Encuentro en el desierto con David O. Russell
Realizador controvertido, de car¨¢cter voluble, creador de una filmograf¨ªa con?altibajos no exenta de desencuentros con estrellas de Hollywood, vuelve a la carga con nueva pel¨ªcula tras la exitosa ¡®El?lado bueno de las cosas¡¯. Nos recibi¨® en el Festival de Dub¨¢i para hablar de una vida de cine, su relaci¨®n con George Clooney y del inestable futuro de la industria.
Es diciembre y hace un calor de mil demonios en este maldito desierto. Mortificado por sus decisiones est¨¦ticas (traje negro ajustado con chaleco), el cineasta David O. Russell atiende a la prensa en Dub¨¢i, m¨¢s educadamente de lo que su fama de tirano impaciente hac¨ªa esperar, en la terraza de un bar del lujoso hotel Al Qasar, que tiene habitaciones de 10.000 euros la noche y hu¨¦spedes con Lamborghini color toffee. Cerca del director de moda en Hollywood, en el hueco que queda en la sobredosis de cojines de un sof¨¢ inspirado, como el resto, en el estilo de vida de los jeques de leyenda, est¨¢ sentado el australiano Fred Schepisi, director al que quiz¨¢ recuerden por La casa Rusia y que alg¨²n d¨ªa, hace muchos a?os, anduvo cerca de estar tan solicitado por la industria como Russell. Ha venido a presentar una comedia, realmente terrible, en la que Clive Owen y Juliette Binoche pegan como la carne picada y los palitos de cangrejo y no acaba de creerse que ¡°todo esto¡± est¨¦ sucediendo realmente, mientras uno de sus actores, Navid Negahban, estadounidense de ascendencia iran¨ª, coquetea en una esquina con una belleza televisiva local.
¡°Todo esto¡± es el Festival Internacional de Cine de Dub¨¢i (DIFF), que escogi¨® La gran estafa americana, ¨²ltima pel¨ªcula de Russell, para cerrar su d¨¦cima edici¨®n, un d¨ªa despu¨¦s de su estreno reducido en seis salas de Estados Unidos. Jim Sheridan, Cate Blanchett, Mark Ruffalo o Martin Sheen fueron otras de las estrellas de Hollywood que desfilaron por el joven y ciertamente pujante certamen, en una doble demostraci¨®n: el dinero no falta en esta parte del mundo, y el mercado de los Emiratos ?rabes Unidos es cada vez m¨¢s importante para la industria cinematogr¨¢fica global. La recaudaci¨®n de taquilla se ha cuadruplicado en una d¨¦cada en la confederaci¨®n del desierto hasta alcanzar los 11,1 millones de d¨®lares (m¨¢s de ocho millones de euros) en 2012: casi el doble que Egipto, con una poblaci¨®n 16 veces menor.
Charles Roven, productor de la cinta de Russell y del exitoso giro al lado oscuro de las ¨²ltimas de Batman (am¨¦n de premio a toda una carrera en 2009 en el DIFF), detallar¨¢ despu¨¦s, en otro aparte de la concurrida terraza de las estrellas, los esfuerzos locales por crear ¡°una industria propia para atraer producciones extranjeras¡± (la cosecha nacional se reduce m¨¢s o menos a un largometraje por a?o). ¡°Podr¨ªan lograrlo, como lo consiguieron Nueva Zelanda o Sud¨¢frica, pero no ser¨¢ f¨¢cil. Para traer a un gran equipo no basta con dinero. Hacen falta buenos estudios. Los est¨¢n construyendo. Y ya son una potencia en cuanto a rodaje de anuncios. Tienen escenarios adecuados y esta ciudad es lo suficientemente fotog¨¦nica como para que tenga un atractivo cinematogr¨¢fico, pero es que luego hay que volar a la gente, y eso es muy caro¡±.
