Epitafio

Las nietas de Mandela han anunciado que piensan recurrir el cierre de las f¨¢bricas de merchandisingcon las que tanto dinero ganaron hasta que su abuelo decidi¨® cerr¨¢rselas. ?l ya no est¨¢. Los pr¨ªncipes Guillermo y Kate, herederos de la corona que una vez gobern¨® el Imperio Brit¨¢nico, presid¨ªan el estreno de una pel¨ªcula sobre su vida mientras Mandela agonizaba. Nunca lo sabr¨¢. Pol¨ªticos y dignatarios del mundo entero, que han sostenido y siguen sosteniendo posturas diametralmente opuestas a las que convirtieron a Mandela en una figura universal, publican comunicados en el que se refieren a ¨¦l como Madiba y lamentan la muerte de un amigo. Nadie podr¨¢ cuestionar ni desmentir su dolor.

Garc¨ªa Margallo ha declarado que en muy pocas ocasiones la voluntad de un solo hombre ha cambiado el curso de la historia. Le convendr¨ªa repasar un poco, pero la ampliaci¨®n de sus conocimientos no bastar¨¢ para retirar las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla. El Gobierno espa?ol lamenta la p¨¦rdida de un gran luchador por la igualdad, en un pa¨ªs donde el alarmante retroceso de la igualdad es presentado como un ¨ªndice de prosperidad y recuperaci¨®n econ¨®mica por ese mismo Gobierno. Por desgracia, las nietas de Mandela llevan raz¨®n. Su abuelo se ha convertido en un objeto de merchandising, un icono comercial, una pegatina que queda bien en cualquier solapa.

El g¨¦nero humano produce dos tipos de individuos, los que dicen y los que hacen. Mandela fue un admirable representante de las personas que se explican con hechos, y por sus hechos su nombre brillar¨¢ siempre. Algunas de las reacciones que su muerte ha desencadenado son, en s¨ª mismas, inexplicables. Y sin embargo, pocas veces las personas que dicen y no hacen han llegado tan lejos en elocuencia. As¨ª, en un t¨²mulo de palabras vanas, han escrito un epitafio indigno de Nelson Mandela.