In¨²tiles contrase?as
Los usuarios se ven desarmados ante el (mal) uso de las tecnolog¨ªas
De poco sirve esperar a que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, presente sus propuestas para limitar el indiscriminado espionaje que viene aplicando la ya famosa Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Gracias al fugitivo Edward Snowden, ex colaborador de dicha agencia, ahora sabemos que nuestras vidas est¨¢n estrechamente vigiladas: y sobre todo lo est¨¢n las de nuestros l¨ªderes pol¨ªticos y, probablemente, las de los econ¨®micos. Cualquier comunicaci¨®n a trav¨¦s de Facebook, de What'sApp, de la l¨ªnea telef¨®nica o de juegos aparentemente inocuos como Second life, puede ser interceptada por los h¨¢biles agentes estadounidenses.
Hace solo unos d¨ªas, Snowden aseguraba que su misi¨®n de abrir los ojos al mundo sobre pr¨¢cticas tan abusivas hab¨ªa terminado. Pero su aparente retirada ha llegado junto con otra bomba de relojer¨ªa: la NSA trabaja en un ordenador cu¨¢ntico, capaz de descifrar cualquier contrase?a. La noticia ya no sorprende, pero tiene el poder de renovar nuestras inquietudes acerca de la escasa privacidad de la que disponen hoy los humanos conectados a la Red, que son muchos.
La sospecha de que no existe una contrase?a segura es, desde que existe Internet, casi una certeza. Basta con utilizar la opci¨®n de olvido de la misma para que cualquier empresa a la que se hayan aportado los datos de la cuenta corriente o la tarjeta de cr¨¦dito la reenv¨ªe al correo electr¨®nico del reclamante. Ahora, gracias a Snowden, se sabe que incluso alguien ajeno a esa empresa en la que se conf¨ªa puede ser capaz de destripar cualquier contrase?a en un momento, sin necesidad de echar mano de una mente superior como la de Alan Turing, el matem¨¢tico que descifr¨® los c¨®digos nazis en la II Guerra Mundial.
Cautivos y desarmados por la fuerza de la tecnolog¨ªa y la voracidad del espionaje, a los usuarios solo les quedar¨¢ renunciar al uso de las redes o, por el contrario, intentar una huelga a la japonesa introduciendo tantos datos personales que ni la poderosa NSA sea capaz de procesarlos.
Mientras tanto, eso s¨ª, quiz¨¢ sea preciso buscar una alternativa a las operaciones de banca por Internet.
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