Juan Gelman. La lucha contra la impunidad
Recuperamos una entrevista del a?o 2000 con el poeta. Su vida y su obra han estado guiadas por un ¨²nico motor: conocer el destino de su hijo y de su nuera, detenidos y asesinados por la dictadura argentina, y encontrar a su nieta, entregada a otra familia nada m¨¢s nacer
El poeta argentino Juan Gelman sinti¨® el peso del vac¨ªo durante los 23 a?os que tard¨® en encontrar a su nieta nacida en cautiverio. Los padres de Mar¨ªa Maca?rena fueron asesinados durante la dicta?dura militar argentina (1976-1983), mien?tras estaba en plena vigencia el Plan C¨®n?dor, una multinacional del terror que estableci¨® cadalsos y rob¨® ni?os en Bue?nos Aires, Montevideo, Santiago o Asun?ci¨®n. ¡°Me movi¨® un deber de lealtad con mi hijo. El ¨²nico legado que me dej¨® fue encontrar al suyo y permitirle conocer su historia. Fue el motor que me tuvo siem?pre en movimiento¡±.
Juan Gelman, de 70 a?os, es parco, tie?ne la mirada triste y la voz apagada, y una densidad po¨¦tica que dialoga con la m¨ªsti?ca espa?ola, la hebrea, la b¨ªblica y la sefard¨ª, y con la poes¨ªa norteamericana, latinoamericana y la cultura popular.
En 1995, todav¨ªa a ciegas, escribi¨® una carta abierta a su nieto o nieta. ¡°Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color casta?o de su mujer, que pose¨ªan un brillo muy especial y tierno y p¨ªcaro¡±, escribi¨® en 1995. ¡°Qui¨¦n sabe c¨®mo ser¨¢s si sos var¨®n. Qui¨¦n sabe c¨®mo ser¨¢s si sos mujer. A lo mejor pod¨¦s sa?lir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera¡±.
El trance padecido por Gelman, ga?nador de la ¨²ltima edici¨®n del presti?gioso Premio de Literatura Latinoame?ricana y del Caribe Juan Rulfo 2000, dur¨® m¨¢s de dos decenios, y le condujo a admirar al autor de Pedro P¨¢ramo porque, como ¨¦l, tambi¨¦n sab¨ªa hablar con los muertos. Poeta a los 11 a?os,?miembro del Partido Comunista de Ar?gentina y encuadrado en el peronismo guerrillero, en los Montoneros, despu¨¦s de una ruptura con el partido, sufri¨® la?cerantes crisis personales e ideol¨®gi?cas, reflexion¨® cr¨ªticamente sobre las utop¨ªas latinoamericanas y desde hace decenios sue?a por libre. ¡°Pero nunca he renunciado a un mundo m¨¢s justo¡±.
La entrevista se realiza en su casa de La Condesa, en la capital de M¨¦xico, que le acogi¨® en las postrimer¨ªas de una vida errante y un desconsuelo que combati¨® con el verso y la memoria. So?bre la mesa, media docena de libros de poes¨ªa, de filosof¨ªa o de psicolog¨ªa, res?catados algunos del olvido en las li?brer¨ªas de viejo.
Hablamos poco de poes¨ªa porque la correlaci¨®n de fuerzas es desigual y porque ¨¦l sabe que en estos momentos interesa m¨¢s la peripecia del abuelo, su nueva incursi¨®n por las vilezas de unas dictaduras todav¨ªa impunes. Un traba?jo de investigaci¨®n en el que, seg¨²n des?taca el poeta, la ayuda de su segunda es?posa, Mara Lamadrid, fue fundamental.
?Se sinti¨® desfallecer en alg¨²n momen?to de la b¨²squeda?
?Desfallecer me pregunta usted? No, nunca. ?Conciencia de que a lo mejor nunca le ¨ªbamos a encontrar? S¨ª. Esa conciencia, s¨ª.
