KKK
En 1980 Manuel Leguineche escribi¨® en El Pa¨ªs Semanal este art¨ªculo sobre el Ku Klux Klan. Dec¨ªa: "El viento de la historia les es favorable y se ponen al d¨ªa en los bosques de Alabama"
EL Ku Klux Klan new look. El KKK, derivaci¨®n del vocablo griego kuklos, c¨ªrculo, y del escoc¨¦s klan, se remoza, se renueva. Ya no amenaza s¨®lo con sus ropones rid¨ªculos, con sus rituales a lo Walter Scott. El viento de la historia le es favorable y se pone al d¨ªa. Desde los bosques de Alabama, no lejos de los campos de algod¨®n donde suenan las canciones del hijo nativo de Baldwin, nos llega el sonido de sus fusiles de asalto. El Klan se entrena mientras Frank
Sinatra organiza para Ronald Reagan la ceremonia de toma de posesi¨®n en Washington, salones, maquillajes, joyas del ba¨²l de los recuerdos. La nostalgia de las f¨¢bricas humeantes de Eisenhower, un pais puesto a trabajar de nuevo. Y con ¨¦l, a caballo, los j¨®venes anglosajones, blancos y protestantes de las tres K, en una cruzada que se prohibi¨® en 1877, renaci¨® entre capirotes y t¨²nicas en 1915, se disolvi¨® en 1928 y cabalg¨® de nuevo. El KKK se niega a convertirse en un anacronismo. La sociedad, desilusionada de Vietnam, humillada en Teher¨¢n y reivindicada por Reagan con la ayuda del Klan, regresa a la pureza de los mitos, a los caballeros de la Tabla Redonda. El enemigo est¨¢ dentro, en la cocina de casa, en el fuego del hogar sure?o. Todo consiste en cambiar el Winchester por el M-15 o el Mini A-14, y la ley de Lynch o las ejecuciones p¨²blicas por una dial¨¦ctica de pistolas contra los negros, los jud¨ªos, los cat¨®licos, los liberales, los radicales, los hispanos, los extranjeros, los progresistas o lo que queda de ellos en el repliegue de la historia.
La violencia no se improvisa; se prepara, se organiza, se tecnologi-za. En los campos del Hondo Sur crecen los campamentos militares del Klan. El juramento a lo Robin Hood sigue en vigor, pero la horda de forajidos ae Forrest y los oficiales del Ej¨¦rcito Confederado da paso a los nost¨¢lgicos de los Boinas Verdes, y los ?sujetos audaces, imprudentes y malvados?, a encapuchados con armas modernas que hozan en el caldo de cultivo de la inflaci¨®n, el paro, las humillaciones de Teher¨¢n. Puede ser la hora de la liturgia paramilitar, de la venganza. Los negros y los hispanos fueron los ¨²nicos que votaron por C¨¢rter, su ¨²ltimo basti¨®n dem¨®crata. ?Era mucha la inseguridad que sent¨ªan las gentes del Sur. Muchos norte?os llegaron all¨ª y comenzaron a formar ligas en todo el pa¨ªs. Los negros, ¨¦poca de Forrest al mando de la Caballer¨ªa de los confederados, celebraban reuniones nocturnas, iban de un lado para otro y se volv¨ªan muy insolentes, y las gentes sure?as se alarmaron profundamente?. Los rebeldes diseminados buscan uniformes, s¨ªmbolos y ret¨®ricas infantiles y quieren ganar una guerra que perdieron en el campo de batalla.
Huntsville, Alabama, el Estado de los campos de algod¨®n, al Norte. El Gran Brujo se llama ahora Bill Wilkinson, 38 a?os, jefe de los campos secretos de entrenamiento. A cubierto de la noche, con ese placer de la clandestinidad permisiva, el Gran Brujo conduce al fot¨®grafo al teatro de operaciones. Los soldados del Klan visten uniforme de enmascaramiento. Venda sobre los ojos, autopistas, senderos. El bosque fr¨ªo e inanimado. El campamento, la hoguera, las tiendas de campa?a, los centinelas. La gran tienda y, sobre ella, la bandera sudista. Este es el cuartel general de las fuerzas especiales del Klan. ?Yo, ante el juez inmaculado del Cielo y de la Tierra, y ante los santos evangelistas de Dios todopoderoso, acepto las sagradas obligaciones: estamos con la justicia, la humanidad y la libertad constitucional de nuestros antepasados; nos oponemos al partido radical; nos prometemos mutua ayuda en la enfermedad, el desvalimiento y las estrecheces econ¨®micas; las mujeres, y en especial las viudas y sus familias, ser¨¢n siempre objeto de nuestro afecto y amparo?. Y, finalmente: ?Cualquier miembro que divulgue alguna de estas obligaciones recibir¨¢ el castigo terrible y correr¨¢ la suerte del traidor, que es ?la muerte!, ?la muerte!, ?lamuerte!?.