¡°Soy juzgado por dos malos d¨ªas de mi vida, pero todos los actores acaban a buenas conmigo. Despu¨¦s de los a?os amo a Lily Tomlin y George Clooney¡±
De momento, Dub¨¢i cuenta con un aeropuerto con pinta de gigantesco centro comercial de molduras doradas que podr¨ªa superar a Heathrow en 2015 como el aer¨®dromo con m¨¢s pasajeros internacionales del mundo gracias a su posici¨®n geogr¨¢fica de puente entre Europa y Asia, y sobre todo a la aerol¨ªnea Emirates, que se dispone a comprar este a?o 150 Boeing 777X, la ¨²ltima criatura de la compa?¨ªa aeron¨¢utica.
Russell, neoyorquino de 55 a?os, que hab¨ªa llegado por la ma?ana en uno de esos relucientes p¨¢jaros de metal desde Londres, segu¨ªa admirado, cuando lleg¨® el turno para la entrevista, de que las azafatas vendieran a bordo soluci¨®n salina para la nariz taponada. As¨ª que mostraba orgulloso el botecito, que apenas lograba llamar la atenci¨®n entre el resto de los ingredientes de su dieta para campeones escogida para la sobremesa: t¨¦ verde con tabasco, algo que parece un batido de apio y una Coca-Cola. ¡°No me gusta quedarme corto pidiendo¡±, explic¨®. ¡°Es mi primera vez aqu¨ª y todo lo que puedo decir es que me parece un cruce entre Miami y Las Vegas, esas son mis ¨²nicas armas descriptivas¡±.
Venir a esta parte del mundo a presentar La gran estafa americana podr¨ªa tener sentido despu¨¦s de todo. La pel¨ªcula se inspira en hechos m¨¢s o menos reales con conexiones en Oriente Pr¨®ximo (¡°algunas de estas cosas sucedieron¡±, advierte un r¨®tulo en la secuencia inicial de t¨ªtulos). Russell y Eric Warren teorizan en el guion sobre la integridad y otros asuntos de la condici¨®n humana a partir de un esc¨¢ndalo de corrupci¨®n pol¨ªtica que sacudi¨® Estados Unidos a finales de los a?os setenta y que acab¨® con cinco congresistas y un senador en la c¨¢rcel por aceptar sobornos. Fue la culminaci¨®n de una operaci¨®n bautizada por el FBI como Abscam, contracci¨®n de Arab scam, que cabr¨ªa traducir por ¡°estafa ¨¢rabe¡±. La agencia federal us¨® como anzuelo a un supuesto jeque de Abu Dabi, que est¨¢ a una hora y media por carretera de Dub¨¢i. En la pel¨ªcula, el anzuelo es, en uno de los giros surrealistas tan queridos por el director, un mexicano de aspecto convenientemente cetrino, pero ni idea de ¨¢rabe.
Para atrapar a los pol¨ªticos corruptos, las fuerzas de la ley (un agente italo-americano con debilidad por los rulos interpretado por Bradley Cooper) se sirven de Christian Bale, trapicheador de poca monta pillado con las manos en la masa, su extraordinario e ingobernable peluqu¨ªn y su compa?era de correr¨ªas, Amy Adams, que resulta criminalmente sexi e inteligente en su papel de arribista con falso acento ingl¨¦s. El tr¨ªo, habitual de las pel¨ªculas de Russell, encabeza un reparto realmente memorable, que incluye hasta un Robert De Niro sin acreditar.
No deja de ser curioso lo mucho que nuestro hombre obtiene de sus int¨¦rpretes, si se tiene en cuenta que al teclear en la barra de Google su nombre, el buscador ofrece como tercera sugerencia de autorrelleno la frase ¡°David O. Russell y sus problemas con los actores¡±. ¡°Oh, eso es tremendamente injusto¡±, explica el cineasta cuando se le formula la ¨²nica pregunta que su relaciones p¨²blicas ha sugerido al periodista que no haga bajo ning¨²n concepto. ¡°Si lo consideras desde un punto de vista porcentual¡±, responde el director sin perder la calma, ¡°te dar¨¢s cuenta de que es injusto. Soy juzgado por dos malos d¨ªas de mi vida. Pas¨® lo que pas¨®, es cierto, pero imag¨ªnese¡ Todos los actores acaban a buenas conmigo. Despu¨¦s de los a?os, amo a Lily Tomlin, y George Clooney, bueno, ¨¦l y yo mantenemos una relaci¨®n que podr¨ªa definir de amigable. Creo que es absolutamente desproporcionado¡±.