Hubo varias circunstancias. Prime?ro s¨®lo pude volver a Argentina a par?tir del a?o 1988 porque pesaba sobre m¨ª una orden de captura. Desde el exterior era muy dif¨ªcil investigar, y adem¨¢s lle?gaban noticias contradictorias. Una versi¨®n que me lleg¨® era que no s¨®lo hab¨ªan matado a mi nuera, sino tam?bi¨¦n a su beb¨¦, que habr¨ªa sido un var¨®n. Recib¨ªamos noticias y pistas di?ferentes, pero muchas de ellas llegaban al siguiente punto: exist¨ªa una probabi?lidad mayor o menor de que determi?nada persona fuera mi nieto o mi nieta, pero no hab¨ªa certeza, y ni mi mujer ni yo quer¨ªamos perturbar a un joven o a una joven plant¨¢ndonos directamente frente a ¨¦l o ella.
El ¨²nico legado que me dej¨® mi hijo fue encontrar al suyo y permitirle conocer su historia. ?se fue mi motor
En esta situaci¨®n se encuentran mu?chos j¨®venes latinoamericanos que a¨²n no saben realmente qui¨¦nes son. Tam?poco la nieta de Gelman sab¨ªa qui¨¦n era. Las subversivas de aspecto saluda?ble par¨ªan en cautividad, y las desecha?das perec¨ªan en aguas del r¨ªo de la Pla?ta, o del Atl¨¢ntico, o en las propias maz?morras. Ajenas a la desesperaci¨®n y las s¨²plicas de las madres, los ni?os eran entregados a matrimonios sin hijos afectos a la dictadura que figuraban en listas de espera. Nada se pod¨ªa esperar de verdugos capaces de torturar desnu?da a una adolescente, llevarla despu¨¦s al cine e invitarla a un helado como a una novia, y, quebrada, conducirla a la cama. Y despu¨¦s, de nuevo al potro para seguir atorment¨¢ndola personalmente. Apenas hay testigos de aquellas cana?lladas porque el miedo o la culpa silen?ciaba a los matarifes, y tambi¨¦n a las familias de adopci¨®n.
No desde la divagaci¨®n o el extra?v¨ªo. sino desde sus obsesiones, desde su aproximaci¨®n a la muerte, el oto?o, la?ni?ez, la mujer o la revoluci¨®n, Gelman habl¨® con sus muertos: con su hijo Mar?celo, periodista, martirizado a los 20 a?os; con su nuera, Mar¨ªa Claudia, des?pojada a los 19; imagin¨® al nieto o nie?ta, y estableci¨® comunicaci¨®n con los amigos ausentes, con Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo o Miguel ?ngel Bustos, escritores ejecutados por un terrorismo de Estado sin entra?as ni alma.
"Te matar¨¦ con mi hijo en la mano,
y con el hijo de mi hijo
muertito,
voy a venir con diana y te matar¨¦,
voy a venir con jote y te matar¨¦,
te voy a matar / derrota,
nunca me faltar¨¢ un rostro amado
para matarte otra vez".
?Fueron los militares a por Marcelo y Mar¨ªa Claudia para vengarse de usted, de su antigua militancia en los Montoneros?
La investigaci¨®n no permiti¨® averiguar por qu¨¦. Hab¨ªa una junta coordinadora revolucionaria del movimiento guerri?llero del sur. El Plan C¨®ndor estaba, en primer lugar, dirigido a desmantelar esta junta. Fueron a buscar a un miem?bro del Ej¨¦rcito Revolucionario del Pue?blo (ERP) que ten¨ªa mucho que ver con esa junta. No le encontraron y se lleva?ron al hermano, un hermano menor.
Mi hijo hab¨ªa participado en activi?dades estudiantiles, en grupos de iz?quierdas muy cr¨ªticos, de los que se ha?b¨ªa alejado. En ese momento no estaba en ninguno; su mujer, mi nuera, much¨ª?simo menos. ?l sobre todo estaba espe?rando a su hijo, estaba muy ilusionado. Pero a partir de la captura de ese her?mano menor, todo un grupo que mi hijo conoc¨ªa, que eran amigos y hab¨ªan es?tado juntos en alg¨²n lugar, fue cayendo. Cay¨® toda una serie de j¨®venes, ¨¦sa fue la raz¨®n. Ellos no ten¨ªan ni idea.