Este era el juramento de los terroristas blancos del general Nat-han Bedford Forrest, fundador del Klan. El Ej¨¦rcito sudista derrotado fue el modelo de los klansmen. El Sur era el imperio invisible; cada uno de los Estados, un reino; cada distrito, un dominio. Forrest era el Gran Brujo, y su estado mayor, los diez genios. En cada reino hab¨ªa un Gran Drag¨®n y ocho hidras; en cada dominio, un Gran Tit¨¢n y seis furias; en cada provincia, un Gran Gigante y cuatro gnomos; en cada guarida, un Gran C¨ªclope y dos halcones nocturnos. El terror de Forrest, t¨²nicas de terciopelo, capirotes, corbatas y cinturones negros parti¨® de los klavern, los centros de reuni¨®n ceremonial para levantar una cruz de madera en llamas, fanal de la pureza y de la luz en medio de las tinieblas. ?Y hoy? El Gran Brujo calza botas de paracaidista. Bill Wilkinson da su conferencia de Prensa: ?Est¨¢n ustedes en uno de los campos de entrenamiento de Alabama. Cada grupo de las fuerzas especiales del KKK re¨²ne a doce hombres. No tenemos nada que esconder; desde hace diez a?os, nuestra organizaci¨®n es oficial. Cada uno dispone de armamento propio; la legislaci¨®n de Alabama autoriza la compra de armas?.
¡ª?Y la filosof¨ªa del Klan en 1980-1981?
¡ªLa coexistencia con los negros y los jud¨ªos es imposible. Hay que ir a la construcci¨®n de los Estados para blancos y para negros, y mientras tanto, es vital la segregaci¨®n racial en las escuelas. Los negros de Kentucky ped¨ªan leyes para evitar que el KKK de Forrest ¡ªcomo recoge David Annan¡ª cabalgara de noche por todo el pa¨ªs, ?de distrito en distrito y a trav¨¦s de las ciudades de la comarca, difundiendo pavor por donde aparece, robando, azotando, violando y dando muerte a los nuestros sin provocaci¨®n y obligando a las gentes de color a romper el hielo del r¨ªo y ba?arse en sus aguas heladas?. El secreto fomenta el sentido de identidad personal y, como explica el te¨®rico Simmel, ?es un factor individuali-zador de primera/pasa a PAG. 21 magnitud?. No es tanto la era de los ritos macabros, de los sacrificios humanos o de las pr¨¢cticas inconfesables como del entrenamiento militar, de la preparaci¨®n para la defensa, del dedo en el gatillo de un fusil M-15. Sin olvidar la cruz junto a un ara de piedra sin labrar, una bandera sudista, una biblia abierta o una cantimplora de agua bendita y una espada desenvainada. Ahora, m¨¢s que nunca, conviene resucitar el esp¨ªritu de la pel¨ªcula de Griffith El nacimiento de una naci¨®n ante la creciente marea de negros, jud¨ªos, cat¨®licos, hispanos.
El Klan es una religi¨®n de tiempos de escasez y hostigamiento. Es la idolatr¨ªa del pasado. En sus recuerdos, escribe Norman Macken-zie, una escueta parcela se transforma en hacienda dilatada, y una esclava acobardada, en ni?era feliz?. Es la hora K, de la klonven-cion, el kloncillo, la klaverna o el kloran. La sociedad est¨¢ amenazada. Es necesario volver a 1867, fecha de la fundaci¨®n de los clanes locales. Es el comienzo de la era KKK, del kalendario. Los siete d¨ªas de la semana se llaman l¨²gubre, mortal, triste, lastimero, desolado, temible y desesperado; las semanas del mes son dolorida, llorosa, gimiente, maravillosa y rara. Y ?los doce meses del a?o 1981? Sangriento, ensombrecido, horroroso, atemorizador, furioso, alarmante, terrible, horrible, f¨²nebre, afligido, amedrentador y espantable.
Entre 1868 y 1873, las feroces campa?as a sangre y fuego del Klan alcanzaron su mayor apogeo. La intimidaci¨®n, las brutales flagelaciones y el asesinato se esparcieron por el Sur como los resplandores de las cruces llameantes. De nada sirvi¨® el propio amedrentamiento del general Forrest, que en 1869 orden¨® la disoluci¨®n del Klan, temeroso de que el monstruo acabara devorando a sus hijos. Era ya demasiado tarde. La organizaci¨®n se hab¨ªa extendido fervorosamente por los Estados de Georgia, Misisip¨ª, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Tennessee.
Las acciones del Klan, cada vez m¨¢s sangrientas y menos a cara tapada, obligaron al presidente Grant, en octubre de 1871, a mandar a Carolina del Sur hasta un total de 9.000 soldados, que llegaron a practicar 7.000 detenciones en casi todos los Estados sure?os. La presi¨®n del Klan quedar¨ªa patente dos a?os m¨¢s tarde, cuando la mayor¨ªa de los detenidos estaban ya en libertad: a la hora de las acusaciones no se encontraron testimonios por ning¨²n lado.
