Sangre en Sud¨¢n del Sur
La violencia inter¨¦tnica amenaza con llevar la guerra civil al pa¨ªs m¨¢s joven de ?frica
Lo que hace unos d¨ªas en Sud¨¢n del Sur era una pelea por el poder entre el presidente Salva Kiir y su exvicepresidente, Riek Machar, durante a?os rivales en la guerrilla y despu¨¦s en el partido gobernante, se convierte aceleradamente en conflicto tribal de grandes proporciones, que amenaza la existencia del Estado m¨¢s nuevo de ?frica y uno de sus principales productores de petr¨®leo. M¨¢s de 1.000 muertos en pocos d¨ªas y m¨¢s de 100.000 huidos hablan de las dimensiones de la lucha que se extiende. El Consejo de Seguridad ha acordado casi duplicar hasta 12.500 sus cascos azules para intentar detener lo que se perfila como una nueva guerra civil.
A la confusa denuncia por el presidente, a mediados de diciembre, de un intento de golpe de Estado a cargo de su rival, destituido en julio del Gobierno con un grupo de leales, ha seguido el enfrentamiento entre facciones militares de una u otra etnia: dinka, la dominante, es la de Kiir; nuer, la de Machar. Despu¨¦s, las atrocidades. Fosas comunes en la capital, Juba, y cad¨¢veres arrojados en masa al r¨ªo Nilo. Una milicia milenarista de j¨®venes nuer, sin formaci¨®n y toscamente armada, marcha contra Bor, una ciudad tomada en los ¨²ltimos d¨ªas por el Gobierno.
La crisis de Sud¨¢n del Sur es el resultado de d¨¦cadas de guerra y dirigentes sin otra ambici¨®n que mandar. La dimensi¨®n ¨¦tnica del conflicto es especialmente alarmante en un pa¨ªs con dos grandes tribus y una constelaci¨®n de subgrupos, escindido de Sud¨¢n tras 20 a?os de lucha y dos millones de muertos. Tanto Kiir, progresivamente dictatorial, como Machar eran figuras clave del movimiento de liberaci¨®n contra Jartum. En un ciclo bien conocido, el enfrentamiento entre antiguos aliados desintegra la unidad que acompa?¨® el nacimiento de la naci¨®n, en 2011, en volandas de un petr¨®leo que representa el 98% de sus ingresos.
Editoriales anteriores
Las recientes conversaciones en Kenia entre mandatarios regionales no han dado resultados. Y, como suele ocurrir, las fuerzas de la ONU aportan m¨¢s presencia testimonial que capacidad real para detener las matanzas. Washington, que jug¨® un papel decisivo en la independencia de Sud¨¢n del Sur, tiene una especial responsabilidad. Su presi¨®n, combinada con la de Etiop¨ªa, Uganda y Kenia, tres de los vecinos implicados, representa la mejor esperanza para forzar un armisticio antes de que la sangre y el colapso petrol¨ªfero transformen en pesadilla el sue?o sursudan¨¦s.
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