Juan Gelman indag¨® a fondo. Pregunt¨®, escuch¨®, viaj¨®, hil¨® cabos y encontr¨® a Mar¨ªa Macarena, el pasado mes de mar?zo, en el seno de una familia uruguaya, ¡°de una familia que la quiere y a la que ella quiere¡±. El abuelo le cont¨® todo, toda la verdad a trav¨¦s de citas prepa?radas con suma delicadeza para evitar que las revelaciones fueran traum¨¢ti?cas. ¡°El encuentro fue muy conmove?dor, como usted se podr¨¢ imaginar. Ella quiso conocer su historia¡±.
El diario uruguayo La Rep¨²blica co?labor¨® activamente en las investigacio?nes; en la identificaci¨®n de los polic¨ªas, militares y civiles implicados en el se?cuestro de Marcelo y Mar¨ªa Claudia, y en el nacimiento de Mar¨ªa Macarena. Los datos fueron corroborados por el presidente Jorge Battlle, probablemen?te a trav¨¦s del jefe de la Casa Militar, el general Gonz¨¢lez. Gelman no luch¨® en solitario: recibi¨® la solidaridad de 10 premios Nobel; de escritores, artistas e intelectuales, y de miles de ciudadanos de a pie, de las gentes an¨®nimas que le entregaron un informe militar secreto de 1977 con datos fundamentales sobre el calvario de Mar¨ªa Claudia Garc¨ªa Iruretagoyena, argentina de padre es?pa?ol, y de Marcelo, cuyos restos apa?recieron en 1989, en un barril varado en el r¨ªo San Fernando, con un tiro en la nuca.
Pese a su pensamiento de izquierda y a su compromiso militante durante d¨¦cadas, el grueso de la obra de Gelman no es pol¨ªtica o social porque el autor matrimoni¨® ¨²nicamente con la poes¨ªa, con sus obsesiones de duelo y exilio fundamentalmente. No en vano tuvo que huir de Argentina en 1975, perse?guido por la Triple A durante el Go?bierno de Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez de Per¨®n y por el golpe castrense que la defenestr¨® un da?o despu¨¦s. Abandon¨® el pa¨ªs atormentado por la suerte de su hijo y su nuera, embarazada; deambul¨® por La Habana, Roma y Madrid, y defi?nitivamente var¨® en M¨¦xico.
El padre de Gelman era un obrero ferroviario que huy¨® de la Rusia zaris?ta en 1905 hacia Argentina y volvi¨® a su pa¨ªs natal al triunfar la revoluci¨®n de 1917. Decepcionado por la deriva del r¨¦?gimen sovi¨¦tico, y alertado por el des?tierro de Le¨®n Trotski, regres¨® a Ar?gentina. Su madre, hija de un rabino, fue juez de paz en Odesa, y siempre se pregunt¨® si su hijo podr¨ªa ganarse la vida escribiendo versos. Gelman se gan¨® la vida como pudo, subordin¨¢ndo?lo todo a sus propias convicciones e ideales. Ha publicado m¨¢s de 30 libros, ha sido traducido a 10 idiomas y hoy es uno de los principales poetas vivos de las letras espa?olas, de los que ¨¦l admi?ra a San Juan de la Cruz.
Y mientras el abuelo versificaba desde la amargura, o desde el humor cuando la poes¨ªa lo impuso, su nieta viv¨ªa en Montevideo ignorando sus or¨ª?genes, ajena a la odisea del padre de otro padre, el suyo, que nunca conoci¨®.
Nacido en el porte?o barrio de Villa Crespo, contertulio en ateneos y caf¨¦s literarios, el abuelo de Mar¨ªa Macarena curs¨® estudios universitarios de qu¨ªmi?cas, condujo camiones y vendi¨® cosas antes de descubrir otra de sus pasiones: el periodismo. Su primera esposa fue Bertha Shubaroff, la madre de Marcelo.?Gelman compagin¨® sus investigaciones con la publicaci¨®n semanal de una co?lumna en el diario porte?o P¨¢gina 12, una tribuna desde la que denunci¨® las salvajadas castrenses (el robo de ni?os, la m¨¢s infame).
