Sin necesidad ninguna
En este tiempo no ha habido ni controversia social ni datos que justifiquen esta revuelta reaccionaria de Gallard¨®n
Entre los chascarrillos que circulan destaco uno en el que se ve la imagen real de la vicepresidenta y del ministro de Justicia ajust¨¢ndose sus relojes tras un Consejo de Ministros, no justamente el que conoci¨® la ley que regula (otra vez) el aborto. En el di¨¢logo falso que han adosado a esa imagen uno le dice al otro: "?Sincronizamos?". Y el otro pregunta: "?Siglo XV?". "?Enga!", dice con entusiasmo el interpelado.
Ese di¨¢logo no se produjo nunca, pero lo que s¨ª resulta posible es que la pol¨ªtica nos cambie de tiempo, hacia atr¨¢s. Ahora el Gobierno ha interpretado que hay verdaderas multitudes pidiendo que cumpla uno de los prop¨®sitos con los que fue a las urnas. Cargado de raz¨®n como un tanque que no conoce cortapisa, el ministro decidi¨® que era 1985, o antes, y fabric¨® una legislaci¨®n enrevesada que ha causado asombro en el mundo. Y no porque no se entienda lo que ha hecho, sino porque se ha entendido demasiado bien: ha querido dar marcha atr¨¢s para contentar, se supone, a los que se oponen a la ley revisada en 2011 por los socialistas de Zapatero, que a su vez reinterpretaba la ley de 1985 de los socialistas de Felipe; si hubiera seguido d¨¢ndole a la moviola, hubiera llegado adonde quieren los que apoyan el punto muerto: la Espa?a de Franco, que ya sabemos qu¨¦ color ten¨ªa.
En Bajo el volc¨¢n, Malcolm Lowry escribe esta frase que me gustar¨ªa subrayarle al ministro, tan buen lector: ¡°Hugh salt¨® al c¨¦sped por encima del bache; libr¨¢ndose de la mochila, sinti¨® una instant¨¢nea turbaci¨®n que lo paraliz¨® y cierta repugnancia en salir al encuentro del pasado¡±. Pues es lo que puede haberles ocurrido a muchos espa?oles que nacieron a la libertad pol¨ªtica enla Transici¨®n, cuando aquellas libertades que Franco paraliz¨® empezaron a ser exigidas como parte de la reparaci¨®n que hab¨ªa que hacerle a este pa¨ªs para que regresara a la modernidad despu¨¦s de sus 40 a?os en plena Edad Media. Demasiada mochila.
Esa ley de 1985 en la que ahora se afirma el ministro, como si quisiera viajar a tiempos mejores, era probablemente lo que entonces se pod¨ªa hacer, pues la historia se va haciendo, que dir¨ªa Miguel Hern¨¢ndez, ¡°a dentelladas secas y calientes¡±. Luego han pasado m¨¢s cosas en la vida; pero parece que el Gobierno, o al menos el ministro que en esto va por delante, es decir, por detr¨¢s, se ha fijado m¨¢s en lo que dice la Iglesia desde antiguo que en lo que dice la sociedad, incluso su sociedad. En este tiempo, antes de que Gallard¨®n pusiera el reloj en su hora, no ha habido ni controversia social ni datos estad¨ªsticos que justifiquen esta revuelta reaccionaria; si el or¨¢culo es la Iglesia, el ministro y quienes tocan el tambor a su alrededor deben recordar cu¨¢ntas veces, y con qu¨¦ resultados, la Iglesia se ha equivocado, y ha sido retardataria. La Iglesia y los Estados. Miren: los ingleses acaban de perdonar a un h¨¦roe de la guerra mundial al que envenenaron (psicol¨®gicamente, no se sabe si f¨ªsicamente) por ser homosexual; y ya se conocen las desgraciadas historias de Giordano Bruno o de Galileo.
El reloj se pone en hora gobernando a favor del tiempo y no contra el tiempo, porque se corre el riesgo, como escribe Lowry, de sentir esa repugnancia al salir al encuentro del pasado¡ Gallard¨®n, me temo, se ha dado demasiada prisa para regresar al punto muerto. Su mochila pesa mucho. Como decimos en Canarias, sin necesidad ninguna.
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