El primero de los dos d¨ªas que m¨¢s que probablemente le perseguir¨¢n durante el resto de su vida acaeci¨® durante el rodaje de Tres reyes (1999), pel¨ªcula sobre la posguerra en Irak que transcurr¨ªa en la ficci¨®n (se film¨® en realidad en EE UU) no muy lejos de aqu¨ª: m¨¢s all¨¢ de las vistas desde la terraza, m¨¢s all¨¢ del hotel Burj Al Arab, con esa silueta con forma de vela y sus siete estrellas, ¡°el m¨¢s lujoso del mundo¡±, y m¨¢s all¨¢ de la enorme mancha azul con islas artificiales del golfo P¨¦rsico. Clooney, entonces una estrella en ascenso, y Russell, cineasta de la gloriosa generaci¨®n del indie de los noventa listo para dar el salto a las grandes ligas de los estudios de Hollywood, acabaron a pu?etazos en el set, aparentemente cuando el actor no pudo soportar por m¨¢s tiempo el trato vejatorio con el que el director castigaba constantemente a los t¨¦cnicos.
La cosa trascendi¨® ampliamente, sobre todo gracias a Clooney, que lleg¨® a definir sus diferencias con Russell en la prensa como ¡°la peor experiencia¡± de su vida. El director, por su parte, declar¨®: ¡°No volver¨ªa a trabajar con George ni aunque me pagaran 20 millones de d¨®lares¡±. Charles Roven, que produjo Tres reyes, no va tan lejos como el actor, aunque reconoce que ¡°el rodaje fue muy complicado¡±. ¡°Hac¨ªa mucho calor y los tanques y los 4¡Á4 explotaban continuamente; no era, desde luego, el mejor escenario para templar los nervios¡±, recuerda. ¡°Hasta donde yo s¨¦, todo aquello est¨¢ olvidado¡±.
La fama de Russell como un ser imprevisible quedar¨ªa cimentada, esta vez con pruebas documentales, cinco a?os despu¨¦s, con su siguiente pel¨ªcula Extra?as coincidencias (I heart Huckabees, 2004), curioso y un tanto fallido experimento cinematogr¨¢fico que los esl¨®ganes definieron como una ¡°comedia existencial¡±. Aquella, adem¨¢s, ser¨ªa ¡°la prueba definitiva de su capacidad para armar repartos con los mejores int¨¦rpretes, pese a no disponer de presupuestos altos¡±, seg¨²n Sharon Waxman, autora de Rebels on the backlot (Harper), una indagaci¨®n en las historias de ¡°seis directores pioneros y c¨®mo conquistaron el sistema de los estudios de Hollywood¡±, en la que Russell tiene un papel destacado junto a Steven Soderbergh, David Fincher, Quentin Tarantino, Spike Jonze o Paul Thomas Anderson. Waxman, entonces corresponsal de The New York Times en Hollywood, ofrece en el libro, que incluye tambi¨¦n un impagable intercambio epistolar con Clooney, un diario algo tenso del rodaje. Aunque nada pueda compararse con la grabaci¨®n de YouTube en la que se ve a Russell perder los nervios con su estrella, la actriz Lily Tomlin, a la que en un momento determinado llama ¡°puta¡±. ¡°Aquella pel¨ªcula y lo que vino despu¨¦s fueron los momentos m¨¢s bajos de mi carrera¡±, recuerda el director.
