Paz
Debo de ser un canalla, porque yo no quiero la paz, sino la derrota, como la de los nazis en 1945
Paz es una de esas palabras que le acaban a uno quitando los argumentos. Si alguien la pide, o la ofrece, los brazos se abren instintivamente para conseguir que unos corazones antes enfrentados puedan comenzar a latir al un¨ªsono.
Es lo que est¨¢ a punto de conseguirse en el Pa¨ªs Vasco. La paz. Ni m¨¢s ni menos que la paz despu¨¦s de d¨¦cadas de violencia, de muertes injustas (no s¨¦ si las hay justas, he de preguntarle al cura que se la desea a Pedro Zerolo por ser homosexual). ?C¨®mo va a negarse uno a aceptar la oferta de paz que surge de gentes de bien como lo son muchos militantes del PNV o de otros cercanos al PSE a los que no hace falta nombrar, adem¨¢s de los partidarios de ETA?
Una paz que es un proceso, que exige de quienes tienen que firmarla los mismos esfuerzos. Una paz en la que todos ceden. Unos dejan de matar, sin soltar las armas, y otros tienen que aceptar que hay un conflicto sin resolver y que la guardia civil debe irse del Pa¨ªs Vasco. Una paz en la que no haya vencedores ni vencidos, salvo los guardias y los muertos, claro.
Hermoso proceso, hermosa intenci¨®n. O sea, que los que han sufrido el terrorismo se tienen que arrepentir, tienen que abrazar a los que mataron a su padre y aguantar el chorreo de bondadosos mediadores que les expliquen que todo ello ha sido para alcanzar un buen fin. De forma esquem¨¢tica el proceso es: yo comenc¨¦ a matar para obtener una serie de ventajas pol¨ªticas y ahora lo dejo; o sea, que dame las ventajas pol¨ªticas. Es un razonamiento impecable.
La verdad es que debo de ser un canalla, porque yo no quiero la paz, sino la derrota, como la de los nazis en 1945.
No quiero la paz, sino la libertad.
Cuando oigo la palabra paz en relaci¨®n con Euskadi, me meto debajo de la cama.
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