A partir de aquella fecha, la llegada de Hayes a la Presidencia de Estados Unidos marc¨® una pauta importante para el desarrollo de los acontecimientos. Los negociantes republicanos del Norte llegaron a una situaci¨®n de alianza con los dirigentes del Sur, y ello supuso la retirada de las tropas y el consiguiente abandono de los negros.
Hacia 1920, el Klan contaba ya con cinco millones de miembros. Los felices veinte, hasta que el pa¨ªs despert¨® brutalmente aquel viernes negro de 1929, vieron pasar por el despacho oval de la Casa Blanca a tres presidentes republicanos ¡ªHarding, Coolidge y Hoover¡ª. Durante aquellos a?os, el Klan estuvo pr¨¢cticamente a las ¨®rdenes de dos personajes cuyos finales estuvieron en consecuencia con su propia vida de semiclandestini-dad: E. Y. Clark, separado del Klan por un asunto de malversaci¨®n de fondos, y William J. Sim-mons, condenado por asesinato del jefe del Klan de Indiana.
?La Cruz llameante avanza y esparce su hermosa luz por doquier para mejorar la Humanidad y conseguir los principios que hicieron grande a esta naci¨®n?. Es una frase, una oraci¨®n de los a?os treinta, el Segundo Imperio. Pero el KKK ha dejado de violar y estuprar, protegido por el capu-/PASA a pag. 23 ch¨®n, o de buscar el bot¨ªn; se adapta a las circunstancias, al paisaje y a la sociedad como el guante a la mano. En 1964, el Klan hall¨® en Barry Goidwater su candidato a la Casa Blanca. Barry hab¨ªa reconocido que el extremismo no era un vicio ?cuando se trata de defender la libertad?. El KKK adquir¨ªa carta de naturaleza; sus 30.000 o 50.000 ac¨®litos dejaron de ser secretos. El Brujo Imperial Shelton afirma que ?el Klan es ahora una religi¨®n, una fe, un credo. Puede un hombre aceptar sus principios y vivir en ¨¦l y participar sentimentalmente en el legado y la historia del Klan, el ¨²nico organismo creado por los norteamericanos para los norteamericanos. En este sentido, todos pertenecemos a ¨¦l?. Es el Klan de la nostalgia, el orden Wasp. La farsa y el ritual estramb¨®tico se transforman en campo de entrenamiento, mientras el activismo negro, desmovilizado, recuerda los a?os de la guerrilla urbana. ?Qu¨¦ ha sido de los santos canonizados del Black Power? S¨®lo queda Angela Davis. Eldridge Cleaver dise?a calzoncillos; Sto-kely Carmichael, el autor del eslogan de la ¨¦poca ¡ª?Lo negro es bonito?¡ª, vive en un exilio autoim-puesto y su lema sirve para vender laca; Martin Lutero y Malcolm X fueron asesinados; Huey P. New-ton se pas¨® a la doctrina del capitalismo negro y Rap Brown vende fruta en un supermercado de Atlanta.
En estos mismos campos de Alabama, los predicadores de la Mayor¨ªa Moral y de la Nueva Derecha Cristiana, en apoyo de Ro-nald Reagan, recorr¨ªan las granjas para ?educar a los electores sobre las cuestiones morales?. Pocas horas despu¨¦s de conocerse la neta victoria de Ronald Reagan, una secretaria negra me dec¨ªa en Nueva York, con iron¨ªa: ?Ya podemos ir haciendo las maletas, volvemos a los campos de algod¨®n del Sur?. El hijo de Vemon Jord¨¢n, presidente de la Liga Nacional Urbana, trata de calmar este sentimiento de orfandad y fracaso del electorado negro e hispano, que prefiri¨® el candidato dem¨®crata: ?Una cosa?, ha dicho, ?es la ret¨®rica de la campa?a electoral y otra el hecho de gobernar. No podemos, los negros, ser abiertamente optimistas sobre la era Regan, pero tampoco pesimistas en exceso. Vivimos en una sociedad pluralista y se debe gobernar con realismo?.
R¨¢fagas de fusil ametrallador rompen el silencio del bosque en Alabama. El Brujo Wilkinson dirige los ejercicios de tiro. Como los pretorianos de Somoza en la loma de Tiscapa, en Managua, los Robin de los Bosques del Ku Klux Klan, las fuerzas especiales, gritan todos a¨²na:
¡ª?Qu¨¦ es lo que quer¨¦is?
¡ªEl poder de los blancos.
¡ª?Qu¨¦ esper¨¢is obtener?
¡ªEl dominio de los blancos sobre los negros.
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