Russell se refiere a los seis a?os que median entre el estreno de Extra?as coincidencias, que, por decirlo de un modo suave, no fue precisamente un ¨¦xito, y su triunfal vuelta con The fighter (2010), desquiciada historia de superaci¨®n basada en la figura de un boxeador sin demasiada fortuna que le vali¨® una candidatura al Oscar a la mejor direcci¨®n. ¡°Antes de que [el actor y viejo amigo de los d¨ªas de Tres reyes] Mark Wahlberg acudiese en mi ayuda y me ofreciera la historia, fueron muchas las cosas que pasaron en esos a?os, aunque estuviera apartado de la vida p¨²blica. Me separ¨¦ de mi mujer de toda la vida [la productora Janet Grillo], no logr¨¦ completar una pel¨ªcula [Nailed, a la que la bancarrota de los productores se llev¨® por delante] y trat¨¦ de ayudar a mi hijo con sus problemas de bipolaridad. Perd¨ª dinero. Perd¨ª mi talento para contar historias. Perd¨ª mi ser¡±.
Ahora, se apresura a a?adir, las cosas van algo mejor. ¡°El chico se ha hecho actor, por desgracia. Eso no se lo desear¨ªa a mi peor enemigo, porque creo que este negocio es como una monta?a rusa, como jug¨¢rtelo todo a un n¨²mero en el casino. Pero, en fin, que Dios bendiga la profesi¨®n, porque al menos le ha dado algo en lo que enfocarse. Una pasi¨®n en la que centrar su err¨¢tica personalidad. Va a tener que pasar por un mont¨®n de trabajos, pero, bueno, yo tambi¨¦n sufr¨ª esa esquizofrenia laboral y no me ha ido tan mal despu¨¦s de todo¡±.
¡°Me separ¨¦ de mi mujer, no logr¨¦ completar una pel¨ªcula y trat¨¦ de ayudar a mi hijo bipolar. Perd¨ª dinero. Perd¨ª mi talento. este negocio es una monta?a rusa¡±
Sus experiencias como padre atribulado dieron al director la idea de su siguiente pel¨ªcula, la de su consagraci¨®n definitiva. El lado bueno de las cosas, con su apariencia de comedia rom¨¢ntica con tintes de drama de frenop¨¢tico, parte de un libro confesional de Matthew Quick, que Sidney Pollack le ¡°regal¨® el mismo a?o en que muri¨®¡±. Y fue la gran sorpresa de 2012: obtuvo ocho candidaturas a los Oscar aunque solo consigui¨® una estatuilla. ¡°Creo que ese fue el trabajo clave en mi carrera. A partir de ah¨ª, la gente empez¨® a reconocer mi estilo. Ah, vale, resulta que haces esto, que te interesan las emociones de los personajes y representar al ser humano como lo que es, una m¨¢quina sorprendente y llena de aristas. Se podr¨ªa decir que encontr¨¦ mi voz¡±. ¡°Cuando trabaj¨¦ por primera vez con ¨¦l hace 14 a?os¡±, a?adir¨¢ despu¨¦s el productor Charles Roven, que acaba de cumplir tres d¨¦cadas en la c¨²spide del negocio, ¡°sus pel¨ªculas ya ten¨ªan esa energ¨ªa contagiosa¡ Lo que mejor las define es lo complicado que es saber si estamos ante una comedia o un drama. Tiene esta capacidad para mantenerte en tensi¨®n durante todo el metraje¡±.
Adem¨¢s de con el estilo que andaba buscando, en El lado bueno de las cosas dio tambi¨¦n con las j¨®venes estrellas Bradley Cooper y Jennifer Lawrence (que se llev¨® el Oscar a la mejor actriz protagonista por su interpretaci¨®n de una desequilibrada muchacha viuda apasionada por el baile). Ambos repiten en La gran estafa americana, en lo que ya parece una marca de la casa: la reincidencia en los repartos. Amy Adams y Christian Bale, que ha engordado 30 kilos para la nueva pel¨ªcula (¡°s¨ª, yo tambi¨¦n opino que a veces lleva un poco lejos lo del m¨¦todo¡±, aclara Russell), ya hab¨ªan trabajado a las ¨®rdenes del cineasta en The fighter.
