® levantar una nueva producci¨®n gracias al apoyo econ¨®mico del pr¨ªncipe ruso emigrado Sacha Gordine, otro personaje real muy novelesco, tanto que aparece con siluetas cambiantes en m¨¢s de una novela de Patrick Modiano. En ese segundo proyecto patrocinado por el actor con el dinero del pr¨ªncipe, Renoir ya figura como realizador, a plena satisfacci¨®n de Camus; para el rodaje, una vez listo el gui¨®n que se encomendar¨ªa al celebrado t¨¢ndem Aurenche y Bost, se ha previsto la fecha de la primavera de 1951. Todo parec¨ªa estar bien engranado, como le escribe Philipe a Camus en la citada carta de septiembre de 1950: ¡°Tengo la impresi¨®n de que esta vez no habr¨¢ pegas¡±. Las hubo.
Mascolo, actuando en aguerrida defensa de los derechos del autor, rechaza las cantidades ofrecidas, y en el forcejeo escrito que sigue invoca la autoridad suprema de Gaston Gallimard, a quien no le parec¨ªa justo, dice Mascolo ¡°que el autor de un libro deba recibir cantidades tan netamente inferiores a las que recibe el actor encargado de interpretar en el cine el libro¡±. Las conversaciones se alargaron sin que las diferencias se superaran, hasta que en febrero de 1951, Jean Renoir, inc¨®modo por tanta demora y receloso de contar con un presupuesto exclusivamente franc¨¦s, abandona y regresa, con la perspectiva de un filme, que tambi¨¦n se frustr¨®, a los Estados Unidos, donde hab¨ªa vivido y trabajado durante la d¨¦cada anterior, un periodo que ¨¦l mismo llam¨® en sus memorias ¡°mi estancia entre los pieles rojas¡±.
Camus, que estaba entonces escribiendo El hombre rebelde, sinti¨® una amarga decepci¨®n. La cronolog¨ªa posterior, reiteradamente tr¨¢gica, es sabida. G¨¦rard Philipe sigui¨® su fulgurante trayectoria en el cine y el teatro hasta que el 25 de noviembre de 1959, acabado su ¨²ltimo trabajo f¨ªlmico con Bu?uel, muere de un c¨¢ncer de h¨ªgado d¨ªas antes de cumplir los 37 a?os, pidiendo ser enterrado con el atuendo de uno de sus grandes triunfos esc¨¦nicos, El Cid de Corneille. Cinco semanas despu¨¦s, el escritor pierde la vida en el accidente del coche que conduc¨ªa su amigo y editor Michel Gallimard, tambi¨¦n fallecido.
Pero El extranjero acab¨® siendo una pel¨ªcula, que ninguno de los dos ilusionados instigadores pudo ver. Lo straniero, as¨ª llamada a menudo sin haberse rodado en italiano, tiene, pese a ser de Luchino Visconti, mala fama en la historia del cine. Es una fama inmerecida.
Realizada en 1967, antes que La ca¨ªda de los dioses, una de sus estampas hist¨®ricas m¨¢s abarquilladas por el paso del tiempo, El extranjero de Visconti ha ganado, por el contrario, en calidad y justeza, al menos para m¨ª, que he vuelto a verla hace una semana sin someterme al suplicio insoluble de pensar c¨®mo habr¨ªa sido este gran libro en la mirada de Jean Renoir. La del autor de Senso es escueta y extraordinariamente fiel a la novela, que adaptaron junto con ¨¦l, adem¨¢s de su habitual colaboradora Suso Cecchi d¡¯Amico, los novelistas franceses Georges Conchon y Emmanuel Robl¨¨s. La coproducci¨®n fue franco-italiana, los escenarios, de notable autenticidad, la capital argelina y sus alrededores, y el reparto de altura, actores franceses en su mayor¨ªa (algunos de la Com¨¦die Fran?aise) dando r¨¦plica al protagonista que no era, en este caso, el deseado, Alain Delon, que renunci¨® por motivos pecuniarios.
Es una pena que la pel¨ªcula de Visconti no utilizara la m¨²sica del gran Luigi Nono
Marcello Mastroianni hace un trabajo impecable, si bien es Anna Karina quien deslumbra en su composici¨®n de Marie. Los nativos ¨¢rabes, en peque?os papeles, aportan mucho m¨¢s que su f¨ªsico, y solo es de lamentar, lo digo a t¨ªtulo personal, que la partitura que empez¨® a componer el gran Luigi Nono desagradara a Visconti en las primeras muestras, una maqueta de las secuencias carcelarias, en las que Nono quer¨ªa incorporar una rica gama de sonidos naturales. La m¨²sica definitiva, encargada a Piero Piccioni, cumple de acompa?amiento convencional.
Visconti no abusa de la voz en off, transmite el estupor y la dejadez de Mersault, y filma con la maestr¨ªa esperada: las escenas del hospicio donde ha muerto la madre, el velatorio, el entierro, y el largo d¨ªa de playa que lleva al asesinato, son memorables El director enriquece, adem¨¢s, muy visualmente a los ancianos, Thomas P¨¦rez, amante de la madre, y el vecino del perrito sarnoso, agrandando su perfil doliente y tragic¨®mico. ?Qu¨¦ hace entonces que la pel¨ªcula no constituya en s¨ª misma una obra maestra parangonable a la de Camus? La voz, y no me refiero a la de Mastroianni en tanto que narrador. La novela nos seduce, m¨¢s que por la t¨¦cnica conductista a la americana, por la construcci¨®n de un cauce verbal propio, inigualable, insondable, por el que el novelista desliza fatalmente a su antih¨¦roe; la identificaci¨®n sutil entre el autor y el narrador en primera persona es la esencia del libro, y por ello, pienso, aun siendo los hechos y las figuraciones las mismas en el papel y en la pantalla, la obra de Visconti pierde en parte la resonancia de Mersault, ese ¡°hombre sin cualidades¡± (as¨ª se le llama expresamente en la pel¨ªcula) que el propio Camus defini¨® como un ¡°extranjero a la sociedad en que vive¡±, errando marginalmente por ¡°los suburbios de la vida privada, solitaria, sensual¡±.
Vicente Molina Foix es escritor.
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