¡°La ferocidad de la dictadura ar?gentina dej¨® un dep¨®sito de mierda, un dep¨®sito sobre el que se deposit¨® la capa de plomo de la impunidad en una sociedad que no castiga a sus asesinos, que se pasean tranquilamente por las calles¡±. Entre 9.000 y 30.000 personas de?saparecieron en los negros a?os de las Juntas Militares, chupados muchos por el Plan C¨®ndor, la alianza forjada por los genocidas uniformados para dete?ner, torturar, matar o intercambiar pri?sioneros.
La dictadura argentina dej¨® un dep¨®sito de mierda en una sociedad que no castiga a sus asesinos
Marcelo y Mar¨ªa Claudia fueron dos de sus v¨ªctimas; su nieta, otra, y Juan Gelman, una cuarta. Respetando la voluntad de la familia, nada se ha pu?blicado sobre los apellidos actuales de Mar¨ªa Macarena, sobre las circunstan?cias de una joven que hace 23 a?os fue entregada en un canasto a un matri?monio uruguayo, y que ha querido co?nocer su historia.
Su historia se remonta al 24 de agos?to de 1976, d¨ªa en que uno de los tene?brosos grupos de tareas de la dictadura argentina secuestra a sus padres en Buenos Aires. Marcelo fue torturado en el campo de concentraci¨®n Automoto?res Orletti -denominado ¡°el jard¨ªn¡± en la jerga militar- y despu¨¦s rematado a tiros. Aquella c¨¢rcel concentr¨® a los de?tenidos-desaparecidos en el marco del Plan C¨®ndor. Militares chilenos, para?guayos o uruguayos llegaban a sus maz?morras en comisi¨®n de servicios, y pro?ced¨ªan a la picana o a los traslados por razones diversas. Marcelo fue el ¨²nico de los 93 periodistas desaparecidos cuyo cuerpo pudo ser encontrado e identificado.
Mar¨ªa Claudia fue trasladada desde Buenos Aires hasta Montevideo, estuvo detenida y la mantuvieron con vida hasta que dio a luz una ni?a en el hos?pital militar de la capital uruguaya, a fi?nales de 1976. Un soldado dijo haberla visto antes y despu¨¦s del parto, escolta?da por dos militares, llevando un canas?to, ¡°el mismo canasto en el que Mar¨ªa Macarena fue depositada en el umbral de la casa de sus padres de crianza, arrebatada de los brazos de la madre¡±.
Durante su exilio en Roma, Gelman supo del nacimiento por un sacerdote del Vaticano y su escueto mensaje en ingl¨¦s, sin precisar el sexo de la criatu?ra: ¡°A child was born¡± (un ni?o naci¨®). El a?o pasado, gracias al informe cas?trense recibido an¨®nimamente, denun?ci¨® al entonces jefe del Estado Mayor del II Cuerpo de Ej¨¦rcito de Argentina, general Eduardo Cabanillas, como se?gundo en la cadena de mando de Auto?motores Orletti. Descubierto, y decla?r¨¢ndose ajeno a las salvajadas cometi?das en el centro bajo sus ¨®rdenes, se vio obligado a renunciar.
?Qu¨¦ criterio presidi¨® la investigaci¨®n?
El rastreo del destino de mi nuera, Ma?r¨ªa Claudia. Recibimos informaci¨®n acerca de la presencia de una embara?zada en un centro clandestino de deten?ci¨®n de mujeres de Montevideo. Pero nos hac¨ªamos la siguiente pregunta: ?qu¨¦ har¨ªa mi nuera, argentina, en Mon?tevideo? Pero exist¨ªa el Plan C¨®ndor.
?En qu¨¦ momento se encontraban cuan?do arreci¨® la campa?a de solidaridad?