Juntos brindan un retrato que flirtea, por parafrasear el t¨ªtulo de una de sus primeras pel¨ªculas, con la parodia de una ¨¦poca en la que Russell era un adolescente neoyorquino, hijo de un empleado de la editorial Simon & Schuster, que so?aba con ser escritor. ¡°Para m¨ª, los setenta no fueron los a?os de la m¨²sica disco; siempre prefer¨ª, como la pareja protagonista, a Duke Ellington, con su elegancia pasada de moda. Recuerdo el gran nivel del cine de entonces: Coppola, Scorsese, Hal Ash?by¡ parec¨ªa que las pel¨ªculas ser¨ªan as¨ª de buenas para siempre. Ellos nos inspiraron a nosotros en los noventa, cuando vivimos un aut¨¦ntico boom creativo¡ Jim Jarmusch, los Coen, Spike Lee¡ Creo que hicimos algo grande. Robert Redford [con su festival de Sundance] consigui¨® que tuvi¨¦ramos un sue?o, que era cambiar la cultura americana para siempre. Por lo dem¨¢s, los setenta fueron un tiempo m¨¢s inocente: los sobornos viajaban en maletas, no como ahora, que la corrupci¨®n no mancha, no deja rastro y no pesa. Los entresijos de cualquier proceso electoral reciente son un asunto mucho m¨¢s turbio que el que se cuenta en la pel¨ªcula. No s¨¦ qui¨¦n paga toda esa pasta para las campa?as, solo que no he sido yo. Y mucho menos s¨¦ qu¨¦ es lo que obtienen a cambio de eso. No digo que no sea legal, solo que no me gusta¡±.
La pel¨ªcula ha sido saludada por la cr¨ªtica estadounidense con un entusiasmo enorme (¡°es uno de los m¨¢s impresionantes logros de la cinematograf¨ªa reciente¡±, sentenci¨® David Denby en The New Yorker), que luego ha quedado un tanto atemperado en su estreno en Reino Unido (para verla en Espa?a habr¨¢ que esperar hasta el 31 de enero). Adem¨¢s, el filme se posicion¨® r¨¢pidamente en cabeza de la carrera por los premios, una fren¨¦tica sucesi¨®n de galas que arranca con los galardones del C¨ªrculo de Cr¨ªticos de Nueva York (donde result¨® elegida mejor pel¨ªcula del a?o), tiene una parada ineludible en los Globos de Oro (la cinta recibi¨® siete nominaciones tres d¨ªas antes de celebrarse esta entrevista) y culmina en la gran noche de los Oscar del 2 de marzo.
¡°Si le digo la verdad¡±, explica Roven, ¡°no hemos empezado siquiera a dise?ar una estrategia para todo ello. La pel¨ªcula se termin¨® como quien dice diez d¨ªas antes de su estreno¡±. Russell, por su parte, a?ade: ¡°Qui¨¦n sabe si ganaremos un mont¨®n de premios o no. Cuando has estado en lo m¨¢s bajo, cuando has mordido el polvo literalmente, te sientes muy bien con cualquier tipo de reconocimiento. Soy capaz de hacer pel¨ªculas, que es algo que llegu¨¦ a dudar, y eso es ya un triunfo para m¨ª. Siento que toda mi vida me he estado preparando para estos tres filmes¡±, dice.
Y no sabes si esa dial¨¦ctica algo c¨®smica tendr¨¢ origen en sus experiencias con el budismo o en el hecho de que de vez en cuando, como a todos los triunfadores, a Russell le guste mirar hacia abajo desde una terraza de Dub¨¢i y recordar al mundo que hubo un tiempo en que solo era un pobre chico de Nueva York.
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