Antes de que sea tarde
Occidente deber¨ªa evitar que los militares restauren el antiguo r¨¦gimen en Egipto
Los resultados provisionales indican una victoria a la b¨²lgara del s¨ª en el refer¨¦ndum constitucional egipcio, con un 90% de los votos a favor y una participaci¨®n en torno al 40%. Si se confirman estos datos, los militares podr¨¢n decir que han logrado la legitimidad buscada con esta consulta. Con ella no trataban tanto de aprobar una nueva ley fundamental como que los egipcios se pronunciasen sobre el golpe de Estado de julio, en el que depusieron, en medio de una violenta represi¨®n, al primer presidente elegido democr¨¢ticamente, el islamista Mohamed Morsi. La clave estaba no solo en los s¨ªes ¡ªla oposici¨®n hizo un llamamiento a la abstenci¨®n¡ª, sino tambi¨¦n en el n¨²mero de votantes.
La nueva Constituci¨®n representa un paso m¨¢s en la restauraci¨®n del antiguo r¨¦gimen; es m¨¢s un problema que una soluci¨®n. Ilegaliza todos los partidos religiosos, con lo que descarta de hecho que una gran parte de la poblaci¨®n tenga representaci¨®n en las instituciones; y empuja a la ilegalidad a millones de simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, el grupo que gan¨® las elecciones. Sus l¨ªderes han sido acusados de terroristas y sus miembros, sometidos a una persecuci¨®n implacable.
Se ha evocado con frecuencia el peligro de que ocurra en Egipto algo similar a la guerra civil argelina de los a?os 90, tras la anulaci¨®n de unas elecciones que ganaron los islamistas, ante la pasividad o el aplauso de Occidente. El pa¨ªs ha entrado en una deriva de violencia de baja intensidad. Todo indica que las cosas pueden ir a peor. Y solo imaginar que en Egipto se produzca una oleada de violencia m¨¢s sangrienta que la habida hasta ahora produce escalofr¨ªos. Por ahora, Occidente ha decidido mirar hacia otro lado, mientras que los militares cuentan con el crucial apoyo econ¨®mico de pa¨ªses de la regi¨®n como Catar.
Editoriales anteriores
Los egipcios exhibieron una gran madurez democr¨¢tica en las elecciones en las que fue elegido Morsi y demostraron que no hab¨ªan perdido las ganas de pelear por su futuro cuando se movilizaron contra los islamistas que intentaron secuestrar la revoluci¨®n. Los militares, combinando la represi¨®n con el apoyo de los ciudadanos que acabaron hartos de los excesos de los islamistas, han sentado las bases para mantenerse en el poder, como en el pasado. Occidente, y sobre todo EE UU, deber¨ªan hacer todo lo posible para evitarlo. Antes de que sea demasiado tarde.
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