Cuando empez¨® esa suerte de campa?a de peticiones al presidente Julio Mar¨ªa Sanguinetti hab¨ªamos llegado sola?mente al momento en que mi nuera y su beba -sabemos ahora, por aquel en?tonces no sab¨ªamos ni el sexo- hab¨ªan sido sacadas del centro de detenci¨®n clandestino uruguayo. Esa campa?a provoc¨® algo que nosotros pens¨¢bamos que pod¨ªa ocurrir; es decir, que, m¨¢s que despertar la voluntad pol¨ªtica del se?or presidente Sanguinetti, que no tuvo ninguna y que no vacil¨® en mentir, moviliz¨® a gente de la sociedad civil, a vecinos. Eso fue lo que ocurri¨®.
?C¨®mo fue su encuentro con Mar¨ªa Ma?carena?
Muy conmovedor, como usted se podr¨¢ imaginar. Y tambi¨¦n muy cuidadoso. El padre de crianza falleci¨®. Cuando lle?gamos a la certeza de que era ella, nombramos un mediador, una figura muy importante en Uruguay, que habl¨® con la madre de crianza, y debo decir que la madre allan¨® el camino porque esta chica fue anotada como propia e ig?noraba qui¨¦nes eran sus padres reales, que el padre que la concibi¨® fue asesi?nado antes de que ella naciera, y que la madre que la tuvo, tambi¨¦n. Su madre de crianza, y eso ser¨ªa despu¨¦s de ha?blar con el mediador, se lo dijo, le dijo que ella no era hija de ellos. La mucha?cha reaccion¨® con verdadera entereza, quiso saber, habl¨® con el mediador, qui?so conocer la historia. Acept¨® vernos. Nosotros entonces viajamos a Uruguay cuando las conversaciones entre ella y el mediador maduraron. Llegamos y la vimos. La madre de crianza no puso obst¨¢culos, y esto hay que destacarlo porque ha habido reacciones de otra naturaleza; bien podr¨ªa haber dicho, como otras: no, qu¨¦ tengo que ver en esa historia, nada que ver, no es cierto.
?No trat¨® de confundirla?
Absolutamente, no. Y creo que ¨¦se fue un gesto de amor de la madre de crian?za que nosotros apreciamos mucho, porque imag¨ªnese lo que significa que esta historia le caiga encima a una jo?ven de 23 a?os. Pero es notable el valor y la entereza con que ella la est¨¢ en?frentando. Quiso conocer la historia, estuvo ac¨¢ en casa, en M¨¦xico, un mes de vacaciones. Todo fue con mucho cui?dado. Pero f¨ªjese qu¨¦ curioso: est¨¢ba?mos el mediador, ella, mi esposa y yo, y cuando termin¨® la reuni¨®n, hablando mi mujer y yo, ella vio en la nieta el ros?tro de mi hijo, los rasgos de mi hijo, y yo en ella vi rasgos de mi nuera. F¨ªjese el tema de la mirada masculina que en?cuentra lo femenino y la mirada feme?nina que encuentra lo masculino.
?Ella sinti¨® que usted era su abuelo?
Me lo dijo despu¨¦s de varios encuen?tros. Ella hab¨ªa sentido que s¨ª, que yo era su abuelo. No hab¨ªa ninguna prue?ba cient¨ªfica entonces. Sinti¨® eso, y yo tambi¨¦n, y sobre todo por un elemento esencial: porque a los dos nos gustan los gastos. Pero hablando en serio, pi?di¨® que se hicieran an¨¢lisis gen¨¦ticos.?Y se hicieron. El an¨¢lisis que se hizo en Uruguay, que se concret¨® en Par¨ªs con las t¨¦cnicas m¨¢s modernas, es el pri?mer caso en que se aplican tantos mar?cadores gen¨¦ticos. Arroj¨® una compati?bilidad del 99,999998%, de modo que no queda ninguna duda de que es mi nie?ta, de modo que todas las investigacio?nes y reconstrucciones que hicimos fueron fundadas. Pero yo no creo que haya terminado con la lealtad hacia mi hijo, aparte claro de su memoria, hasta que no encuentre los restos de mi nue?ra, y en eso estamos.
?Cu¨¢ndo habr¨¢ que esperarse hasta que Mar¨ªa Maracena se presente p¨²blica?mente como la nieta de Juan Gelman?
Hasta que ella lo decida, hasta que ella lo decida.
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